Yo os he sacado del mundo (Jn 15:19)
El libre albedrío sólo
existe si es ejercido conscientemente, y, como facultad que es, su falta de
ejercicio determina su inexistencia.
Escuchar, ver, hacer y
decir lo que quieres y no escuchar, ver, hacer ni decir lo que no quieres es
ejercicio que confiere existencia al libre albedrío.
Escuchar, ver, hacer y decir lo que no quieres es falta de ejercicio del libre
albedrío y, por lo tanto, inexistencia del mismo.
El libre albedrío por el que
vivimos siendo caudal del río de nuestra existencia sólo nos puede ser dado por
Dios a través de Su Sabiduría para el hombre a medida que va desapareciendo en
él la necesidad de contención del riesgo moral para el Bien Universal.
Quien vive conforme a los
dictados del mundo, aunque no lo sepa, renuncia a su libre albedrío y es canto
rodado en el río de su existencia.
El ejercicio del libre
albedrío consiste en la elección de espíritu para el gobierno de la razón. Ahí
se agota su ejercicio, pues ese espíritu será quien obre en nosotros el querer
y el hacer.
Sólo
la elección del Espíritu Santo es libre y, por tanto, hace libre. Cualquier otro espíritu
elegido para el gobierno de la razón es elección condicionada por los dictados
de un mundo que sólo reviste apariencia de sabiduría y de libertad a través de
momentos efímeros de felicidad (Col 2:20-23), pero que tiene su origen en la
ignorancia del esclavo que no sabe lo que hace su señor (Jn 15:15) y que existe
como muerto viviente en un mundo que elige por ti mientras aún duermes[1]: la apariencia de
libre albedrío no es libre albedrío, aunque pueda dar la falsa sensación
de serlo.
“Si permanecéis en Mi
doctrina (ejercicio consciente del libre albedrío), sois verdaderamente
discípulos míos, conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará Libres” (Jn
8:31-32).
Porque “la causa está
causada por aquello de lo que ella es la causa” y por ninguna otra cosa puede
estar causada[2], es
por lo que, aunque "dioses sois”, si no vivís como dioses, Hijos de Dios,
viviréis y moriréis como hombres, hijos del mundo (Jn 10:34, Sal 82), pues, es
sólo porque "cree el ladrón que todos son de su condición"[3], que vive tras un velo que
le impide entender que Dios sólo es Bondad Absoluta y que si tuvieseis Fe como
un grano de mostaza en que Dios sólo es Bondad Absoluta, nada os sería
imposible, sabríais que para Dios todo es posible, que al Hijo nada le falta y
su copa rebosa Dicha y Gracia todos los días de su vida (Jn 1:1-3, Mt 17:20-21,
Gal 5:18, Mc 10:27, Sal 23). E, igualmente, porque “la causa está causada
por aquello de lo que ella es la causa” y por ninguna otra cosa puede estar
causada, sólo la elección del Espíritu Santo es libre y, por tanto, hace libre,
pues es la única causa posible de su causa.
Porque, “quien no nace
de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3:3), sólo a quien nace
de nuevo en esa causa que es verdadero ejercicio del libre albedrío de
quien pide a Dios un Espíritu Santo (Lc 11:13), Dios le da el
entendimiento de que sólo Él es Bueno, porque en Él sólo hay Bondad Absoluta
sin sombra del mal[4] y ya nada teme
(Jn 14:27), pues escucha cómo Dios le dice “quiero contarte entre mis Hijos,
agraciarte con una tierra de delicias, la heredad más preciosa entre las
naciones. Me llamarás Padre y no te separarás más de Mí” (Jrm 3:19), “Yo te
libro de las cadenas de tus manos. Ve a donde quieras, pues Yo estoy siempre contigo”
(Jrm 40:2-4, Sal 23, Tob, Jn 17), porque el Hijo sabe que la Libertad no
es un Fin, sino una propiedad necesaria para la Gracia Incondicionada de la
Bondad Absoluta Universal[5], sin la cual no es posible
vivir de conformidad con lo que agrada a Dios Altísimo.
Porque hemos puesto
nuestra Fe en Kristo para alcanzar la Fe de Kristo en la Bondad Absoluta Universal
del Padre (Jn 14:9, 13:20, 14:28, 14:11, 10:30, Sab
4:10-15, 11:23-26, Mt 5:43-48, Lc 15:25-32), Dios desembota nuestro
entendimiento (Sal 16), de modo que, porque “la causa está causada por
aquello de la que ella es la causa”, es por Su Hijo que somos sacados del
mundo (Jn 15:19) y entendemos que “por ser Hijos,
Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, que clama ‘¡Abba!,
¡Padre!’. De suerte que ya no eres siervo, sino Hijo; Hijo y, por tanto,
heredero por la Gracia de Dios, pues, en aquel tiempo no conocíais a Dios y
servíais a los que no eran realmente dioses. Pero ahora habéis conocido a Dios,
o mejor, habéis sido conocidos por Dios” (Gal 4:6-9)[6].
Por tanto, “si estáis muertos
con Kristo a los elementos del mundo, ¿por qué sujetaros a las
prescripciones como si vivieseis en el mundo? <<No tomes, no gustes,
no toques …>> Todo esto está destinado a perecer con el uso;
son <<prescripciones y enseñanzas de hombres>>, que tienen cierta apariencia
de sabiduría con su piedad afectada, con su humildad y mortificación
corporal, pero no sirven más que para satisfacción de la carne. Si, pues,
habéis resucitado con Kristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Kristo sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las
de la Tierra” (Col 2:20-23 y 3:1-2). Y si no habéis sido sacados del
mundo y aún permanecéis sometidos a sus dictados y siguiendo su corriente, “despierta,
tú que duermes; levántate de entre los muertos y te iluminará Kristo”
(Ef 5:14), porque quien duerme es vencido por el mundo (Mt 13:25,
Gn 3), pero “cuando Kristo, vuestra Vida, aparezca, apareceréis también
vosotros gloriosos con Él” (Col 3:4)[7].
[2]
Ibn Arabí, "Los Engarces de las Sabidurías", Capítulo 22 – “El
engarce de una sabiduría íntima en un verbo de Elías”, BG 6:26, Ap 21:5.
[6] Ver
capítulo “13.2
(V) En Espíritu y en Verdad”
[7] Ver
capítulo “Los
mundos sin Dios (y III)”