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7 (IV) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

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      IV. Quienes han conocido la Dicha Suprema de la Vida en la Gracia, entienden cuán muertos estaban antes y cuán muertos están los que no han alcanzado la dicha de la Gracia. Y por eso, ese imperativo categórico por el que el hombre, queriendo salir por él mismo del laberinto de la Ley, se imponía a sí mismo y pretendía imponer a los demás como Ley universal que él consideraba buena, deja de tener sentido, pues ha visto que ni tan siquiera era capaz de entender esa regla de oro que es la Ley y los profetas y que Jesucristo expresó como “hacer y tratar a los demás como quisiéramos que nos hicieran y trataran a nosotros” (Mt 7:12), pues, durante el curso de su vida en la Ley, nunca supo lo quería para sí (Rom 8:26-27). Antes de SER VIVIDO POR DIOS, el hombre bienintencionado busca por sí mismo el sentido y propósito de su existencia, devanándose los sesos para distinguir el bien del mal desde su corta perspectiva humana, sin tan siquiera llegar a comprender cómo hac...

5 (I) La Ley: Causalidad de la Causa de lo Perecedero

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  “La causa está causada por aquello de lo que ella es la causa” [1] .          I. “En el fenómeno, todo efecto es un suceso o algo que acontece en el tiempo; debe precederle, según la ley universal de la naturaleza, una determinación de la causalidad de su causa (un estado de ésta), a la cual sigue ese efecto según una ley constante. Pero esta determinación de la causa para la causalidad debe ser también algo que acontece u ocurre; la causa debe haber comenzado a actuar, pues de otro modo no se podría pensar ninguna sucesión temporal entre ella y el efecto. El efecto habría existido siempre, como la causalidad de la causa. Por consiguiente, entre los fenómenos, también la determinación de la causa para obrar debe haber nacido, y por tanto debe ser, como su efecto, un suceso, el que a su vez debe tener su causa, y así sucesivamente, y por consiguiente la necesidad de la naturaleza debe ser la condición según la cual son determinadas las causa...

1 (y III) El esclavo no sabe lo que hace su Señor

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    III. En la máxima sufí que fundamenta la comprensión de Dios en el hombre, del hombre en Dios y del sentido de su existencia en el mundo en la máxima de que “quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor” y su lectura a contrario sensu , podemos ver que, si es el hombre quien prescribe su ley universal a sí mismo y, en consecuencia, al mundo que conforma todo su Ser, quien no se conoce a sí mismo legisla a lo loco y se hace víctima de su propia ley, pues no conoce a su Señor (que es su ley universal, lo sepa o no lo sepa, lo quiera o no lo quiera, lo crea o no lo crea y le guste o no le guste) y, por tanto, no comprende al mundo ni a su propia existencia. Es esclavo de una ley que desconoce y, por así decirlo, es sancionado una y otra vez, pues, de todos es sabido que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, máxima indiscutible en todos los ordenamientos jurídicos y, por tanto, no es Señor de su propio mundo, sino esclavo de él y, entonces, los versículo...