Acerca de
I. El propósito de este blog es el de
ser una guía de orientación y de trabajo para la comprensión del
misterio de la Creación que nuestro amado Padre nos ha regalado, así como del
sentido de nuestra propia existencia en su triple dimensión: en nuestro
interior, en el mundo y en Dios.
“La causa está causada por aquello de lo
que ella es la causa”[1],
y la “Sabiduría de Dios para el Hombre” que escucha y vive conforme a Sus
enseñanzas es la única “Causalidad de la Causa” de una existencia “Krística de
una Razón Pura” que llega a ser “en la Tierra como en el Cielo”.
Sólo el conocimiento de Dios abordado
desde la pureza del ojo de la intención con que buscamos Su Sabiduría, esto
es, abrigando únicamente pensamientos de Bondad Infinita en nuestro deseo de
conocerlo y no buscándolo como aliado para nuestros propios fines, sino
para aliarnos con los Suyos, nos acerca al Altísimo o región de Dios en que
reside la consciencia de Sí mismo que ordena todo en todos en beneficio del
todo, pues el Dios de la Gracia (el que hemos conocido y podemos dar a
conocer), en Su más alta esfera de existencia, es el Perfecto Optimizador de
todos los recursos de Sí Mismo, y en Él el Bien Absoluto es Amor al Bien
Absoluto, el único camino que supera a todos (1Cor 12:31 en relación con Lc
6:27-49).
Esta Sabiduría de Dios para el hombre nos ha
sido transmitida desde siempre, en toda cultura, época y pueblo de este
pequeño mundo a través de los Evangelios (canónicos y apócrifos) y los
Libros del Tanaj y los deuterocanónicos recogidos en la Biblia, el Bhagavad
Guita, los Upanishads, el Tao Te Ching, el Hua Hu Ching, el Corán, …
Los Libros Sagrados son el instrumento del
que Dios se vale para dar testimonio de Sí Mismo en Su Absolutidad y en Su
existencia en el hombre que, a medida que es formado, instruido y perfeccionado
en Su enseñanza a través del trabajo interior, ve cómo va transformándose en
parte de ese inmenso cuerpo de Kristo que es Hijo y complacencia del Padre,
parte de Él, con quien forma una sola cosa y que es GRACIA o BONDAD
INFINITA E INMUTABLE, SIEMPRE ALEGRE, UNIVERSAL Y LIBRE, porque el ESPÍRITU del
que emanan sus pensamientos, palabras, obras y omisiones es siempre SANTO.
II. En esa triple dimensión de la
existencia, llamo Arqueología del Ser a ese trabajo
interior que corresponde al hombre acometer mediante el estudio
de los Libros Sagrados y de testimonios de quienes han llegado a
conocer verdaderamente a Dios, así como en el de la meditación y
oración vivificante de esa Palabra Santa, porque se trata de una labor
de desescombro y búsqueda de una Verdad que se encuentra en lo íntimo del Ser,
pero que ha sido crucificada, muerta y sepultada bajo un montón de escombros
formados por conocimientos impuestos desde el mundo exterior y que espera a ser
buscada, encontrada y resucitada (renacida) de manera "que Kristo
habite por la fe en vuestros corazones cada día más arraigados y fundamentados
en el amor" (Ef 3:17). Éste es el único trabajo que
corresponde al hombre: querer entender y conocer a Dios en su interior o,
lo que es lo mismo, cambiar una simple preposición en la vida, pasando
de creer en Dios a Creer a Dios a través de Su Palabra encarnada, la
que Él nos ha enviado como camino para encontrarla en nuestro interior (Jn 6:29
y 1Jn 5:10).
Los lenguajes del alma y del mundo son
distintos y tan contrarios y opuestos entre sí como la Verdad que hace
Libre y la mentira que hace esclavos. Las expresiones “quien se conoce a sí
mismo, conoce a su Señor”, “he conocido a mi Señor por mi Señor”, “invoqué
al Señor, Padre de mi Señor”, “dijo el Señor a mi Señor”, … son
todas ellas máximas de Sabiduría divina que han guiado la existencia de quienes
han llegado a entender que “el esclavo no sabe lo que hace su Señor” (Jn
15:15) y que, precisamente, por no haber querido conocerlo, es esclavo de sus
“circunstancias”, mientras que quien trabaja en la arqueología del Ser
valiéndose de la Palabra Sagrada -que habla el lenguaje del alma y no el del
mundo-, llega a comprender que “El Padre es mayor que yo"(Jn
14:28), pero “YOSOY en el Padre y el Padre en mí” (Jn 14:11), pues, “el
Padre y yo somos una misma cosa” (Jn 10:30), y “el que cree en mí, hará
las obras que yo hago y las hará aún mayores que éstas” (Jn 14:12), porque “no
es el discípulo superior a su Maestro, pero el bien formado será como su
Maestro” (Lc 6:40), pues “Tú amas la Verdad en lo íntimo del Ser y, en
secreto, Sabiduría me enseñas” (Sal 51:8).
“Para buscar a Dios es mejor buscarle en
nuestro interior, porque se le halla mejor y más a nuestro provecho que en las
criaturas …/… Es excelente meditación pensar en Dios dentro de sí, porque se
funda sobre Verdad que es estar Dios dentro de nosotros mismos”, que diría
Teresa de Jesús en sus “Moradas” o “Castillo Interior”, “porque
es Dios el que percibe y entiende cuando lo buscamos dentro y no fuera”,
que diría Agustín de Hipona en sus “Confesiones” en identidad de
espíritu con Isaías, los Upanishads, el Tao Te Ching o el Bhagavad Guita: el
Cuerpo de Kristo que es la única Realidad (Col 2:16) que merece
la pena alcanzar de entre todas las posibles experiencias de existencia está y
es en el núcleo del Ser.
Y, en esa triple dimensión, llamo Geometría
del Ser y Metafísica del Ser, respectivamente, a
la experiencia posible de una existencia en plenitud -antes prisionera de
creencias impuestas desde fuera mediante “prescripciones y enseñanzas de
hombres, que tienen cierta apariencia de Sabiduría” (Col 2:23), pero que
son expresión del lenguaje del mundo de lo perecedero- que ahora se abre no
como creencia, sino como certeza (realidad posible dentro del infinito
abanico de realidades alternativas posibles) de un universo infinito que,
a través de la compresión del lenguaje de lo eterno, se transforma en Amor de
manera perfectamente perceptible por el entendimiento a medida que progresa ese
trabajo interior: el conocimiento y entendimiento de quién es cada uno de
nosotros en el mundo y en Dios "a fin de que podáis comprender con
todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad,
y conocer el amor de Kristo, inmensamente mayor de cuanto nosotros podamos
imaginar, para que seáis llenos de la plenitud de Dios" (Ef
3:18-19). Y éste es el trabajo de Dios en nosotros, no el nuestro,
pues para el hombre esto es imposible (Mc 10:27). Nuestro trabajo, como digo,
es conocer a Dios en nuestro interior a través de las Escrituras y de la
meditación y oración, de modo que, viviendo conforme a Su Enseñanza, Él hace de
nosotros seres capaces de ver Su Poder en la transformación de las
propiedades de todo lo que nos rodea a través de la transformación
de nuestra propia naturaleza corrompida, devolviéndola a su pureza (Ef
2:1-2 y 12-13), favoreciendo que nosotros mismos seamos instrumentos
de Su Gracia (BG 11:44 y 14:26), de modo que "todas las
cosas cooperan al bien de los que aman a Dios" (Rom 8:28).
Esto es la contemplación en la dicha suprema.
En definitiva, a través de ese trabajo de
arqueología del Ser -para el que el estudio, la meditación y la oración son la
única herramienta idónea o pura-, podría decirse que todo se reduce a que los
Salmos 51 y 23 se alimentan mutua y eternamente, haciéndose infinitamente el
uno causa de sí mismo (causalidad) en el otro como causa de la evolución de
nuestro Ser universal (en nuestro interior, en el mundo y en Dios), esto es, un
estado o serie de estados del Ser en constante expansión de su capacidad para
hacer inteligible esa geometría y metafísica del Ser que, sin llegar a saber
jamás cómo se conforma a sí misma, nos convierte en testigos privilegiados
de nuestra propia existencia en la dicha suprema de una vida en la que,
como una espiral ascendente e infinita, “el Reino de Dios es como un hombre
que echa la semilla en tierra; duerme y despierta noche y día, y la semilla
germina, y crece sin que él sepa cómo …/… como el grano de mostaza que, cuando
se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas; pero después de
sembrado, crece y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa ramas tan
grandes que las aves del cielo pueden cobijarse en su sombra” (Mc 4:26-32).
III. Este blog parte de la siguiente
premisa: "Estas cosas nunca han de referírsele a quien carece de
autodisciplina, o carece de amor, o prefiere no oír, o discute contra Mí. Mas
aquél que enseña esta recóndita doctrina a quienes sienten amor por Mí,
experimentando él, a su vez, un supremo amor, ése en verdad vendrá a Mí. Pues
entre los hombres no hay quien realice para Mí una acción superior, ni hay
sobre la tierra hombre alguno que me sea más grato que ése" (BG
18:67-69 ó Mc 4:11-12). "Gratis lo recibisteis, dadlo gratis" (Mt
10:8).
Es por esto la identidad de la autoría del
blog resulta del todo irrelevante, pues no perseguimos aplauso ni controversia
ni reproche ni foro de debate ni donaciones ni nada que pueda enturbiar lo
único relevante de este trabajo y que el Libro del Eclesiástico tan bellamente
expresa: "he buscado celosamente el bien y no seré confundido. A
quien me ha dado la Sabiduría glorificaré. Con poco que incliné el oído la
logré y me encontré mucha doctrina. Gracias a ella he progresado mucho y en la
pureza la he encontrado. Acercaos a mí y frecuentad la escuela. Adquiridla sin
dinero. Ved con vuestros propios ojos qué poco he trabajado yo y qué gran
descanso he encontrado. Alegraos en la misericordia del Señor y no os
avergoncéis de Su alabanza. Haced vuestra obra antes del tiempo dado y, a su
hora, Él os dará la recompensa" (Eclo 51). Y es que, “quien
habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria
del que le ha enviado, ése es veraz y en él no hay injusticia” (Jn 7:18),
pues nada busca para sí mismo de entre los hombres, sino sólo en Dios.
Aunque pueda parecer contradictorio, ese
trabajo de arqueología del Ser no es conocimiento de Dios si lo que con ello se
busca no es el Bien Universal, pues el Espíritu Santo de Dios para el hombre
“no se alcanza a través del mucho estudio, ni a través del intelecto y las
enseñanzas sagradas. Lo alcanzan los escogidos por Él, porque ellos lo
escogen. A sus escogidos revela Él Su gloria. Ni aun a través del conocimiento
profundo puede alcanzarse a menos que se abandonen los caminos de la maldad y
haya sosiego en los sentidos, concentración en la mente y paz en el corazón de
uno” (Katha Up 2), porque ninguna transformación es útil si no es
buscada para beneficio de los demás (santidad) y, por lo tanto, Dios
sólo se manifiesta en Su Sabiduría pura en “aquéllos que muestran virtud y
desean ayudar a los demás” (HH54); ellos podrán escuchar y entender el
lenguaje del alma que dice “en ti serán bendecidas todas las gentes”
(Gal 3:8) como el río que fertiliza toda la tierra que encuentra a su paso y
que no busca su propia autorrealización como fin, sino que sabe que es
necesaria como medio para ser útil al propósito de Dios, que siempre está en el
Bien Común (1Cor 12:7) y que, sabiendo que “no hay árbol bueno que dé fruto
malo ni árbol malo que dé fruto bueno” (Lc 6:43), también sabe que ningún
árbol da futo para sí mismo y que, por tanto, así como el fruto bueno es
alimento, el fruto malo envenena al que lo come. Por eso, “superior a la
meditación es la entrega amorosa de los frutos de las propias acciones, pues de
la entrega resulta la paz” (BG 12:12).
IV. Nosotros recibimos la Sabiduría de
Kristo Jesús, quien, iluminando con Su Evangelio nuestra mesa de trabajo como
la luz del flexo, nos lleva de la mano por toda esa doctrina del inmenso Kristo
que se derrama en los Libros Sagrados a través de Krishna, Lao Tse, Zhuang Zi,
Jeremías, Isaías, Ezequiel, Mahoma, ... y de los testimonios de todos
aquéllos que han abrazado Su Verdad como Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús,
Agustín de Hipona, Javier Garrido, Walter Kasper, Martín Lutero, Tomás de
Kempis, Platón y su Sócrates, Plotino, Ibn Arabí, Abu Said, Sri Yukteswar,
Pramahansa Yogananda, Pandit Shriram Sharma Acharya, ... y tantos otros a
quienes tanto debemos por cuanto nos han regalado para que ahora nosotros
podamos regalar a otros la Sabiduría y el Amor que Dios nos ha prodigado a
través de ellos (Jn 17:20-21).
De entre todos ellos, y sin atribuir mayores
o menores agradecimientos a cada uno de ellos, queremos reivindicar
especialmente el descomunal trabajo de Pablo de Tarso y de Immanuel Kant y su
empeño en entregar la totalidad de sus vidas hasta el “genug” de su
último aliento a facilitar nuestro entendimiento la inmensa dicha de que "querer
entender" la Sabiduría de Dios para el Hombre sea, de por sí, tan
inmensamente fructífero y que ya sólo el darse a ella es perfecta
inteligencia y quien por ella se desvela pronto estará libre de inquietud”
(Sab 6:15), pues la Verdad que hace Libre es “buscad primero el Reino de
Dios y Su Justicia y lo demás os es dado por añadidura” (Mt 6:33).
Así,
la Razón que Él hace Pura se hace, simultáneamente, capaz de
un Juicio Recto (entendimiento del fenómeno que los sentidos
perciben, no en las cosas mismas, sino en cómo sus propiedades afectan a los
sentidos), que puede pensar lo particular como contenido en lo universal (Uno)
y su infinita diversidad como la vinculación de toda cosa a través del
principio de la Gran Unidad de lo diverso, necesario y no azaroso en todas las
regiones de Dios, el Único Ser en quien vivimos, nos movemos y existimos
(HA 17:28) y que, por ser permanentemente consciente de esta realidad
trascendental de la Unidad (inapariencia) que sostiene toda la realidad
inmanente (apariencia) en un único cuerpo bien trabado, es causa de Sí misma en
la Razón Práctica de la contemplación para alcanzar
amor, de modo que el mandato de Dios para el propósito de nuestra
existencia se hace trabajo realizado siempre de buena gana.
V. El mundo es el gimnasio del espíritu
en el hombre, siempre lo ha sido y siempre lo será. Del mismo modo que no
puede fortalecerse la musculatura del cuerpo físico sin levantar pesas, tampoco
puede fortalecerse la musculatura espiritual sin esfuerzo espiritual (ese
trabajo interior del que antes hablaba). Y, sin embargo, el trabajo del
gimnasta sobre las pesas que levanta en el gimnasio ninguna transformación
opera sobre esas pesas, que quedan exactamente igual y en el mismo lugar cuando
acaba sus ejercicios. La transformación se ha producido en el gimnasta; en
quien ha hecho el trabajo.
Así es el milagro de Dios en el trabajo
espiritual del hombre cuando nos dice “vosotros, amad a vuestros enemigos,
haced el bien y dad sin esperar nada a cambio. Entonces vuestra recompensa será
grande y seréis Hijos del Altísimo. Porque Él es bueno para malos e ingratos”
(Lc 6:35), porque sólo en ese
ejercicio se fortalece el espíritu en el hombre hasta hacerse Bondad
Infinita e Inmutable, Siempre Alegre, Universal y Libre, esto es, hasta que
no quede nada de su condición humana y él mismo sea Gracia Divina.
Y ello porque ha permitido que Dios le haya
mostrado que Él, en sus infinitas manifestaciones y Nombres, es Todo en Todo
(1Cor 15:28, BG 7:19) y que, por tanto, Todo le está sometido tanto como Él lo
somete todo al Hijo que ha llegado a conocerlo porque ha querido conocerlo en
Su Infinita Bondad, pero que, mientras no ha querido conocerlo, ha de estar
sometido él también a una “contención del riesgo moral” de quien,
llevando una existencia inquieta y ocupada en la búsqueda de la satisfacción de
sus propios intereses particulares y de los de su pequeña camada, no es capaz
de tener una visión universal de la Gran Unidad y, por tanto, no puede ser
beneficiario de esa Verdad que hace Libre (Gal 4:1-5); Libertad que, en sí
misma, no es un fin, sino un medio necesario para la Gracia.
Por expresarlo de una manera gráfica, el
mundo es como un gran piano de cola exultante de belleza y capaz de producir
los sonidos más hermosos cuando éstos están perfectamente armonizados. En
apariencia es el mismo piano para todos. Lo que es distinto para cada uno de
nosotros es la forma en que despliega sus propiedades y cómo éstas afectan a
nuestros sentidos, de manera que para unos interpretará las más hermosas
composiciones y para otros un ruido ensordecedor e insoportable, es decir, nos
dará una vida en la Tierra como en el Cielo o en la Tierra como en un infierno
que abarca tonalidades que van desde el gris claro hasta el negro azabache,
pero que no son Alegría Celestial.
VI. La causa está en ti; el efecto es la
música perfectamente armonizada o el ruido desordenado; y la causalidad de la
causa (determinación del estado, intención o espíritu de ésta) es la cualidad y calidad del
Dios en el que crees (un Dios infinitamente bondadoso o vengativo y
destructor, luminoso o tenebroso, alegre o iracundo, accesible o inaccesible,
nombrable o innombrable, severo o paternal, …) y la cualidad y calidad de tu conocimiento de
Dios en tu interior (politeísta, monoteísta, teísta, deísta, agnóstico o
ateo), esto es, la calidad y cualidad de tu Fe, pues “la Fe de un
hombre se muestra de acuerdo con su naturaleza. Al hombre lo hace su Fe.
Aquello que es su Fe, lo es él también” (BG 17:3), o lo que es lo mismo, tu
capacidad de mantener permanente presencia de Dios en tu pensamiento de manera
que tu Fe no se vea condicionada por las circunstancias (Mc 4:3-20), sino que sea
condicionante de las circunstancias, ya te encuentres solo o ante tus amigos,
familiares, fariseos, publicanos, justos, pecadores, Herodes o Pilato.
>>Pratardana,
hijo de Devadasa, afrontó la lucha interna con toda su alma y así alcanzó la
morada de Indra, la morada del amor de Dios.
Indra
le dijo: “Pratardana, pide un deseo”. A esto, Pratardana respondió: “Te pido
me concedas el deseo que creas mejor para la humanidad”.
“Un
maestro no impone un deseo a su pupilo”, dijo Indra, “pide cualquier deseo que
te venga en gana”.
“Entonces
no pediré deseo alguno”, dijo Pratardana.
Mas
Indra no abandonó la senda de la verdad, porque Dios es verdad. Entonces dijo a
Pratardanana: “Conóceme, pues eso es lo mejor para el hombre, conocer a Dios”<< (Kaushitaki Up 3.1).
“Padre
Justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido y ellos han
conocido que Tú me has enviado. Yo les he manifestado Tu Nombre y se lo
manifestaré, para que el amor que Tú me has tenido esté en ellos, y yo en
ellos” (Jn 17:26).
Quienes hemos dedicado nuestra vida pasada a
muchas ramas del conocimiento y otros afanes mundanos, podemos asegurar que
todo ello es estéril y jamás apaga la sed si no es buscado como medio para
conocer a Dios, pues Dios lo ha dispuesto justamente al revés: “buscad
primero el Reino de Dios y Su Justicia, y lo demás se os dará por añadidura”
(Mt 6:33). Por eso, conocer a Dios en nuestro interior es la única
actividad que merece nuestra plena dedicación en nuestro paso por este mundo,
porque en cuanto se inicia ese camino entregando a ello todo el Ser, la
existencia comienza a transformarse de modo que “saldréis con alegría, y en
paz seréis llevados; montes y colinas darán ante vosotros gritos de alborozo, y
batirán palmas todos los árboles del campo” (Is 55:12). Y Dios nos dice que
“me hallarás si me buscas con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas” (Dt 4:29 y 6:5, BG 18:65-66, …), pues,
mientras el Ser siga atado en la tierra con pre-ocupaciones distintas del
conocimiento de Dios, esas mismas pre-ocpuaciones seguirán atándolo a este
mundo (Mt 16:19), impidiéndole encontrar la salida del seol (Sal 16:7-11),
porque ha priorizado las cosas del mundo sobre el conocimiento del Artífice de
las cosas del mundo (Sab 13:1-9) y “de nada sirve al hombre ganar el mundo
si pierde su alma” (Mt 16:26), porque se deja engañar por pensamientos, ya
sean propios o ajenos, alejados de la Sabiduría de Dios para el Hombre.
“Porque su comienzo más seguro es el
deseo de instrucción, querer instruirse es amarla, amarla es observar sus
leyes, la guarda de las leyes es garantía de inmortalidad, y la inmortalidad
nos avecina a Dios; luego el deseo de la Sabiduría nos eleva al Reino” (Sab
6:17-20), pues “hay, en efecto, en ella un espíritu inteligente, santo,
único, multiforme, sutil, ágil, penetrante, límpido, diáfano, impasible, amante
del bien, afilado, expedito, benéfico, amigo de los hombres, estable, firme,
libre de inquietudes, que todo lo puede, todo lo vigila y penetra en todos los
espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Pues más móvil que
todo movimiento es la Sabiduría, y por su pureza lo atraviesa y lo penetra
todo. Es ella un soplo del poder de Dios, una efusión pura de la gloria del
Todopoderoso; por eso nada manchado entra en ella” (Sab 7:22-25). Sólo la
Sabiduría de Dios para el Hombre devuelve a la Razón su pureza original
haciendo posible una vida Krística en la Tierra como en el Cielo. Sólo ella es
causalidad de su propia causa: la Gracia.
La causalidad de la causa de una
existencia en la Tierra como en el Cielo es un estado de paz y alegría que el
mundo no puede dar, sino tan sólo Dios: “La paz os dejo, mi paz os doy.
No como la da el mundo os la doy yo. No se turbe vuestro corazón ni tenga
miedo” (Jn 14:27) y “estad siempre alegres” (1Tesal 5:16), pues, del
mismo modo que “los doctores de la Ley frustraron el plan de Dios para con
ellos” (Lc 7:30), el hijo que “entrando en sí mismo”, busca al
Padre, lo encuentra en el Camino, celebrando su vuelta y diciendo “este hijo
mío había muerto y ha vuelto a la vida” (Lc 15:17-24).
El desarrollo de todo esto, que hemos
concentrado de manera apretada en este apartado de presentación, será lo que iremos
compartiendo en este blog que, en definitiva, no pretende ser un trabajo
“crítico” (probanza de la verdad que hace libre o, en expresión kantiana,
demostración científica de la verdad que “suministra a nuestro juicio el
patrón de medida con el cual se puede distinguir con seguridad entre el saber y
la apariencia del saber”), sino un trabajo “krístico” que, con base a esa
certeza que ya nos ha sido transmitida por Dios a través de todos los que han
iluminado nuestra existencia, lo único que pretende es -desde una
perspectiva universal de los Libros Sagrados, la filosofía, la historia, las
artes y las ciencias- transmitirla tal cual nos ha sido transmitida y presentar o, si se
quiere, reivindicar, glorificar, proclamar, manifestar o dar testimonio de
los inmensos beneficios y bendiciones que se derraman sobre quien, libremente,
elige una existencia vivida conforme a la Sabiduría de Dios para el Hombre, que
lleva al conocimiento consciente del inmenso don del que somos titulares -si
queremos- y que nos permite vivir siempre alegres en un Reino de Dios en la
Tierra como en el Cielo, en libertad absoluta, diseñando nuestro propio
Universo, que Dios va construyendo a través de la transformación de las
propiedades de todas las cosas para colmarnos de dicha suprema cuando, viviendo
conforme a Sus enseñanzas, somos nosotros mismos instrumento de Su Gracia, la
cual tiene su más magnífica manifestación de la suprema virtud en “aceptar
la responsabilidad de descubrir y transmitir la verdad total. Busca la verdad total,
practícala en tu vida cotidiana y compártela humildemente con los demás. Así
enterarás en el Reino de lo Divino” (HH 16).
Sea, pues, este blog nuestro manifiesto de
que “las bendiciones y la sabiduría que corresponden a quienes practican el
Camino Integral y conducen a otros a él, son mil millones de veces más grandes
que todas las bendiciones y sabidurías mundanas combinadas” (HH 26),
dejando a los designios del Altísimo la posibilidad de que pueda ser instrumento
de Su Gracia para quienes buscan lo que nosotros hemos hallado y alcancen, así,
nuestro mismo gozo.
“Despierta, tú que duermes, levántate de
entre los muertos y Kristo te iluminará” (Ef 5:14).
[1]
Ibn Arabí, “Los Engarces de las Sabidurías”: Capítulo 22 – “El engarce de
una sabiduría íntima en un verbo de Elías”.