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Árboles y Abejas

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“ Hay dos tipos de Espíritus en este Universo: el perecedero y el imperecedero . El perecedero conforma todas las cosas de la Creación. El imperecedero es lo que no se mueve” (BG 15:16). “Frente al mal está el bien, frente a la muerte la vida y frente al piadoso, el pecador. Y así contempla todas las obras el Altísimo, todas de dos en dos, una frente a otra ” (Eclo 33:14-15): “bajo el Cielo, todos pueden ver la belleza como belleza, pero sólo porque existe la fealdad. Todos pueden reconocer lo bueno como bueno, pero sólo porque existe la maldad. El ser y la nada se generan el uno al otro. Lo difícil nace de lo fácil. Lo corto define lo largo, lo bajo lo alto. El antes y el después se suceden entre sí” (Tao 2). “Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles bonitos de ver, y sabrosos para comer, así como el Árbol de la Vida en medio del jardín y el árbol de la ciencia del bien y del mal … y dio al hombre este mandato: ‘de todos los árboles del jardín puedes comer, pero del árbol de ...

13.4 (II) En Espíritu y en Verdad

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            II. Y, entonces, y sólo entonces, “si os preguntan <<¿cuál es el signo de vuestro Padre en vosotros?>>, decidles: <<es un movimiento y un reposo>> (Tom 50), pues, en el Camino de Perfección en Dios Altísimo, la adversidad no es una lucha entre el bien y el mal, sino el discurrir del río de agua viva que discurre como el manantial que salta a la Vida Eterna . El mal, simplemente queda fuera de lo que es objeto de la instrucción por la que “el discípulo no es superior a su Maestro, pero el que fuere perfeccionado, será como su Maestro” (Lc 6:40).          Dios instruye a quien dice “Yo voy al Padre” sólo y exclusivamente en el Árbol de la Vida : con, para, por y en el Bien Universal ( “por Kristo, con Él y en Él” ) y no para perder sus días comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2:15-17) a través de un laberinto de infinitas combinaciones de categorías [1] en l...

13.1 (II) En Espíritu y en Verdad

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      II. Pues bien, sólo en ese autoconocimiento de la razón humana en sí misma y en cómo conoce lo que está fuera de sí misma llega el hombre a entender qué es lo que le impide el conocimiento de lo Divino y que no es otra cosa que “comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, buscando un “mal” que no existe, pues Dios no ha hecho nada malo. Buscar “el bien y el mal” no es ser un dios, Hijo de Dios, por participación en Dios Altísimo (Sal 82:6-7, Jn 10:34-35), sino pretender erigirse en un dios que juzga y condena lo que Dios ha creado con Amor, Sabiduría y Perfección universales, de una manera que le es del todo imposible entender a la limitada, pero soberbia y vanidosa razón humana, que, sin ese autoconocimiento de sus propias competencias, limitaciones e inclinaciones, siempre encuentra mayor satisfacción en ver la paja en el ojo ajeno (incluido el de Dios) que la viga en el propio (Lc 6:41). Y su propia ceguera es la que le impide ver que es su propio enten...