Un Único Pastor para Un Único Rebaño


Muchos creen que Jesucristo es el Hijo de Dios. Otros muchos creen que fue un Profeta y un Maestro. Y otros muchos desprecian toda Su Enseñanza sin identificarse con uno sólo de Sus preceptos.

Muy pocos, sin embargo, creen en Él como la Voz de Dios Altísimo en el interior del hombre que es el Único Pastor del que testifican todas las Escrituras para un único rebaño (Jn 4:26, 5:39, 8:42-43, 10:14-16, 20:28, Sab 12:7, 1Cor 12, 1Jn 5:10 y 20, 2Cor 13:5). “Mis ovejas reconocen mi Voz” porque ésa es la Voz de Dios en el interior del hombre que la reconoce como la Voz de Dios que resuena en su interior (Jn 10:26-30, Rom 8:14-17).

Y en ausencia de ese reconocimiento de Su Enseñanza como la Voz de Dios en el interior del hombre (Jn 10:27-28), es imposible alcanzar una existencia conforme a lo que Jesucristo dice que debe ser nuestra vida para no perjudicar Su Nombre al llamarle Maestro delante de los hombres (Mt 5 a 7, Lc 6, Gn 1:26-27, 2:7, 1Cor 12, 13, 14 y 15, Ef 1 y 2, Rom 8, Sab 4:10-17, 6:10-21, 7:1-30, 11:23-26).

La resonancia es el fenómeno de incremento de amplitud que ocurre cuando la frecuencia de una fuerza periódicamente aplicada es igual o cercana a una frecuencia natural del sistema en el cual actúa.

El que es de Dios, escucha las Palabras de Dios y Ellas resuenan en él. El Verbo es acción y efecto de la Palabra: el Verbo ES Dios (Jn 8:47, 1:1-3, 1Jn 1:1-4).

Y quien puede sentir cómo resuenan las Palabras de Dios dentro de sí mismo y puede ver esto en Jesucristo, él mismo está escuchando y publicando a los cuatro vientos (vibración de la “caja de resonancia” que es la Verdad en lo íntimo del Ser) el Nombre del Padre al que ama para sí por Sus Atributos (lo Nombrado), el Hijo que quiere ser para ese Padre y el Espíritu que obra el milagro que lo hace posible. Y lo mismo verá en ese fruto del Amor mutuo profesado entre Krishna y Arjuna, o entre Platón y su Sócrates, o entre Lao Tse y el Tao, pues, “quien recibe a quien Yo envíe, a Mí me recibe, y el que me recibe a Mí, recibe al que me ha enviado a Mí” (Jn 13:20) y vive una Fe que es Amor Puro, enamorándose de todo Amor como el que alcanzan Pablo de Tarso, Immanuel Kant, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Ibn Arabí, Agustín de Hipona, Paramahansa Yogananda, Pandit Shriram, Abu Said, Zhuang Zi, … hijos todos ellos de una Fe que es Enamoramiento Divino de los Atributos de la Gracia Incondicional que es Bondad Absoluta y Preservación Universal Eterna de la Vida[1].

Y el reconocimiento de Su Enseñanza como la Voz de Dios en el interior del hombre sólo es posible desde la predisposición del corazón para entender que en el hombre que vive de conformidad con esa Única Enseñanza de la que testifican todas las Escrituras (Mt 5  a 7, Jn 5:39, 10:6), Kristo es formado dentro de nosotros al ritmo que necesita la semilla hasta ser Árbol de la Vida, de modo que el alma viviente se hace Espíritu Vivificante a través de un progreso espiritual por el que Dios va haciendo lo de abajo como lo de arriba (Lc 6:40, Gal 4:19, Sab 7, 16:28, 12:7, 11:23-26, 6:10-21) y,  simultáneamente, lo de fuera como lo de dentro (Flp 69a, 1Jn 1:1-4, Mc 10:27-31, Is 65:14-25)[2].

Para ello es del todo necesario e indispensable QUERER ENTENDER[3] EL MANDATO KRÍSTICO[4] CONFORME AL ÚNICO VALOR DE LA VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO[5] DEL QUE EMANA LA VERDADERA DISCIPLINA DEL DISCÍPULO[6].

 




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