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(y V) Los Signos de los Tiempos

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  (Capítulo completo en pdf descargable gratuitamente pinchando en este enlace: “Los Signos de los Tiempos” ) V En el mundo del Ser humano coexisten, como medio necesario para el ejercicio de la facultad del libre albedrío, el Espíritu de lo Eterno y el Espíritu de lo Perecedero (dualidad). Al Espíritu de lo Eterno pertenece exclusivamente la Naturaleza Divina. Y al Espíritu de lo Perecedero pertenecen todas las cosas de la Creación, ya sean de naturaleza animal, vegetal o mineral. El hombre viene al mundo en su condición perecedera, que, en el Ser humano es animal. Pero tiene la facultad de poder trascender esa condición y alcanzar la Naturaleza Divina (Lc 11:13) por participación, como Hijo de Dios (Ef 1:3-14). Primero viene lo terrestre y, luego, si ése es el ejercicio de la facultad del libre albedrío, lo celeste (1Cor 15). Mientras es terrestre, el hombre no comprende nada de lo celeste, aunque puede sentir una atracción irresistible por conocerlo, comprenderlo y alcanzarlo...

3. Hijo

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     Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco [1] , quien sabe y dice al mundo que :    El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo [2] . Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, sabréis que YOSOY, y que nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que me ha enseñado el Padre. El que me ha enviado está conmigo, y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él [3] . YOSOY me envía a vosotros [4] . Si me conocierais a mí, conoceríais también al Padre [5] . El Padre me ama porque yo doy mi vida y la tomo de nuevo. Nadie me la quita, sino que la doy yo por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de volver a tomarla. Tal es el mandato que recibí de mi Padre [6] .    Escudriñad la Escrituras, ya que en ellas creéis tener vida eterna: ellas testifican de mí [7] . El hombre que rechaza la palabra de las Escrituras y sigue el impulso del deseo, no alcanza ni su perfección ni la dicha, ni la Vía suprema. Que l...

13.1 (II) En Espíritu y en Verdad

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      II. Pues bien, sólo en ese autoconocimiento de la razón humana en sí misma y en cómo conoce lo que está fuera de sí misma llega el hombre a entender qué es lo que le impide el conocimiento de lo Divino y que no es otra cosa que “comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, buscando un “mal” que no existe, pues Dios no ha hecho nada malo. Buscar “el bien y el mal” no es ser un dios, Hijo de Dios, por participación en Dios Altísimo (Sal 82:6-7, Jn 10:34-35), sino pretender erigirse en un dios que juzga y condena lo que Dios ha creado con Amor, Sabiduría y Perfección universales, de una manera que le es del todo imposible entender a la limitada, pero soberbia y vanidosa razón humana, que, sin ese autoconocimiento de sus propias competencias, limitaciones e inclinaciones, siempre encuentra mayor satisfacción en ver la paja en el ojo ajeno (incluido el de Dios) que la viga en el propio (Lc 6:41). Y su propia ceguera es la que le impide ver que es su propio enten...