13.2 (V) En Espíritu y en Verdad

 


         V. Y, por último, entiende bien, “en Espíritu y en Verdad”, la diferencia entre quien nace al nuevo día en el Espíritu Santo del Altísimo y quien lo hace despreciando el regalo más precioso que jamás haya hecho Dios a cualquiera de Sus criaturas: el ejercicio sabio y consciente del libre albedrío desde antes de que Dios “ponga los cimientos del nuevo día para todas las criaturas”:

-         En el Espíritu Santo del Altísimo, la voz del hombre cuya determinación es “Yo voy al Padre” clama “desde las profundidades Te invoco …” (Sal 130) pidiendo Espíritu de Santidad (Sal 51, Lc 11:13), y, entonces, el Hijo y su mundo (forma visible) es formado y perfeccionado en cada nuevo día a imagen y semejanza del Padre (nombre del Padre que es Dios Altísimo) por acción del Espíritu Santo (poder que actúa dentro y fuera del Ser haciendo uso de la razón), siendo ese entrelazamiento trinitario el que conforma el Ser uno y trino.

-         “En Espíritu y en Verdad” significa con conocimiento de causa y causalidad, esto es, sabiendo qué espíritu está siendo objeto de adoración (Jn 4:22-24), pues, el centro de gravedad alrededor del cual orbitamos (fama, reputación, familia, riquezas, trabajo, … o Espíritu Santo), es lo que adoramos y progresa en su obra en nosotros, nos hayamos esforzado en conocerlo para poder identificarlo o no.

-         Y por eso, del mismo modo en que Jesús dice que por no saber lo que adoran (Jn 4:22-24), los hijos de la mentira son imagen de su padre por acción del espíritu (espíritus no designados por Dios para el Hombre) que da nombre al padre y forma al hijo en el hombre animal, haciendo de ellos hombres que viven en una infinita diversidad de mundos de mentira que les hace incapaces de comprender Su lenguaje y de conocer la Verdad que hace Libre (Jn 8:31-58), también dice que por el bautismo (nacimiento) en el Espíritu Santo, Santo es el Nombre del Padre y Santa es la forma visible del Hijo y su mundo (Mt 28:19-20) y así son sus acciones (Jn 14:12).

         Así pues, por acción del espíritu que obra dentro y fuera de nosotros, el nombre del padre es la forma del hijo; y sólo cuando el Espíritu es Santo porque nace al nuevo día “sentado a la derecha del Padre” (Ef 2:6), adelantándose a la salida del sol para dar Gracias por el nuevo día (Sab 16:28), participando con Dios Altísimo en su Creación, como arquitecto, desde antes de que sean echados los cimientos, pueden ambos, Padre e Hijo, por acción del Espíritu Santo, recrearse en mutua presencia en las delicias del nuevo día (Prov 9 entero, y, especialmente, versículos 22-31), desde el amanecer hasta el ocaso, “desayunando, almorzando, merendando y cenando” (Ap 3:20) en la Paz de Dios que no turba el corazón ni tiene miedo de noticias malas ni de adversarios de ninguna clase (Jn 14:27, Sal 112, 91 y 23, BG 2:40 y 11:49, Tao 60, Mt 6:32-34), como el niño que ve el mundo desde el regazo de su madre (Sal 131):

-         “El alma viviente se hace Espíritu Vivificante” (1Cor 15:45).

-         “Sus primeras obras se encuentran atadas por las tres cualidades, y a cada cosa le da su sitio en la naturaleza. Pero cuando las tres desaparecen, la obra se halla terminada y puede iniciarse una obra más grande” (Svet Up 6 y Ef 2:8-10).

-         “Gracias al Hijo, el Padre se afirma en este mundo y Su aliento vital, inmortal y divino todo lo penetra” (Brhad Up 1:5).

-         Porque  “quiero contarte entre mis Hijos, agraciarte con una tierra de delicias, la heredad más preciosa entre las naciones. Me llamarás Padre y no te separarás más de Mí” (Jrm 3:19), de modo que “por ser Hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, que clama ‘¡Abba!, ¡Padre!’. De suerte que ya no eres siervo, sino Hijo; Hijo y, por tanto, heredero por la Gracia de Dios, pues, en aquel tiempo no conocíais a Dios y servíais a los que no eran realmente dioses. Pero ahora habéis conocido a Dios, o mejor, habéis sido conocidos por Dios” (Gal 4:6-9).

-         Y, no siendo del mundo, sino de Dios Altísimo por ese nacimiento al nuevo día (Jn 1:12-13), el discurrir del Hijo durante su paso por el mundo (Jn 17) es “imitar a Dios como Hijo Amado” (Ef 5:1), “reproduciendo la imagen de Su Hijo” (Rom 8:29), que es “la imagen (Forma del Hijo) de Dios invisible (Nombre del Padre) (Col 1:15) por Obra y Gracia del Espíritu Santo (poder que actúa dentro y fuera del Ser).

 





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