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Mostrando las entradas etiquetadas como imperativo categórico

14.1 (II) Razón adversa y Razón propicia

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            II. Y ello, precisamente, por no trascender los límites de la mera razón, que se encuentran en la revelación que nadie más puede transmitir [1] , y cuya única fuente es la relación íntima y estrecha entre Padre e Hijo: una relación que, sólo cuando es vivida “en lo secreto” (Mt 6:4, 6, 18 y 19-21 y Rom 14:16 y 22), a través del estudio de los Libros Sagrados, la meditación, la oración y la contemplación sagradas, es vivificada por el Espíritu Santo para “la justicia, paz y gozo” (Rom 14:17) del Espíritu en el hombre por su entendimiento espiritual y de su razón humana al ser dispensada de lo que no le corresponde (Mt 16:23), pues si, como veíamos al inicio de este capítulo, la razón humana no necesita descubrir “lo interior de las cosas” (noúmeno), el Espíritu que dice “Yo voy al Padre” sí lo necesita (de ahí la predisposición del hombre a la metafísica), “y vuestro Padre conoce vuestras necesidades antes de que se lo pidáis” (Mt 6:8), a f...

14.1 (I) Razón adversa y Razón propicia

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            I. A nuestro parecer, nadie como Kant (ni tan siquiera Heidegger o Jung) ha profundizado jamás en los entresijos de la razón humana originaria ( “pura” en la terminología kantiana), diseccionándola hasta el punto de llegar, a través de una vasta y extensa obra, a poner de manifiesto que, en su último rescoldo, la metafísica es, precisamente, hija predilecta de la razón humana puesta en nosotros por la naturaleza misma, quizá más que ninguna otra ciencia , siendo ésta “la finalidad y la utilidad de esta disposición natural de nuestra razón” y concluyendo, sin embargo, que a la razón humana no sólo le es imposible descubrir “lo interior de las cosas” (noúmeno), sino que, además, no lo necesita, pues lo que pertenece a su ámbito de “trabajo” es el “fenómeno” o “lo que, como objeto de los sentidos, puede pertenecer a la experiencia y puede ser puesto en conexión, según leyes de la experiencia, con nuestras percepciones reales” , de manera que, ...

7 (y V) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

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      V. La libertad que otorga Dios desde la Gracia como causalidad de la causa de lo existenciable en el Reino de los Fines es, justamente, restauración de una Razón Pura, virgen, inmaculada y sin mancha en la que Dios Altísimo puede hacer Su morada en el Hombre Nuevo (Jn 14:23) y, por tanto, ser causa de Sí Mismo en el Hombre que, desde ese renacer espiritual, ES VIVIDO POR DIOS, pues el hombre no puede ser causa en sí mismo de aquello que no es: GRACIA PURA E INCONDICIONADA.    Pues, ¿cómo puede el hombre negarse a sí mismo (Mt 16:24) si no es siendo sustituido por Dios? El hombre sólo puede ser causa de sí mismo, y por eso le es imposible escapar de su propio seol. “Pero no para Dios; que para Dios todo es posible” (Mc 10:27). Y por eso, para la prosperabilidad del propósito divino de existenciación del Hombre Nuevo en el Reino de los Fines “nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pi...

7 (IV) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

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      IV. Quienes han conocido la Dicha Suprema de la Vida en la Gracia, entienden cuán muertos estaban antes y cuán muertos están los que no han alcanzado la dicha de la Gracia. Y por eso, ese imperativo categórico por el que el hombre, queriendo salir por él mismo del laberinto de la Ley, se imponía a sí mismo y pretendía imponer a los demás como Ley universal que él consideraba buena, deja de tener sentido, pues ha visto que ni tan siquiera era capaz de entender esa regla de oro que es la Ley y los profetas y que Jesucristo expresó como “hacer y tratar a los demás como quisiéramos que nos hicieran y trataran a nosotros” (Mt 7:12), pues, durante el curso de su vida en la Ley, nunca supo lo quería para sí (Rom 8:26-27). Antes de SER VIVIDO POR DIOS, el hombre bienintencionado busca por sí mismo el sentido y propósito de su existencia, devanándose los sesos para distinguir el bien del mal desde su corta perspectiva humana, sin tan siquiera llegar a comprender cómo hac...

1 (II) El esclavo no sabe lo que hace su Señor

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      II. La causalidad de la causa en la existencia de la persona (toda su experiencia posible de la vida) viene determinada por su grado de espiritualidad o materialidad. Así, la pureza, impureza u oscuridad de ese entendimiento depende, en primera y última instancia, del ser o no-ser del alma: de tener un alma viva que es dueña y señora de sus dominios y, por tanto, despierta y vigilante porque sabe elegir conscientemente Espíritu para su entendimiento, o un alma dormida que “a ratos” es invitada a despertar y curiosear qué tal le va a su anfitrión en la montaña rusa de la vida, pero a la que no se le otorga ninguna autoridad para ocuparse de esa vida, o un alma muerta.    Entender está, por un lado, en querer entender y, por otro, en no permitir que esa voluntad sea condicionada ni contravenida por causas ajenas, sino exclusivamente por el Espíritu de Dios o libertad que otorga el imperativo categórico de la ley moral interna y que ha de ser necesariamente ...

1 (I) El esclavo no sabe lo que hace su Señor

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      I. “El esclavo no sabe lo que hace su Señor”  (Jn 15:15) y precisamente por eso es esclavo.    “El entendimiento no extrae sus leyes  (a priori)  de la naturaleza, sino que se las prescribe a ésta”, "leyes según las cuales un entendimiento es causa del mundo. Cuando esa determinación de su causalidad se refiere a un efecto en el mundo, que encierra un propósito moralmente necesario, pero inejecutable para seres de sentidos, entonces es posible un conocimiento de Dios y de Su existencia "  (Kant [1] ).    A diferencia de los animales, que no pueden escapar del sometimiento a las leyes que gobiernan los elementos, sólo al hombre se le ha dado la libertad de poder entender para elegir libremente el estado y destino de su existencia, según entienda o no que Dios, y sólo Él, es el Señor del tiempo interminable en el que prosperan  “el conocimiento del alma, la razón que conduce a la verdad, la palabra, la memoria, l...