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Los mundos sin Dios (II)

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   Sin embargo, todo ello no sirve sino como trampa que propicia esa “mutación genética” de nuestra naturaleza que supone el no querer conocer al Dios Verdadero (Jn 17:3) y, en consecuencia, “ convertirnos nosotros mismos en dioses, sólo para aparecer dignos ante ellos” , aplacando ese natural deseo -que invariablemente se ha manifestado en nosotros desde las más primitivas organizaciones tribales hasta nuestros días- mediante una ilusoria descarga de nuestra conciencia a través de la participación en las mismas, ya sea en forma de domiciliación bancaria, de participación ocasional en determinados momentos propiciados por una catástrofe de dimensiones mediáticas que cubren los telediarios de dos o tres jornadas y que quedan rápidamente en el olvido o de plena dedicación heroica de sus integrantes.      Lo mismo cabe predicar de todas aquellas “marcas registradas de la Fe” que hacen creer a sus feligreses y parroquianos que el mero hecho de militar en ellas les h...

Necesitamos Santos

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  LA MIES ES MUCHA Y LOS OBREROS POCOS. PEDID AL SEÑOR DE LA MIES QUE ENVÍE MÁS OBREROS A SU MIES (Mt 9:35-38)    Como las abejas necesitan árboles para garantizar su supervivencia, en el mundo de los hombres “necesitamos santos. Y para tener santos, necesitamos personas de una auténtica oración; y la auténtica oración es la que inflama con un fuego de amor: sólo así es posible levantar el mundo y acercarlo al corazón de Dios” [1] .    Santos que, en el estudio, meditación y oración perenne y silenciosa, dedicados al conocimiento de Dios y de Su Voluntad para la humanidad (Sab 11:23-26, BG 16:1-3 y 18:42, Mt6/Lc6, Jn 17:3, Ef 5:15-17), vivan   “recitando las páginas purificadas que contienen los Libros Verdaderos para la evidencia de la rectitud” (Cor 98:1-3).    “Sábete también de una acción que es silencio: misteriosa es la vía de la acción de quienes, libres de deseo ansioso, su actuación se vuelve pura en el fuego de la Sabiduría” (BG 4:17-1...

El Árbol de la Vida (Gn 2:9, Mc 4:26-32)

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  EL ÁRBOL ES SIEMPRE DE LA MISMA ESPECIE Y CALIDAD QUE EL DE SU SEMILLA    El Reino de Dios en la Tierra existe, y quien ha llegado a conocerlo, ve cómo “su misma existencia beneficia a todas las cosas” (HH15) y en él “son bendecidas todas la gentes” ((Gal 3:8) [1] , porque su SER/ESTÁ siempre en Dios Altísimo y Él en él (Col 3:1-4, Jn 14:28, 14:11 y 10:30).    Así es el “efecto paraguas” del Árbol de la Vida que, mientras crece dando fruto para la Vida Eterna que es alegría del Segador, del Sembrador y del Dueño de la Cosecha (Jn 17:3, 4:31-38, BG 18:68-69), purifica el aire de todo el ecosistema que, aun desde la más completa ignorancia o indiferencia, existe temporalmente bajo su abrigo y anida en sus ramas (Mc 4:26-32).   El Árbol de la Vida es eterno y, como el sol y la lluvia, derrama sus bendiciones sobre todos por igual. Sin embargo, sólo cuando la semilla de su fruto cae en tierra fértil, nace de ella un nuevo Árbol de la Vida de la misma ...