Necesitamos Santos

 


LA MIES ES MUCHA Y LOS OBREROS POCOS. PEDID AL SEÑOR DE LA MIES QUE ENVÍE MÁS OBREROS A SU MIES (Mt 9:35-38)

   Como las abejas necesitan árboles para garantizar su supervivencia, en el mundo de los hombres “necesitamos santos. Y para tener santos, necesitamos personas de una auténtica oración; y la auténtica oración es la que inflama con un fuego de amor: sólo así es posible levantar el mundo y acercarlo al corazón de Dios”[1].

   Santos que, en el estudio, meditación y oración perenne y silenciosa, dedicados al conocimiento de Dios y de Su Voluntad para la humanidad (Sab 11:23-26, BG 16:1-3 y 18:42, Mt6/Lc6, Jn 17:3, Ef 5:15-17), vivan  “recitando las páginas purificadas que contienen los Libros Verdaderos para la evidencia de la rectitud” (Cor 98:1-3).

   “Sábete también de una acción que es silencio: misteriosa es la vía de la acción de quienes, libres de deseo ansioso, su actuación se vuelve pura en el fuego de la Sabiduría” (BG 4:17-19).

   Necesitamos santos que han entendido que sólo la Alegría nos hace dignos de la Vida, porque con ella mostramos Gratitud a Quien nos la dio y nuestro mundo se alegra (Jn 16:20, Is 55:12-13), haciéndose digno de la Alegría y Complacencia de Su Creador.

   Necesitamos voluntarios (libre albedrío) para la Santidad que deseen ser formados a la Imagen y Semejanza Perfecta de la Bondad Absoluta de Dios, de la que emana la Belleza de la Creación que es Alegría del Segador, del Sembrador y del Dueño de la Cosecha, causa/fin y  alimento de la Vida Eterna (Jn 4:31-39).

   Necesitamos Ashrams y Monasterios habitados por discípulos de la Santidad y necesitamos anunciadores/reclutadores ambulantes, promotores del diálogo interreligioso e intercesores de Dios en la Tierra que, mientras son formados en la Gracia durante su existencia terrenal, “acepten la responsabilidad de descubrir y transmitir la verdad total, practicándola en su vida cotidiana y compartiéndola humildemente con los demás” (HH 16, BG 18:68-69, Jn 5:17, Mt 10:8), siendo causa de la acción de las fuerzas de la Naturaleza para el predominio de la pureza frente a la impureza y la oscuridad y garantía de la Presencia de Dios en la Tierra (BG 4:6-8, 3:27-29 y 9:8-10, Prov 8:27-31, Mt 17:20).

   Necesitamos santos que, como los árboles apartados del mundanal ruido de las abejas, dan su vida por las abejas (Jn 15:13), purificando el aire y dando flores rebosantes de néctar divino desde “la Estación de la Quietud y de la Suficiencia Inmutable”[2] que viene de una Paz que el mundo no puede dar, sino tan sólo Dios (Jn 14:27).

   Y necesitamos público que aplauda la Belleza de la Obra Creadora de Dios, porque ha alcanzado a entender que, precisamente, para el deleite de su público ha sido creada.

   “Prior Philip: Nuestro trabajo es espiritual, y nuestro trabajo la oración, la adoración y la contemplación… Tú quieres construir esta catedral, ¿verdad?

   Tom: Sí, padre. Querría que me designarais maestro constructor.

   Prior Philip: ¿Por qué?

   Tom: ¡Porque será hermosa!

   Prior Philip: ¿Y qué otra cosa puede ser mejor que hacer algo hermoso para Dios?[3]

   “La mies es mucha y los obreros pocos. Pedid al Señor de la mies que envíe más obreros a Su mies” (Mt 9:35-38): “que esta Tierra reciba siempre una digna colonia de Hijos de Dios” (Sab 12:7), “sabios de la preservación del mundo” (Sab 6:24, Gn 2:15, 18:25-26, BG 10:32-34, Sab 9, Jn 17).




[1] “Orar hoy, un desafío a superar”: Angelo Comastri en el volumen 1 de la serie de libros publicados por “Biblioteca de Autores Cristianos” y editados como guía para el Jubileo Ordinario de 2025, dedicado a la Oración.

[2] EC, pg 32.

[3] Los Pilares de la Tierra”: Ken Follet




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