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Mostrando entradas de diciembre, 2023

7 (III) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

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      III. Como decíamos en el capítulo 3, nuestra formación en el propósito divino de existenciación en el Reino de los Fines es el trabajo de Dios en nosotros (6:29); Su milagro, no el nuestro, pues para el hombre esto es imposible (Mc 10:27 y 12:24). Nuestro trabajo, como digo, es conocer a Dios en nuestro interior a través de las Escrituras y de la meditación y oración, de modo que, viviendo conforme a Su Enseñanza, Él hace de nosotros seres capaces de ver Su Poder en la transformación de las propiedades de todo lo que nos rodea (Sab 19:18) a través de la sustitución de nuestra propia naturaleza corrompida, devolviéndola a la Razón Pura (Ef 2:1-2 y 12-13) y favoreciendo que nosotros mismos seamos instrumentos de Su Gracia (BG 11:44 y 14:26), de modo que  "todas las cosas cooperan al bien de los que aman a Dios"  (Rom 8:28) y, en ellos, “su propia existencia beneficia a todas las cosas” (HH15) y “son bendecidas todas las gentes” (Gal 3:8). Así pues, el trabajo del Hombr

7 (II) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

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    II. Éste es el Sagrado Corazón del Hijo de Dios Altísimo, de la simiente de Su semilla, del Árbol de la Vida cuyo fruto contiene semilla de la misma especie y calidad que la que le dio la vida desde que nació a la libertad que es causalidad de la causa de lo existenciable en lo eterno y que, ahora, al crecer no haciendo nada por su cuenta, sino diciendo y haciendo lo que el Padre le enseña , alcanza la Unidad en el Reino de los Fines (Jn 17) siendo causalidad de la causa de lo Eterno: la Gracia amorosa e indiscriminada que es Bondad Infinita e Inmutable, Siempre Alegre, Universal y Libre. La culminación de la vida Krística de Una Razón Pura de quien llega a ser perfecto andando el Camino Integral por el que el discípulo no es superior a su Maestro, pero el que es perfeccionado, llega a Ser como su Maestro” (Lc 6:40): “camina en Mi Presencia y sé perfecto” (Gn 17:1) y “en ti serán bendecidas todas las gentes” (Gal 3:8).    Y decimos que ésta es la culminación de ese Camino de Pe

7 (I) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

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“La causa está causada por aquello de lo que ella es la causa” [1] .    I. YOSOY Aquél de quien se dice: “Tú amas la Verdad en lo íntimo del Ser y, en secreto, Sabiduría me enseñas” (Sal 51:8), no tú; YOSOY Aquél de quien se dice: “Tú tienes compasión de todo porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Porque amas todo cuanto existe y a nada de lo que hiciste tienes aversión, pues, si algo odiaras, no lo habrías creado. Y ¿cómo subsistiría nada si Tú no lo quisieras? ¿cómo podría conservarse si no lo hubieses Tú llamado al Ser? Pues, Tú todo lo perdonas porque todo es Tuyo, Señor, amigo de la Vida” (Sab 11:23-26), no tú; YOSOY Aquél que dice: “Ahora hago nuevas todas las cosas” (Ap 21:5), no tú; y YOSOY Aquél que dice “YOSOY el Alfa y la Omega, el principio y el fin” (Ap 21:6), no tú; “YOSOY el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14:6), no tú; YOSOY la Gracia que es Bondad Infinita e Inmutable, Siempre Alegre Universal y Libre de la

6 (y IV) La Libertad: Nacimiento a la Causalidad de la Causa de lo Existenciable en lo Eterno

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    IV. Dios es el Creador Sublime de cada día [1] , el Único y Perfecto Optimizador de todos los recursos de Sí Mismo. “Conoce, pues, que la naturaleza es Maya, pero que es Dios quien gobierna Maya; y que todos los seres en nuestro Universo son partes de su infinito esplendor. Él es el Señor de todos que, oculto en el corazón de las cosas, custodia el mundo del tiempo” (Svet Up) . “Así pues, amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2Pedro 3:8) . “Quienes saben que el vasto día de Brahma, dios de la Creación, dura siempre mil eras, ellos en verdad conocen el día y la noche” (BG 8:17). “Aprende, por tanto, acerca de un tiempo de luz en el que los yoguis van a la vida eterna y de un tiempo de oscuridad en el que se vuelve a la vida en la tierra (BG 8:23), y elige sabiamente, pues “nosotros debemos hacer las obras del que me ha enviado mientras es de día, y cuando viene la noche, nadie puede trabajar” (Jn 9:4).    Cuando la Verda

6 (III) La Libertad: Nacimiento a la Causalidad de la Causa de lo Existenciable en lo Eterno

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    III. Y lo que se nos pide es que, renacidos y liberados del karma del pecado que nos impedía salir del laberinto de la Ley por nosotros mismos, nuestra vida transcurra en la Krística de una Razón Pura que ya no sólo escucha “a ratos” la Sabiduría de Dios para el Hombre, sino que sólo hace lo que escucha del Padre, y, por lo tanto, nada hace por su cuenta, sino que dice lo que el Padre le enseña (Lc 6:46-49 y Jn 8:28-29).    Porque este renacimiento del Hombre libre de pecado es una Gracia temporal que es condición de existenciabilidad en el Reino de los Fines, pero que deja de serlo en el momento en que se aparte de Sus Enseñanzas, volviendo a los mundos de la Ley hasta “pagar el último céntimo” (Mt 18:21-34, Jn 5:14) de todo aquello de lo que, gratuitamente (por pura Gracia), había sido liberado por Dios con el único propósito de ser perfeccionado para su existencia en el Reino de los Fines ( “hacer buenas obras, que Dios de antemano preparó para que nos ejercitáramos ene ellas

6 (II) La Libertad: Nacimiento a la Causalidad de la Causa de lo Existenciable en lo Eterno

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    II. Dios tiene el poder de hacer a los hombres seres capaces de ver Su Poder en la transformación de las propiedades de todo lo que nos rodea, devolviendo nuestra naturaleza corrompida a su pureza (Ef 2:1-2 y 12-13) para hacernos instrumentos de Su Gracia (BG 11:44 y 14:26), esto es: "todas las cosas cooperan al bien de los que aman a Dios"  (Rom 8:28) para favorecer que el hombre pueda ser perfeccionado en la suprema virtud, que es “aceptar la responsabilidad de descubrir y transmitir la verdad total” (HH 16).    Y para ello, el hombre ha de volver a nacer libre y nuevo. Y, así, en la simbología del lenguaje bíblico –histórico o fabulado, resulta indiferente- el Camino de Perfección en la Gracia comienza con la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud del sistema al que estaba sometido y no con el alcance de la meta de la Tierra Prometida. El Camino a la Gracia comienza desde la libertad. Y no es posible recorrerlo en la Ley, pues la Ley es “guardián de las pue

6 (I) La Libertad: Nacimiento a la Causalidad de la Causa de lo Existenciable en lo Eterno

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“La causa está causada por aquello de lo que ella es la causa” [1] .    I. “El que no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3:3), y quien nace de nuevo, nada sabe (Gal 6:3 y 1Cor 8:2-3), sino que comienza a saber de Dios mismo, por Él, con Él y en Él.    Kant, al tratar de convencer a quienes verdaderamente ansiaban ocuparse de la metafísica, decía que “es imprescindible interrumpir por el momento su trabajo, considerar todo lo ocurrido hasta ahora como si no hubiese ocurrido , y ante todo plantear primeramente la pregunta: <<si algo así como la metafísica -como ciencia de lo posible y no como un mero y caprichoso “filosofar” (dialéctica) - es, en general, al menos, posible>>” [2] .    El hombre sólo sale del seol de la Ley comprendiendo que “para el hombre es imposible, pero no para Dios” (Mc 10:27) y pidiéndole “concédeme la Gracia de Tu visión pura y dame la Vida conforme a Tu Palabra, pues Tu Palabra es Verdad. Hágase Tu Voluntad y no la mía, pues solo

5 (y IV) La Ley: Causalidad de la Causa de lo Perecedero

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     IV. Cuando iniciábamos el primer párrafo del capítulo primero diciendo que “el entendimiento no extrae sus leyes (a priori) de la naturaleza, sino que se las prescribe a ella; leyes según las cuales un entendimiento es causa del mundo” no decíamos que sea el hombre quien invente y promulgue esas leyes, sino que, ya sea de pensamiento, palabra obra u omisión, determina o hace comenzar esa causa de la que la Ley es causalidad, “activando” una de esas redes o entrelazamientos de las infinitas combinaciones infinitesimales de continuidad entre los vínculos universales que se manifestarán en forma de realidad, existencia o experiencia posible de la vida en la Ley de todo lo perecedero, como todo lo que es causalidad de la causa en la naturaleza material. Y para el hombre es del todo imposible alcanzar a conocer ni tan sólo una millonésima parte de todos esos infinitos vínculos universales.    La causalidad de la causa en el hombre perecedero es el deseo (y, por lo tanto, libre el

5 (III) La Ley: Causalidad de la Causa de lo Perecedero

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     III. Todo es efímero en las realidades de la Ley: el sufrimiento es efímero, la felicidad es efímera y la vida es efímera. Todo en ella es temporal y todo en ella termina pasando. La Ley está “programada” por Dios para el gobierno de todo lo que es eternamente efímero a través de una justicia de naturaleza retributiva, tanto en su fortuna como en su adversidad, proveyendo a cada causa de lo necesario para que cumpla su función material y temporal y que, una vez cumplida, perezca. Todo ello en un proceso paulatino que, en expresión de Agustín de Hipona, consiste en la “privación del bien (la vida útil) hasta lo que de todo punto no es” , dando así a cada cosa la utilidad perfecta para el todo, de modo que “cada una de ellas es buena y todas juntas muy buenas” [1] .    La Ley, como causalidad de lo efímero, cumple así su propósito de existencia, haciendo que toda materia “vuelva al polvo del que fue formada” (Gn 3:19) para volver a ser formada sin memoria ni recuerdo consciente

5 (II) La Ley: Causalidad de la Causa de lo Perecedero

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     II. Pues bien; la Ley, perfecta en el cumplimiento de sí misma en la preservación de todo lo eternamente efímero, es, asimismo, contención del riesgo moral del hombre cuyo ejercicio del libre albedrío (consciente o inconsciente) pretende imponer su voluntad en un orden perfecto universal, cuestionando, juzgando lo que es bueno y malo y condenando en los demás todo aquello que no le gusta o que contraviene sus intereses particulares y amparándose, en muchas ocasiones, en una supuesta autoridad moral con la que se permite a sí mismo ser protagonista de un esperpéntico escenario en el que, incluso, se conduce a la humanidad a los más terribles cismas y rupturas protagonizados por judíos frente a samaritanos, budistas frente a hinduistas y, a su vez, escisiones entre budistas o entre hinduistas; sijistas frente a hinduistas y musulmanes; éstos entre ellos mismos (chiítas, sunnitas o sufistas) y frente a judíos y cristianos; éstos frente a musulmanes y judíos y entre ellos mismos divi

5 (I) La Ley: Causalidad de la Causa de lo Perecedero

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  “La causa está causada por aquello de lo que ella es la causa” [1] .          I. “En el fenómeno, todo efecto es un suceso o algo que acontece en el tiempo; debe precederle, según la ley universal de la naturaleza, una determinación de la causalidad de su causa (un estado de ésta), a la cual sigue ese efecto según una ley constante. Pero esta determinación de la causa para la causalidad debe ser también algo que acontece u ocurre; la causa debe haber comenzado a actuar, pues de otro modo no se podría pensar ninguna sucesión temporal entre ella y el efecto. El efecto habría existido siempre, como la causalidad de la causa. Por consiguiente, entre los fenómenos, también la determinación de la causa para obrar debe haber nacido, y por tanto debe ser, como su efecto, un suceso, el que a su vez debe tener su causa, y así sucesivamente, y por consiguiente la necesidad de la naturaleza debe ser la condición según la cual son determinadas las causas eficientes” [2] .    La causalidad de la c