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Los mundos sin Dios (y III)

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   Baste citar la siempre imbatible sabiduría de Jesucristo contenida en esta simple parábola del fariseo y el publicano: “A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: <<Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano>>. Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: <<Dios, sé propicio a mí, pecador>>. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (Lc 18:9-14).    Y éste y no otro es el sentido de la bienaventuranza del humilde (Mt 5:5); porque sólo...