7 (IV) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno
IV. Quienes han conocido la Dicha Suprema de la Vida en la Gracia, entienden cuán muertos estaban antes y cuán muertos están los que no han alcanzado la dicha de la Gracia. Y por eso, ese imperativo categórico por el que el hombre, queriendo salir por él mismo del laberinto de la Ley, se imponía a sí mismo y pretendía imponer a los demás como Ley universal que él consideraba buena, deja de tener sentido, pues ha visto que ni tan siquiera era capaz de entender esa regla de oro que es la Ley y los profetas y que Jesucristo expresó como “hacer y tratar a los demás como quisiéramos que nos hicieran y trataran a nosotros” (Mt 7:12), pues, durante el curso de su vida en la Ley, nunca supo lo quería para sí (Rom 8:26-27). Antes de SER VIVIDO POR DIOS, el hombre bienintencionado busca por sí mismo el sentido y propósito de su existencia, devanándose los sesos para distinguir el bien del mal desde su corta perspectiva humana, sin tan siquiera llegar a comprender cómo hacer y tratar a