Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Mt 7:12

7 (IV) La Gracia: Causalidad de la Causa de lo Eternamente Eterno

Imagen
      IV. Quienes han conocido la Dicha Suprema de la Vida en la Gracia, entienden cuán muertos estaban antes y cuán muertos están los que no han alcanzado la dicha de la Gracia. Y por eso, ese imperativo categórico por el que el hombre, queriendo salir por él mismo del laberinto de la Ley, se imponía a sí mismo y pretendía imponer a los demás como Ley universal que él consideraba buena, deja de tener sentido, pues ha visto que ni tan siquiera era capaz de entender esa regla de oro que es la Ley y los profetas y que Jesucristo expresó como “hacer y tratar a los demás como quisiéramos que nos hicieran y trataran a nosotros” (Mt 7:12), pues, durante el curso de su vida en la Ley, nunca supo lo quería para sí (Rom 8:26-27). Antes de SER VIVIDO POR DIOS, el hombre bienintencionado busca por sí mismo el sentido y propósito de su existencia, devanándose los sesos para distinguir el bien del mal desde su corta perspectiva humana, sin tan siquiera llegar a comprender cómo hacer y tratar a

1 (II) El esclavo no sabe lo que hace su Señor

Imagen
      II. La causalidad de la causa en la existencia de la persona (toda su experiencia posible de la vida) viene determinada por su grado de espiritualidad o materialidad. Así, la pureza, impureza u oscuridad de ese entendimiento depende, en primera y última instancia, del ser o no-ser del alma: de tener un alma viva que es dueña y señora de sus dominios y, por tanto, despierta y vigilante porque sabe elegir conscientemente Espíritu para su entendimiento, o un alma dormida que “a ratos” es invitada a despertar y curiosear qué tal le va a su anfitrión en la montaña rusa de la vida, pero a la que no se le otorga ninguna autoridad para ocuparse de esa vida, o un alma muerta.    Entender está, por un lado, en querer entender y, por otro, en no permitir que esa voluntad sea condicionada ni contravenida por causas ajenas, sino exclusivamente por el Espíritu de Dios o libertad que otorga el imperativo categórico de la ley moral interna y que ha de ser necesariamente ley universal [1] ; una