(I) Los Signos de los Tiempos

 


(Capítulo completo en pdf descargable gratuitamente pinchando en este enlace: “Los Signos de los Tiempos” )

I

“Por la tarde decís: ‘Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo’; y por la mañana decís: ‘Hoy va a hacer mal tiempo, porque el cielo está rojo y nublado.’ Pues si sabéis interpretar tan bien el aspecto del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar los signos de los tiempos? (Mt 16:2-3).

El tiempo tiene tres posibles manifestaciones o estados: pasado, presente o futuro.

Quien vive en los malos recuerdos del pasado no puede ver el Reino de Dios. Es necesario nacer de nuevo en el presente sin malos recuerdos del pasado (Jn 3:3-8, Is 65:16-19) para ver el Reino de Dios.

Y quien vive pre-ocupado por el futuro tampoco puede ver el Reino de Dios. Es necesario nacer de nuevo en el presente sin temor al futuro (Mt 6:31-34) para ver el Reino de Dios.

El Reino de Dios ya está dentro de vosotros y en medio de vosotros (Lc 17:21), pero si vivís atrapados en los malos recuerdos del pasado o en las preocupaciones de futuro, no podéis verlo, porque ambos son bucles temporales que atan a lo que no existe de manera perceptible por los sentidos (pasado y futuro), impidiendo vivir “viendo” y ver “viviendo” lo único que existe de manera perceptible por los sentidos (el presente).

Igual que ocurre con las tres posibles manifestaciones del tiempo, somos Seres trinitarios en cualquiera de las manifestaciones del Ser. Como Dios es Uno y Trino, así somos nosotros, que hemos sido creados a Su Imagen y semejanza. Eso no significa que seamos sabios ni buenos, sino que podemos llegar a serlo. Padre, Hijo y Espíritu siempre comparten el mismo signo, y sólo cuando el Espíritu es Santo, así son el Padre y el Hijo[1].

En este entrelazamiento trinitario inevitable e indisociable, sólo podemos "estar" (el Estado soy yo[2]) en una de esas manifestaciones al mismo “tiempo”, pero las otras dos tendrán siempre el mismo signo de aquélla que tiene Presencia (está presente) en nosotros: quien tiene al Hijo, tiene al Padre y a Su Espíritu (1Jn 2:23) y así ocurre con cualquiera de las tres “personas” de la Santísima Trinidad, de modo que, cuando el Espíritu es Santo, el Padre todo lo tiene, el Espíritu todo lo puede y al Hijo nada le falta y, por lo tanto, nada desea ni necesita hacer por su cuenta mas que ofrecer la vida diciendo -a quien quiera escuchar- lo que él ha escuchado al Padre (Jn 8:28)[3].

Por eso dice Jesucristo “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9), “el que recibe al que yo envíe, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado a mí” (Jn 13:20), “el Padre es mayor que yo, pero YOSOY en el Padre y el Padre en mí, pues, el Padre y yo somos una misma cosa” (Jn 14:28, 14:11, 10:30), del mismo modo que, a quienes han elegido para la vida un Espíritu distinto del Espíritu Santo, les dice "son los deseos de vuestro padre los que queréis poner en práctica” (Jn 8:44).

Y este entrelazamiento trinitario, indisociable e inevitable en cualquiera de las manifestaciones del Ser, no solamente no es distinto en las tres posibles manifestaciones del tiempo -que depende del Espíritu que gobierna a nuestra razón-, sino que es la dimensión única del Ser que, en función de su calidad, “se viste” con las infinitas formas de las demás manifestaciones (estados) del Ser[4].

Y eso somos hoy; ahora mismo; en este preciso momento: un Ser que es manifestación del estado que constituye sus presupuestos de prosperabilidad futura y cuyo peso descansa en la ligereza o se hunde en la pesadez de la calidad de la carga del pasado que tiene presencia en la memoria (Svet Up 5)[5].

En “Realidad”, lo único que tenemos y/o somos, es tiempo: un tiempo dado al que nadie, “con todo su cavilar, puede añadir ni medio metro a la medida de su vida” (Mt 6:27), porque esto “es imposible para el hombre, pero no para Dios” (Mc 10:27), que es el Único que puede convertir el tiempo dado al hombre durante su existencia en esta Tierra en tiempo eterno. Y, por eso, lo único que tiene relevancia para Dios y para el Hombre que va al Padre, es “sacar partido del tiempo, no viviendo como necio, sino como sabio” (Ef 5:15-17), esto es, sabiendo y conociendo que el tiempo dado es aquello que, según sea su signo, es potencialidad de prosperar en el tiempo interminable que es Dios Altísimo, y que esto es lo que nos da a conocer cuando nos dice “YOSOY el tiempo interminable en el que prosperan el conocimiento del alma, la razón que conduce a la verdad, la palabra, la memoria, la inteligencia, la constancia y la paciente indulgencia” (BG 10:32-34)[6].

A Dios, que es Infinitamente Misericordioso, no le interesa nuestro pasado (Gal 2:6, Is 65:16-17, Jn 5:14), sino la sinceridad de nuestra conversión (presente) para alcanzar la pureza (Eclo 51). Y, por eso, a lo que da fruto “lo limpia para que dé más fruto” (Jn 15:3) y, así, pueda prosperar (futuro), pues cualquier impureza, por pequeña que sea, es “un elemento extraño presente en una sustancia y que deteriora sus cualidades” (RAE), paulatinamente, hasta afectar a todo su Ser si no es eliminada de ella a tiempo, tal y como ocurre con la célula cancerígena que se hace metástasis (1Sam 16:22-23, en paralelo con BG 11:49 y su correspondencia en Lc 6:18-19, 8:46, 11:17-28, Flp 111 a, 1Cor 7:12-16, Jn 9:3, 17:7-10, HH 4, 5 y 15, Mt 5:36-42, BG 10 y 11)[7].

Dios es el Creador Sublime de día presente[8]; Señor de los Cielos, de la Tierra, de lo visible, de lo invisible y de todas las Fuerzas que gobiernan la Naturaleza para quienes existen en Su Presencia, esto es, teniéndole presente en su pensamiento. Porque, en Él, “está cada día en una Obra” (Cor 55:29) creada en y para quien tiene capacidad de contemplarla[9], haciendo “lo que está abajo como lo que está arriba y lo que está fuera como lo que está dentro” (Flp 69a, Sal 23), limpiando cada día lo que da fruto para que pueda dar más fruto y progresar en la pureza.



[5] Svet Up 5: “La calidad del alma determina su cuerpo futuro: terrenal o aéreo, pesado o ligero. Sus pensamientos y sus acciones pueden llevarlo a la libertad o a la esclavitud, en una vida tras otra. Pero está el Dios de infinitas formas y, cuando un hombre conoce a Dios, se libera de toda esclavitud. Él es el Creador de todo, sempiterno en el misterio de Su Creación. Él está más allá del principio y del fin, y en Su gloria existen todas las cosas”.




Entradas populares de este blog

6. Vida y Existencia en el Reino de Dios

"Reino de Dios en la Tierra como en el Cielo": descarga gratuita del libro en pdf

4.5 La Acción Correcta