8 (I) El Tiempo dado

 


   I. “Alegraos en la misericordia del Señor, no os avergoncéis de Su alabanza. Haced vuestra obra antes del tiempo dado, y, a su hora, Él os dará la recompensa” (Eclo 51:29-30). “YOSOY el tiempo interminable en el que prosperan el conocimiento del alma, la razón que conduce a la verdad, la palabra, la memoria, la inteligencia, la constancia y la paciente indulgencia; la muerte que todo se lleva y el origen de todo cuanto llega” (BG 10:32-34). Así pues, “mirad diligentemente cómo os portáis, no como necios, sino como sabios, sacando partido del tiempo, pues nuestros días son malos. Por eso, no seáis insensatos, sino entended más bien cuál es la voluntad del Señor” (Ef 5:15-17).

   La región de Dios que es Dios de los Padres y Padre de los dioses, el Eterno, de quien todo depende y en quien todo se asienta (BG 9:4), Señor de los Cielos, de la Tierra y de todo lo que hay entre ambos para quienes creen (Cor 26:23), Artífice de todo lo que existe (Sab 13:9 y Prov 8), Dios Altísimo que se ha de conocer para alcanzar la dignidad de lo eternamente eterno (BG 9:17-18, Jn 17:3) y de quien proviene toda Sabiduría, es el único tiempo interminable. Nada existe fuera de Dios, “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (HA 17:28), pero sólo en Dios Altísimo la existencia es eternamente eterna. Y sólo lo que se hace existenciable como eternamente eterno durante “el tiempo dado” a cada cosa de lo eternamente efímero, pasa a formar parte de esa región de Sí Mismo que es Dios Altísimo, en cuya pureza “nada manchado entra” (Sab 7:25).

   En realidad, lo único que tenemos y/o somos, es tiempo: un tiempo dado al que nadie, “con todo su cavilar, puede añadir ni medio metro a la medida de su vida” (Mt 6:27), porque esto “es imposible para el hombre, pero no para Dios” (Mc 10:27). Y, por eso, lo único que tiene relevancia para Dios y para el Hombre que va al Padre, es “sacar partido del tiempo, no viviendo como necio, sino como sabio”, esto es, sabiendo y conociendo que el tiempo dado es aquello que es potencialidad de prosperar en el tiempo interminable que es Dios Altísimo, y que esto es lo que nos da a conocer cuando nos dice “YOSOY el tiempo interminable en el que prosperan el conocimiento del alma, la razón que conduce a la verdad, la palabra, la memoria, la inteligencia, la constancia y la paciente indulgencia”.

   En la Sabiduría de Dios para el Hombre, el tiempo no es una cuarta dimensión, sino la única,  primera y última: el Alfa y la Omega. Las cosas son vividas por el tiempo, eterna o efímeramente, según sea la calidad del espíritu que lo alberga. Pero sus formas, ya sea en la tradicional perspectiva tridimensional de la física clásica o en la octodimensional de la cuántica moderna, son únicamente la manifestación cambiante con que el tiempo “se viste” para hacerse visible.

   El tiempo es la vida, y la Palabra de Dios es el único alimento para el tiempo interminable: “Jesús les dijo: mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar Su obra” (Jn 4:34). Y sus discípulos le preguntaron: “¿qué haremos para realizar las obras de Dios? Y Jesús les respondió: la obra de Dios es creer en el que Él ha enviado” (Jn 6:28-29). Todo tiempo que no se alimenta de la Palabra de Dios, termina abandonando aquello que lo ha albergado efímeramente y no ha alcanzado la dignidad de lo eternamente eterno (acabar Su obra) durante “el tiempo dado”, pues, tal como es dado, es quitado: “a quien tiene, se le dará, y a quien no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará” (Mc 4:25, Mt 13:12) y se le dará a quien ya tiene mucho (Lc 19:24-26), porque, es “a aquéllos que me adoran con unidad pura de alma, a aquéllos que se hallan en constante armonía, a quienes aumento lo que tienen y les doy lo que no tienen” (BG 9:22). Y esto, tiempo interminable, es lo que “atesoramos en el Cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen ni los ladrones socavan ni roban” (Mt 6:20).



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