6 (II) La Libertad: Nacimiento a la Causalidad de la Causa de lo Existenciable en lo Eterno
II. Dios tiene el poder de hacer a
los hombres seres capaces de ver Su Poder en la transformación de las
propiedades de todo lo que nos rodea, devolviendo nuestra naturaleza
corrompida a su pureza (Ef 2:1-2 y 12-13) para hacernos instrumentos de Su
Gracia (BG 11:44 y 14:26), esto es: "todas las cosas cooperan al bien
de los que aman a Dios" (Rom 8:28) para favorecer que el hombre
pueda ser perfeccionado en la suprema virtud, que es “aceptar la
responsabilidad de descubrir y transmitir la verdad total” (HH 16).
Y para ello, el hombre ha de volver a nacer
libre y nuevo. Y, así, en la simbología del lenguaje bíblico –histórico o
fabulado, resulta indiferente- el Camino de Perfección en la Gracia comienza
con la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud del sistema al que estaba
sometido y no con el alcance de la meta de la Tierra Prometida. El Camino a la
Gracia comienza desde la libertad. Y no es posible recorrerlo en la Ley, pues
la Ley es “guardián de las puertas de la Gracia”, impidiendo atravesarlas a quien
legisla sobre los demás.
Es por ello que, a diferencia de la
definición de la causalidad de la causa de lo perecedero con la que
introducíamos el capítulo anterior, “si, por el contrario, la libertad ha de
ser una propiedad de ciertas causas en los fenómenos, entonces esa libertad,
con respecto a los fenómenos como sucesos, debe ser una facultad de iniciarlos
por sí (sponte), esto es, sin que la causalidad misma de la causa tenga
necesidad de comenzar, y, por consiguiente, sin que se necesite ningún otro
fundamento determinante de su comienzo. Pero entonces la causa, por lo que
respecta a su causalidad, no debería estar sometida a determinaciones
temporales de su estado, esto es, no debería ser fenómeno, esto es, debería ser
considerada como una cosa en sí misma, y solamente los efectos deberían ser
considerados, empero, como fenómenos”[1].
Y este renacer comienza “sin que se
necesite ningún otro fundamento determinante de su comienzo” porque no
responde a la justicia retributiva de la Ley, sino a la Gracia de Dios, que Él
otorga sobre quien puede ser existenciado en la Gracia, pues, “aunque
también nosotros éramos de esos en otro tiempo, llevados de la concupiscencia
de la carne, siguiendo nuestra voluntad y sus malas inclinaciones … Dios, … nos
vivificó con la vida de Kristo -gratuitamente habéis sido salvados- y nos
resucitó y sentó en los Cielos por Kristo Jesús, para mostrar en los siglos
venideros la excelsa riqueza de Su Gracia por Su Bondad en Kristo Jesús. Por la
Gracia, en efecto, habéis sido salvados mediante la Fe. Y esto no viene de
nosotros, es un Don de Dios; no viene de las obras, para que nadie se gloríe,
pues somos creación Suya, regenerados en Kristo Jesús para hacer buenas obras,
que Dios de antemano preparó para que nos ejercitáramos ene ellas” (Ef
2:3-10).
[1]
Prolg: “Tercera parte de la principal cuestión trascendental: ¿Cómo es
posible la metafísica en general?”.