6 (III) La Libertad: Nacimiento a la Causalidad de la Causa de lo Existenciable en lo Eterno

   III. Y lo que se nos pide es que, renacidos y liberados del karma del pecado que nos impedía salir del laberinto de la Ley por nosotros mismos, nuestra vida transcurra en la Krística de una Razón Pura que ya no sólo escucha “a ratos” la Sabiduría de Dios para el Hombre, sino que sólo hace lo que escucha del Padre, y, por lo tanto, nada hace por su cuenta, sino que dice lo que el Padre le enseña (Lc 6:46-49 y Jn 8:28-29).

   Porque este renacimiento del Hombre libre de pecado es una Gracia temporal que es condición de existenciabilidad en el Reino de los Fines, pero que deja de serlo en el momento en que se aparte de Sus Enseñanzas, volviendo a los mundos de la Ley hasta “pagar el último céntimo” (Mt 18:21-34, Jn 5:14) de todo aquello de lo que, gratuitamente (por pura Gracia), había sido liberado por Dios con el único propósito de ser perfeccionado para su existencia en el Reino de los Fines (“hacer buenas obras, que Dios de antemano preparó para que nos ejercitáramos ene ellas”). El hombre sigue teniendo libre albedrío (y ahora, libre de karma) para frustrar el plan de Dios para él y apartarse del único Camino de Perfección (Lc 7:30, Jn 6:66), haciéndose él mismo no existenciable en el Reino de los Fines.

   Este Camino Único es la vida Krística de una Razón Pura. Nadie va a Él si el Padre no lo envía, y nadie va al Padre si no es por Él: el único camino de la Verdad y la Vida (Jn 6:44 y 14:6). Y Dios sólo “extrae” de los mundos de la Ley a quienes admiten que toda des-gracia de su vida pasada es causalidad de su propia causa (la Ley prescrita sobre los demás) y entienden que la redención de todo ese karma propiciado por él mismo sólo le es posible a Dios, cuyo propósito es ser formado como “obrero de su mies” para la divulgación de Su Verdad entre los hombres que la buscan (sin imponerse jamás) durante el resto de su existencia terrenal hasta su definitiva existenciación en el Reino de los Fines (Sal 51, Eclo 51, Mt 9:37-38, HH 16, BG 18:68-69, Svet Up 6, Tao 58). Todos los demás caminos devuelven al Reino de los Medios y a la Mediedad (Mt 7:13-14).

   Este Camino Único de Perfección es la entrega de los frutos del trabajo de Dios en nosotros (BG 12:12). Nuestro trabajo es permanecer en la Fe de Mt 6 en cualquier circunstancia (BG 6:26), ya te encuentres solo o ante tus amigos, familiares, fariseos, publicanos, justos, pecadores, Herodes o Pilato. El trabajo de Dios (Jn 6:29) es perfeccionarnos en la Gracia de Lc 6, llevándonos de Su Mano por un Camino que aparece perfectamente descrito en cada versículo 12 de cada capítulo 12 de cada Libro del Nuevo Testamento y en el mismo orden en que están en él. Es el Único Camino de Perfección del que testifican todas las Escrituras anteriores a Jesucristo y que nos hemos propuesto describir en lo sucesivo de este blog. Y es Él quien nos dice “escudriñad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener vida eterna: ellas testifican de Mí” (Jn 5:39). Y ha de recorrerse en completa libertad, pues sólo la libertad puede ser causalidad de la causa que es existenciabilidad en el Reino de los Fines, pues, como hemos dicho, Dios no busca obediencia en quienes han de ser consumados en la Unidad del Dios de los Padres y Padre de los dioses en el Reino de los Fines, sino amorosa lealtad a la Verdad de la Gracia en lo íntimo del Ser.

   “La causa está causada por aquello de lo que ella es la causa”[1], y la “Sabiduría de Dios para el Hombre” que escucha y vive conforme a Sus enseñanzas es la única “Causalidad de la Causa” de una existencia “Krística de una Razón Pura” que llega a ser “en la Tierra como en el Cielo” antes de poder Ser en el Cielo.

   La libertad es una manifestación temporal de la Gracia eterna: el hombre ha conocido los efectos de la Ley por sí mismo e, igualmente, ha conocido que le es imposible conocer las infinitas combinaciones de continuidad infinitesimal de vínculos universales por las que discurre la Ley y que lo mantienen en esas realidades creadas por mor de la justicia fría y retributiva ausente de Gracia (la des-gracia). Dios le muestra Su Gracia (no mereciéndola, pues es Gracia y no retribución) a través del permanente y constante milagro que es la existencia en ella: una existencia en la que, tan sólo por entregarnos a buscar primero el Reino de Dios y Su Justica, todo lo demás nos es dado por añadidura, sin que tengamos que preocuparnos por el mañana ni por el ayer ni por qué hemos de comer o beber ni con qué nos vestiremos o calzaremos, porque sabe nuestro Padre que necesitamos todas esas cosas (Mt 6:25-34).



[1] Ibn Arabí, “Los Engarces de las Sabidurías”: Capítulo 22 – “El engarce de una sabiduría íntima en un verbo de Elías”.


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