Reflexión de la Semana Santa: Valor de la Vida, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo

 

INVOQUÉ AL SEÑOR, PADRE DE MI SEÑOR (Eclo 51:10), PARA QUE, DÁNDOME ESPÍRITU SANTO (Lc 11:13), OBRE EN MÍ EL MISMO QUERER Y HACER QUE EN MI SEÑOR (Filip 2:13)

   Kristo Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14:16) de quienes han depositado su Fe en Kristo para alcanzar la Fe de Kristo. Y éste es el valor de Su Vida, de Su Muerte y de Su Resurrección.

   De nada sirve llamar a Jesucristo “Señor” si no ES Señor de nuestro sentir (Mt 6), querer y hacer (Lc 6) en todos los órdenes de la vida, o lo que es lo mismo, modelo que nos mueve en la búsqueda de Dios en nuestro interior (1Jn 5:10 y 20, 2Cor 13:5) y del que testifican todas las Escrituras (Jn 5:39).

   El valor de la Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo reside en comprender definitivamente la diferencia entre la Ley de la muerte y la Gracia de la Vida y, una vez comprendida esta diferencia, comprometernos definitivamente en conducirnos conforme a la Gracia de la Vida en la paz que no turba el corazón ni tiene miedo (Jn 14:27).

  De entre los muchos Libros Sagrados, la carta de Pablo a los Gálatas nos expone con toda claridad las únicas cuestiones existenciales que ponen de relieve el valor de la Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo:

-        ¿Es que no distinguís la Ley de la Gracia? (4:21).

-        Nosotros no somos hijos de la esclava, sino de la libre (4:31).

-        Para que fuéramos libres nos hizo libres Kristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis someter de nuevo al yugo de la esclavitud (5:1).

-        Hasta que Kristo sea formado en vosotros (4:19) y vosotros mismos seáis Gracia (Lc 6:19 y 40).

-        Si os dejáis guiar por el Espíritu, no estáis bajo la Ley (5:18); y los que son de Kristo, crucificaron la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, caminemos también por el Espíritu (5:24), pues, los que pretendéis justificaros por la Ley, os separáis de Kristo y perdéis la Gracia (5:4).

   El Valor de la Vida, Muerte y Resurrección de Kristo reside en que comprendamos, percibamos y experimentemos en nuestro propio Ser que, en una existencia Krística, vivida conforme a la Sabiduría de Dios para el Hombre, son las Obras de Dios (no las nuestras) las que resplandecen ante nuestros ojos (Jn 9:3, 6:29); primero en este mundo y, luego, en la Vida Eterna (Mc 10:30).

   Si no habéis llegado a entender y distinguir con transparente nitidez qué es la muerte en la esclavitud de la Ley y qué es la Vida en la libertad de la Gracia y cuál es la utilidad de es libertad en la Gracia, ni la vida ni la muerte ni la resurrección de Kristo Jesús habrá tenido valor alguno en vuestras existencias ni, por tanto, en Dios (Gal 4:8-11).

   Y, por el contrario, si esto habéis llegado a entender y distinguir y, por tanto, ya no vivís sometidos a los elementos ni a las prescripciones, temores y enseñanzas de los hombres con apariencia de Sabiduría  pero que sólo hablan el lenguaje de lo perecedero (Col 2:23), debéis entender también que el Fin de esa liberación no se cumple en Dios si, aunque persuadidos de Su Bondad Absoluta y libres ya de toda preocupación por el vestido, el calzado y el alimento (Mt 6:25-34), sólo queda en vosotros y, por temor, vergüenza, inseguridad, … no es utilizada para pregonar a los cuatro vientos la Bondad Absoluta de Dios.

   Los beneficios de la Fe se manifiestan en la predicación, pues, sin predicación la Fe se pudre como el agua estancada que no fluye como el río cuyo caudal es eternamente renovado.

   Quien no predica su Fe a los hombres que encuentra en su vida, no puede beneficiarse de sus bendiciones (Mt 10:32-33, 1Jn 1:1-4). Y quien no puede decir “venid y veréis (Jn 1:39) todas las bondades con las que Dios me bendice cada día (Sal 23)”, tampoco puede predicar su Fe. Es necesario alcanzarla primero para predicarla después. Pero de nada sirve alcanzarla si no es para predicarla, pues sólo por y para la predicación son obrados Sus milagros (Mc 16:15-18, Gal 1:15-16, 1:23, 2:2, 3:2, 3:5, …).

   Porque, así como la Vida Eterna es el Fin último de la Libertad en la Gracia, su predicación es también el único Medio de alcanzarla durante nuestra existencia terrenal.

   Así es como el Señor, Padre de mi Señor, obra en mí las mismas cosas que en mi Señor (Jn 14:12, 17:21), dándome Su mismo Espíritu para el querer y Su misma Razón para el hacer, haciéndose Señor mío, Padre mío y Dios mío (Jn 20:28) y yo, Hijo Suyo y heredero de Sus mismos atributos de la Gracia a medida que Kristo es formado en mí (Gal 4:1-7) al ritmo que necesita la semilla hasta ser árbol libre de toda necesidad de contención del riesgo moral (Mc 4:30-32).

   Constantemente os hago ver las buenas obras que vienen del Padre (Jn 10:32) con el fin de que busquéis a Dios con todo vuestro corazón, toda vuestra alma, todas vuestra fuerzas y toda vuestra mente y lo encontréis (Dt 4:29, HA 17:24-28) y, así, con todos los santos, comprendáis el inmenso amor de Kristo y viváis en la Plenitud del Padre (Ef 3:14-20).

  En este Único Fin que me mueve durante mi existencia en la Tierra, la Vida, Muerte y Resurrección de mi Señor Jesucristo han “valido la pena” y hacen que Dios se haga Todo en Todo en mi vida (1Cor 15:28). Y en ausencia de este Único Fin, nada de ello tiene valor alguno, ni en mí ni en nadie.

   “Venid y veréis” (Jn 1:39) que todo lo que tengo viene de Dios (Jn 17:7) porque “nada hago por mi cuenta y sólo digo lo que Él me ha enseñado” (Jn 8:28-29), pregonándolo a los cuatro vientos (1Jn 1:1-4) y, así, “cuando Kristo, vuestra Vida, aparezca, apareceréis vosotros también con Él” (Col 3:4).





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