No resistáis al malo



Jamás conseguirás apaciguar al malvado, sino sólo al que busca la Paz. Aunque a todos resulta evidente que el fuego no puede combatirse con el fuego, sino sólo con agua, cuando se trata de la vida, muchos buscan subterfugios para distorsionar la Verdad en la que reside la única Naturaleza Divina que trasciende la condición animal, izando velas cuando viene la tempestad.

Entender requiere la firme determinación de la voluntad de querer servir (ser útil) a la Bondad Absoluta Universal, y sólo a ella, en la preservación eterna de la Vida. Sin esa firme determinación, ningún Misterio Divino es revelado a quien aún permanece sometido a la necesidad de contención del riesgo moral y, por lo tanto, ningún entendimiento del Bien Universal ni de la Divina Providencia puede tener (Mc 4).

El fuego que combate al fuego, arde igual que el fuego que se pretende combatir: "vuelve tu espada a su lugar, que todos los que empuñan espada, a espada perecerán" (Mt 26:52).

"No resistáis al malo, sino amad a vuestros enemigos para que seáis Hijos de vuestro Padre Celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos" (Mt 5). "Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de esa casa o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de vuestros pies" (Mt 10:14) y sin temor a pérdidas materiales o personales, pues Vuestro Padre provee para vuestras necesidades (Mt 6:19-34).

Así pues, “os rogamos, hermanos, que amonestéis a los indisciplinados, que alentéis a los pusilánimes, que socorráis a los necesitados, que tengáis paciencia con todos. Mirad que ninguno devuelva a nadie mal por mal, sino procurad siempre el bien, tanto entre vosotros como para los demás. ¡ESTAD SIEMPRE ALEGRES! Orad sin cesar. Dad en todo gracias a Dios, porque ésta es Su voluntad en Kristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el Espíritu, no menospreciéis las profecías. Examinadlo todo y quedaos con lo bueno; huid hasta de la apariencia del mal” (1Tesal 5:14-22), “que ni siquiera se nombre entre vosotros” (Ef 5:3), porque Dios no ha querido que quienes están destinados al Bien Universal dediquen sus esfuerzos a combatir el mal, sino a ser perfeccionados en el Bien Universal. Y por eso no pide a quienes a ello están destinados (Ef 1) permanecer en los lugares en que no es buscada la Paz, sino, obrando en ellos el querer y el hacer (Filip 2:13), sacarlos de esos mundos (Jn 15:19)[1], a ellos y a quienes creen a través de ellos (Jn 17): “porque era agradable a Dios, fue amado de Él, y como vivía entre pecadores fue trasladado. Se lo llevó para que la maldad no trastornara su inteligencia ni la perfidia extraviara su alma. Pues la fascinación por el mal anubla el bien, y el vértigo de la pasión pervierte a un alma limpia. Llegado a la perfección en poco tiempo, llenó el espacio de una larga carrera. Y pues su alma era agradable al Señor, por eso se apresuró a sacarle de un ambiente corrompido. La gente lo ve, pero no lo comprende ni se da cuenta de esto: que para los elegidos del Señor hay Gracia y Misericordia, y para Sus santos, protección” (Sab 4:10-15), y por eso no es Su Voluntad para ellos mantenerlos donde las Palabras de Bondad Absoluta Universal no son bien recibidas, sino llevarlos por Camino Bueno a donde el alma es confortada por Dios (Sal 23, Mc 10:26-31, 16:15-20) y a donde esperan los que buscan la Paz de Dios (Mt 12:12, Mc 12:12, Lc 12:12, Jn 12:12, HA 12:12, Rom 12:12, 1Cor 12:12, 2Cor 12:12, Hb 12:12), para Alegría del Segador, del Sembrador y del Dueño de la Cosecha (Jn 4:31-37), de modo que tú puedas ser primero en la Tierra como en el Cielo para poder Ser en el Cielo[2].

Muchos son los llamados, pero muy pocos son los que aman esta Verdad cuando llega la adversidad, por pequeña que ésta sea (Jn 6:66, Mt 22:14, Mc 4:10-20): la alcanzan los escogidos por Él (Jn 15:16), porque ellos lo escogen. Y a ellos Él revela Su Gloria (Sal 51, Katha Up 2, Mund Up 2, Ef 1). Por eso, la Paz de Dios que no turba el corazón ni tiene miedo es innegociable para quien trabaja para el Padre (Jn 5:17, 14:27, Mc 12:12, Jn 8:1-11).





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