Árboles y Abejas



Hay dos tipos de Espíritus en este Universo: el perecedero y el imperecedero. El perecedero conforma todas las cosas de la Creación. El imperecedero es lo que no se mueve” (BG 15:16).

“Frente al mal está el bien, frente a la muerte la vida y frente al piadoso, el pecador. Y así contempla todas las obras el Altísimo, todas de dos en dos, una frente a otra” (Eclo 33:14-15): “bajo el Cielo, todos pueden ver la belleza como belleza, pero sólo porque existe la fealdad. Todos pueden reconocer lo bueno como bueno, pero sólo porque existe la maldad. El ser y la nada se generan el uno al otro. Lo difícil nace de lo fácil. Lo corto define lo largo, lo bajo lo alto. El antes y el después se suceden entre sí” (Tao 2).

“Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles bonitos de ver, y sabrosos para comer, así como el Árbol de la Vida en medio del jardín y el árbol de la ciencia del bien y del mal … y dio al hombre este mandato: ‘de todos los árboles del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal de ninguna manera comerás, porque si llegas un día a comer de él, morirás sin remedio’” (Gn 2: 9 y17).

Nadie puede ir al Padre si no es por Kristo, con Él y en Él -la naturaleza que es Consciencia Krística perfeccionadora de quien es perfeccionado como su Maestro- (Jn 14:6 y 4:25-26, Lc 6:40). Y nadie puede ir a Kristo si no es enviado por el Padre (Jn 6:44). Sólo cuando ese ejercicio del libre albedrío es sincero y no fingido, entonces “no me habéis elegido vosotros a Mí, sino Yo a vosotros, para que deis fruto y vuestro fruto permanezca a fin de que todo lo que pidáis al Padre en Mi Nombre, os lo conceda” (Jn 15:16) como resultado de la sinceridad del deseo de conversión que se manifiesta en la Verdad en lo Íntimo del Ser y que no puede ser falseada para engañar al Espíritu que escruta los corazones (Rom 8:27). A esta Gracia muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt 22:14): la alcanzan los escogidos por Él (Jn 15:16), porque ellos lo escogen. Y a ellos Él revela Su Gloria (Sal 51, Katha Up 2, Mund Up 2, Ef 1).

De entre los muchos hombres que pueblan esta Tierra, toma Dios al hombre que, con sinceridad de corazón, se ha enamorado de los Atributos Divinos de la Bondad Absoluta Universal hasta el punto de desearlos como propios, y le insufla Su Aliento Vital, para que, siendo formado a Su Imagen y Semejanza Perfecta, esto es, pasando de alma viviente a Espíritu Vivificante, tenga dominio sobre sí mismo y sobre toda la Creación, participando así en su gobierno espiritual, que, como el sol y la lluvia, derrama sus bendiciones en forma de Santidad y Justicia sobre todos por igual (Gn 1:26-27, 2:7, Mt 5:43-48, Lc 6, 1Cor 12, 13, 14 y 15, Ef 1 y 2, Rom 8, Sab 4:10-17, 6:10-21, 7:1-30, 9:1-3 y 17-18, 11:23-26).

Por eso, “el sabio no tiene una mente rígida; es consciente de las necesidades de los demás. A los buenos trata con bondad. A los malos también trata con bondad, porque la naturaleza de su ser es buena. Es amable con los amables. También es amable con los que no lo son, porque la naturaleza de su ser es amable. Es fiel con los fieles. También es fiel con los infieles. El sabio vive en armonía con todo lo que está bajo la capa del Cielo. Ve todas las cosas como si fueran él mismo; ama a todos como a su propio hijo. Atrae a todas las personas. Se comporta como un niño pequeño” (Tao 49/Lc 6). Y por eso es sabio. Porque ha elegido consciente y sabiamente Espíritu Santo para la Vida: el Espíritu de lo Eterno, el Supremo, el Inmutable, Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente que es Bondad Absoluta, Providente Universal Siempre Alegre y Libre (Mlq 3:6-7), es Dios Quien le da Su Sabiduría para el Hombre, formándolo para el Reino de los Fines (Lc 6:40).         “Por la Gracia, en efecto, habéis sido salvados mediante la Fe; y esto no viene de nosotros; es un Don de Dios, no viene de las obras, para que nadie se gloríe, pues somos Creación suya, regenerados en Kristo Jesús para hacer buenas obras, que de antemano preparó para que nos ejercitáramos en ellas” (Ef 2:8-10).

Decíamos en anteriores publicaciones que la razón humana no es un atributo despreciable, sino, precisamente, aquel atributo dado al Hombre por Dios en el que reside la facultad de ejercicio del libre albedrío que le permite elegir su propio destino, según sea el espíritu elegido para el gobierno del Ser.

Pues bien, en el ejercicio del libre albedrío que elige Espíritu Santo para la Vida, “de todos los árboles del jardín puedes comer, excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal” (Gn 2:16-17), el que juzga y condena la Creación Perfecta, pues es alimento de todo lo perecedero, y sólo el Árbol de la Vida o Espíritu Santo es alimento del alma para la Vida Eterna en la consumación de la Unidad en el Reino de los Fines (Jn 17): “YOSOY manjar de grandes: crece, comerme has; ni tú me mudas en ti, como se muda el manjar que comes, sino tú te mudarás en Mí”[1].

En la simiente (Jn 15:1-7) que nace y vive al abrigo del Árbol de la Vida (Sal 91:1), “el alma viviente se hace Espíritu Vivificante” (1Cor 15:45) porque de Él se alimenta:

- El Verbo de Dios es la semilla de la Vida que contiene todos Sus atributos

         - La tierra fértil (Mc 4:20) es la Paz de Dios que no turba el corazón ni tiene miedo (Jn 14:27, BG 16:1) en el hombre que busca y recibe a Dios con sincera sencillez de corazón y abrigando sobre Él únicamente pensamientos de Bondad Universal (Sab 1:1, BG 11:49, Lc 6:35-36)

         - La Sabiduría de Dios para el Hombre Nuevo, “quienes ni de la sangre ni de la carne ni por deseos naturales ni por voluntad humana son nacidos, sino que nacen de Dios” (Jn 1:13), es el agua que riega esa semilla para que brote el tallo

         - El Conocimiento de Dios es la luz del sol que lo hace crecer y ramificarse

         - Las hojas son la purificación del aire que han de respirar todos los que conforman el ecosistema que vive a su cobijo (la Pureza de Corazón o Espíritu Santo o de Santidad)

         - Las flores son la Belleza del Ser que vive en la Gracia de Dios (lo contrario/adverso/opuesto a la ley/karma/talión)

         - El fruto es el Amor Universal que contiene la misma semilla (el Verbo de Dios), a imagen y semejanza, idéntica a la que es origen de ese Árbol de la Vida que ahora da fruto (Jn 8:28-29)

         - Y la raíz es la calidad y cualidad de la Fe, pues “la Fe de un hombre se muestra de acuerdo con su naturaleza. Al hombre lo hace su Fe. Aquello que es su Fe, lo es él también” (BG 17:3): “la Fe es el fundamento de lo que se espera y la prueba de lo que no se ve. Por ella obtuvieron un buen testimonio los antiguos. La Fe es la que nos hace comprender que el mundo ha sido formado por la Palabra de Dios, de modo que lo visible proviene de lo invisible” (Hb 11:1-3). A raíces mayores y más profundas (crecimiento en la Fe), mayor es el árbol[2].

“No hay árbol bueno que dé futo malo ni árbol malo que dé fruto bueno” (Lc 6:43), porque la semilla es la misma en el origen y en el fruto que ha crecido en Espíritu y en Verdad (Jn 4:23-24, Col 3:4). Y ningún árbol da jamás fruto para sí mismo, sino para el Dueño de la cosecha y para todos los que conforman el ecosistema que vive a su alrededor (BG 18:2), ya sea ofreciendo sus ramas a los pájaros que en ellas anidan, a las serpientes que en ellas se enroscan, a las abejas que liban de sus flores y construyen en él sus colmenas, a los que comen la hierba que crece a su abrigo o los que devoran a quienes comen sus hojas y sus frutos o roban la miel a las abejas, sean o no conscientes de que es de ese árbol de quienes todos ellos reciben fruto, semillas, aire purificado, belleza, …, en definitiva, vida, tal y como el sol derrama su luz y la lluvia su agua sobre todos, sin distinción. Pero es, precisamente, esa consciencia o inconsciencia de la fuente de Vida la que distingue al tiempo eterno del tiempo perecedero.

Para ejemplificar esto gráficamente, supongamos un mundo en el que sólo existen árboles y abejas, representando los árboles el tiempo eterno gobernado por la Gracia y las abejas el tiempo efímero gobernado por la Ley. No hay abejas sin árboles ni árboles sin abejas y, por lo tanto, faltando uno de ellos, no hay existencia, pues la vida deja de existir. La diferencia está en que las abejas viven su existencia mirando hacia abajo, pendientes de sus jerarquías, de sus deberes mundanos y en medio de un ruidoso zumbido y ajetreo constante que no les permite adquirir consciencia del origen de la vida, mientras que, en este ejemplo, el árbol de la vida, el árbol bueno que da fruto bueno, sí es consciente de que tanto la vida de las abejas como la suya propia dependen de la presencia consciente del origen de la vida y de ser árbol perfecto que es vida para la vida eterna y para la vida efímera (“Camina en Mi Presencia y sé perfecto”). Y el árbol de la Vida Eterna sabe, además, que sólo es fuente de Vida Eterna por participación en el Dios de los padres y Padre de los dioses y que, por sí mismo, ninguna vida propia podría conservar ni dar (Jn 15:5, 17:1-3, 6:39, 10:17-18, 17:17), tal y como ocurre con ese bosque de álamos temblones llamado Pando, que crece en las montañas Wasatch en Utah, que constituye el organismo viviente mayor de este planeta y que ES por causa de la Unidad de su raigambre, cada uno de ellos asombrosamente igual a los otros por ser genéticamente idénticos.

La vida Krística de Una Razón Pura que crece en la Sabiduría de Dios para el Hombre es esa alegoría que describe Jesucristo sobre el viñador, la vid y los sarmientos a lo largo de todo el capítulo de Jn 15; una vida en la que, desde las raíces hasta el fruto, “la Fe recibe, el Amor da. Nadie podrá recibir sin Fe. Nadie podrá dar sin Amor. Por esto, para poder recibir, creemos, y para poder amar, damos, pues si uno no da con amor, no obtiene provecho de lo que ha dado” (Flp 45 y 46). Y, del mismo modo que por la Fe recibimos graciosa y gratuitamente, es por Amor que damos graciosa y gratuitamente: “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10:8). Y gratis no sólo significa abstraído del tráfico mercantil, sino realizado naturalmente y sin sentirlo como un esfuerzo, sino como alegría de la acción sagrada, que es la forma en que se manifiesta la correcta correspondencia entre trascendencia/inmanencia, conocimiento/acción y fin/medios (BG 18:23-25)[3].

Ya decíamos que es fácil ser ateo, agnóstico o creyente que realmente no sabe en qué cree (Lc 6:46-49, Mt 7:12-27) sin haber conocido a Dios Altísimo y sin haber sido alimentado por Su Palabra Sagrada y que también es fácil tachar de enajenados o “iluminados” en tono burlesco o despectivo a quienes creen A Dios y viven según Su Sabiduría para el Hombre, pero que no sólo es difícil, sino imposible, seguir siéndolo después de haber sido conocidos por Él: porque a quien come del Árbol de la Vida cualquier otra cosa le resulta insípida, pues, “siéndome Vos propicio y tanto más cuanto menos permitíades que ninguna cosa me fuese dulce que érades Vos”[4].

“Escudriñad la Escrituras, ya que en ellas creéis tener vida eterna: ellas testifican de Mí” (Jn 5:39). “Entregarse al estudio es crecer día a día” (Tao 48), y "la salvación del mundo está en los muchos sabios” (Sab 6:24), pues es en ellos en quienes reside la Digna colonia de Hijos de Dios en la Tierra (Sab 12:7, 1Cor 12).

Aunque la bulliciosa inquietud de la actividad de las abejas no comprenda la silenciosa Quietud de la actividad de los árboles, son los árboles los que purifican el aire que respiran las abejas y sin el cual no podrían existir ni llevar a cabo su actividad ni las abejas (presupuestos materiales de la existencia) ni los árboles (presupuestos espirituales de la existencia). Y la correcta evolución de todo el Universo conforme a sus condiciones finales (Preservación Eterna de la Vida) depende de la coexistencia de ambos. Por eso necesitamos abejas y necesitamos árboles[5].

El Verbo ES Dios” (Jn 1:1-3): “Yo les daré el fruto de sus labios” (Is 57:19). Como en las dos caras de una moneda, en la dualidad se concentra la Unidad. Cada mentira y cada mal pensamiento verbalizado, aunque sea silenciosamente, si no es arrancado de raíz (Ezq 18:21-32, 20:8-9, 13-14, 21-22) es un acto de autodestrucción en la vida Efímera al que sobreviene una adversidad que se presenta en forma de “Realidad” o experiencia de vida cuya carga se hace cada vez más pesada; y todo pensamiento verbalizado de Bondad Absoluta Universal desprovista de ego es un acto de preservación y correcta evolución en la Vida Eterna al que sobreviene una Bienavenuranza que se presente en forma de “Realidad” o experiencia de vida cuya carga es cada vez más ligera (Mt 11:30): es así como “la Verdad os hará Libres” (Jn 8:31-32), pues “comprenderlo todo es perdonarlo todo” (L. Tolstói).

 

La imagen de la Perfección sólo se completa con el conocimiento tanto de lo efímero como de lo eterno, siendo el grado de conocimiento perfeccionado sólo por ambos aspectos. De manera similar, los otros diversos grados de existencia se perfeccionan, ya que el Ser se divide en eterno y no-eterno o efímero. El Ser eterno es el Ser de Dios para Sí Mismo, mientras que el Ser no-eterno es el Ser de Dios en las formas del Cosmos latente. Se llama efímero porque partes de Él se manifiestan a otros, y ese Ser se manifiesta a Sí Mismo en las formas del Cosmos. Así pues, el Ser es Perfecto, siendo todo movimiento del Cosmos el movimiento del Amor por la Perfección”[6]: “todos los seres alcanzan perfección cuando hallan el gozo puro en su actividad” (BG 18:45).

De todas las experiencias de vida posibles que, simultáneamente, coexisten para el ejercicio del libre albedrío, llamamos "Realidad" a aquella manifestación del "exterior" que se hace perceptible por los sentidos y llamamos "Yo" al modo en que esa "Realidad" afecta a nuestros sentidos y entendimiento, conformando el estado del hombre "interior": el Estado Soy Yo[7].

Los mundos sin Presencia Consciente de Dios hacen lo que está arriba como lo que está abajo y lo que está dentro como lo que está fuera, aprisionando al Ser en un bucle espacio-temporal.

Pero la Presencia Consciente de Dios en el interior del Hombre transforma al alma viviente en Espíritu Libre Vivificante cuyo movimiento va dejando atrás esos bucles, haciendo lo que está abajo como lo que está arriba y lo que está fuera como lo que está dentro (Flp 69a), de modo que, teniendo conocimiento y dominio sobre sí mismo, alcance domino sobre todo aquello que llamamos "Realidad" (1Cor 15, Gn 2:7 y 1:26-27, 1Jn 1:1-4).

 

"Nada deseo más que el que tengáis una Vida digna del Evangelio de Kristo" (Filip 1:27, 2:13, Jn 3:8, Jn 3:30-35). “Os digo estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulaciones; pero confiad: Yo he vencido al mundo” (Jn 16:33).



[1] S. Agustín: “Confesiones”: Lib VII, Cap 10

[2] Ver capítulo “Como los de los Árboles son los Días de la Digna Colonia de Hijos de Dios en la Tierra”: parte I y parte II

[4] S. Agustín: “Confesiones”: Lib VI, Cap 6 (9)

[6] Ibn Arabí: “Los Engarces de las Sabidurías”




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