(y II) Como los de los Árboles son los Días de la Digna Colonia de Hijos de Dios en la Tierra
Así
es el trabajo de la Digna Colonia de Hijos de Dios en la Tierra (Jn 17):
formando una sola cosa en Dios Altísimo y no siendo del mundo, desde la Quietud
del Sal 131 que sabe que el alma es de Dios y que nos ha sido dada para
cuidarla y mimarla “como a un niño en el regazo de su madre” hasta ser devuelta
sin mancha a Dios, que nos la dio (Ecl 12:7), alejándola de lo que la perturba
y llevándola a donde Dios mismo la conforta (Mt 10:11-14, Sal 23), su andadura
temporal en este mundo tiene como único Fin mostrar al mundo la Bondad Absoluta
de Dios Altísimo (Jn 17), sin buscar la alabanza de los hombres, sino la de
Dios Altísimo (Flp 85, 2Cor 10:17-18, Jn 7:18) de modo que el mundo pueda
querer conocer al Artífice de Su Creación (Sab 13:9, Prov 8) y recibir de Él la
Gracia de la Vida Eterna (Jn 17:3).
Jamás
imponiendo, pero siempre invitando a conocer la Verdad que hace Libre (Jn 15) y
diciendo al mundo "alegraos en la Misericordia del Señor; no os avergoncéis
de Su alabanza: haced vuestra obra antes del tiempo dado y, a su hora, Él os
dará la recompensa", pues la recompensa de quien renuncia a sus propios
sueños para cumplir con sus deberes durante aquella parte del tiempo dado a su
existencia terrenal en que esto es lo que se le pide, a su hora, recibe la
mayor de las recompensas: el sueño de Dios para Su Hijo Amado.
Y
éste es el sueño de Dios para la existencia terrenal de quienes le reciben y
son hechos Hijos Suyos (Jn 1:12-13) conformando la Unidad de la Digna Colonia
de Hijos de Dios en la Tierra una vez desaparecida toda necesidad de contención
del riesgo moral:
"Vosotros,
id a donde queráis (Jrm 40:4, BG 18:63), ocupaos solamente en anunciar el Reino
de Dios (Lc 9:60, Is 42:1-9), dando Conocimiento y Vida a quienes quieran
recibirla (Jn 17:3, Mt 10:11-14) y dejadme a Mí las cuestiones de intendencia
(Mt 6:25-34, Is 55), que la mies es mucha y los obreros pocos (Mc 16:15-20, Mt
9:36-38). Me llamareis Padre y ya no os separareis más de Mí (Jrm 3:19). Mi
Espíritu os dirá en cada momento lo que conviene hacer y decir (Lc 12:12), de
modo que, allí donde vayáis, vuestra presencia beneficie a todas las cosas y en
vosotros sean bendecidas todas las gentes (HH 15, Gal 3:8).
"Conservando
la Quietud no se actúa, y al no actuar se deja que lo hagan quienes han sido
nombrados para ello" (Zz 13:1, Jn 8:1-11, Mt 27:11-14, BG 9:8-10,
18:41-45), tal y como vosotros debisteis hacer durante el tiempo dado para el
cumplimiento de vuestros deberes terrenales, cargando con vuestra propia cruz y
la de otros muchos y sin cargar jamás a nadie con la vuestra (Sal 51, Eclo 51,
Mt 16:24)[1].
Porque entendisteis “la acción
correcta”[2]
en la que se esconde “el secreto de la perpetuidad”[3],
"ahora saldréis con alegría y en paz seréis renovados. Montes y colinas
darán ante vosotros gritos de alborozo y batirán palmas todos los árboles del
campo" (Is 55:12).
Sí, “como los de los Árboles son los Días
de la Digna Colonia de Hijos de Dios en la Tierra; y ellos disfrutarán de las
obras de sus manos” (Is 65:22, Sab 12:7).