14.1 (I) Razón adversa y Razón propicia
I. A nuestro parecer, nadie como
Kant (ni tan siquiera Heidegger o Jung) ha profundizado jamás en los entresijos
de la razón humana originaria (“pura” en la terminología kantiana),
diseccionándola hasta el punto de llegar, a través de una vasta y extensa obra,
a poner de manifiesto que, en su último rescoldo, la metafísica es,
precisamente, hija predilecta de la razón humana puesta en nosotros por la
naturaleza misma, quizá más que ninguna otra ciencia, siendo ésta “la
finalidad y la utilidad de esta disposición natural de nuestra razón” y
concluyendo, sin embargo, que a la razón humana no sólo le es imposible
descubrir “lo interior de las cosas” (noúmeno), sino que, además, no lo
necesita, pues lo que pertenece a su ámbito de “trabajo” es el “fenómeno”
o “lo que, como objeto de los sentidos, puede pertenecer a la experiencia y
puede ser puesto en conexión, según leyes de la experiencia, con nuestras
percepciones reales”, de manera que, postulando en aquella parte de su obra
conocida como la trilogía crítica[1] que a la
razón le es dado, como forma de entendimiento, el juicio (incluido el “sintético
a priori”) que puede pensar lo particular como contenido en lo
universal (la Gran Unidad de lo diverso), la Razón Práctica puede hacer su
trabajo “de buena gana”, y así llegar, no sin las dificultades
propuestas por él mismo, a una “Religión dentro de los límites de la mera
razón” que culmina en su “Catecismo Moral” de la “Metafísica de
las costumbres”, pues a la razón no le es dada la comprensión de lo Divino
mas que a través del cumplimiento del deber moral (imperativo categórico de la
ley moral).
Y todo esto es indudablemente cierto.
La razón humana es el “centro de procesamiento de datos” en el que, a modo de
algoritmos, se procesan las infinitas combinaciones posibles de categorías y
juicios[2] para el
entendimiento de lo que no excede de los límites de la razón, pero que se
pierde irremediablemente en todo aquello que excede de sus límites (dialéctica
trascendental).
[1]
CRP, CRPr y CJ, junto con las obras que les sirven de preparación y enlace (Prolg y FMC).
[2]
Magistralmente descritas por Kant en CRP y Prolg, ya sea en los
cuatro títulos (y “momentos” en cada uno de ellos) a que, con independencia de
cuál sea el contenido del juicio, se reducen la cantidad, cualidad, relación y
modalidad de esos juicios o, a efectos de dar satisfacción a las cuestiones
planteadas por esa hija predilecta que es la metafísica, las cuatro
tesis y antítesis con las que se pone de manifiesto la perplejidad en la que
queda la razón humana, siendo éste su “fenómeno más extraño”.
[3] RLR:
“Prólogo a la Segunda Edición”.
[4]
Ver Lib 1, Cap 5:II, “La Ley: Causalidad de la Causa de lo Perecedero”,
acerca de los episodios más vergonzantes protagonizados por las religiones a lo
largo de la historia de la humanidad.