LA AYUDA SEMEJANTE
La Verdad en lo íntimo del Ser
es una “caja de resonancia” que vibra con la Palabra que se corresponde con la
verdadera identidad del Ser, según el propósito para el que fue creado por
Dios; algo que los animales no necesitan al no haber sido dotados de libre
albedrío y vivir, por tanto, conforme a su propia naturaleza, más o menos
inteligente, pero inevitable[1].
Y, precisamente, para
distinguir al hombre del resto de criaturas, después de haber ordenado Dios
toda Su Creación, y habiendo insuflado al hombre Su Aliento Vital para que,
siendo Su Imagen y Semejanza, pudiera tener dominio sobre ella y tener Vida
Plena y sin sombra del mal, dijo Dios: “No es bueno que el hombre esté
solo. Le haré una ayuda semejante a él” (Gn 1 y 2), de modo que lo que haga
con esta ayuda semejante, conmigo lo hará, y lo que no haga con ella, conmigo
no lo hará (Mt 25:40 y 45) y es así como me amará o no me amará como Yo lo he
amado a él (Jn 15:12), permaneciendo en Mi Imagen y Semejanza o desdibujándose
de mi propósito para él y desvaneciéndose de Mi Presencia (Gn 3).
Y así es como, para
propiciar el ejercicio de la facultad del libre albedrío por el que podemos
alcanzar el Ser Pleno que es Su Imagen y Semejanza, “Dios trabaja y labora
por mí en todas las cosas criadas sobre la haz de la tierra, habitando en las
criaturas: en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los
animales sensando, en los hombres dando entender y así en mí dándome ser,
animando y sensando y haciéndome entender y, asimismo, haciendo templo de mí”[2], de modo que:
1.- Lo que elijas para los
demás, lo estás eligiendo para ti a semejanza o desemejanza del Amor con que
Dios te ha amado.
2.- Dando a tu “ayuda
semejante” la vida que quieres para ti, es como obtienes la vida que quieres
para ti, porque no se puede dar lo que no se
tiene y, por lo tanto, quien no tiene buena vida, paz, armonía,
austeridad (que no es riqueza ni pobreza, sino necesidades cubiertas), pureza,
bondad, rectitud, visión, sabiduría y fe (BG 18:42, Gal 5:22-23), no puede dar
nada de ello. No puede haber realización en los demás sin previa autorrealización,
y, al mismo tiempo, la autorrealización que no es buscada para su realización
en los demás es como la aguas del Jordán que acaban en el mar muerto, y no en
el gozo eternamente renovado de las aguas que llegan al océano. Por eso, porque
queremos para dar a otros la vida que queremos para nosotros mismos, recibimos
todo lo que necesitamos para dar (Stg 4:3, Jn 14:11-14)[3].
3.- No confundas “dar la vida
que quieres para ti” con la vida que quieren para sí quienes aún viven en las
falsas ilusiones mundanas y ausentes de la Sabiduría de Dios, sino
la que tú hubieses querido que te dieran a ti cuando aún andabas perdido en el
mundo para saber cómo llegar a ser la Imagen y Semejanza que es complacencia de
tu Padre Celestial. Así pues:
-
En lo material, da a todo el que lo
necesite (lo pida o no lo pida, pues algunos tienen vergüenza y,
necesitando, no piden), sin esperar nada a cambio y sin temor a las
pérdidas materiales, pues Dios conoce tus necesidades y, en Él, nunca
te faltará lo que tú necesites. Y a quien des, acompaña tu ayuda con algunas
palabras que puedan hacerle comprender que, en la Sabiduría de Dios, él
dejará de ser carga y se convertirá en ayuda para los demás. ¿No es eso lo
que querrías para ti?
-
En lo espiritual, esta
clase de ayuda no puede imponerse a quien no la quiere o simplemente encuentra
en ello motivo de cólera, desasosiego, desprecio o desesperación. Por lo tanto,
ofrece primero tu ayuda, entregándote en cuerpo y alma a quien quiere
recibirla, pero sin contristar a nadie, dándote la vuelta frente a quien no
la quiere, sin rencor ni acritud, y sin temor a las pérdidas personales.
¿No es eso lo que querrías para ti?
Porque toda la Doctrina de la
Sabiduría de Dios para el hombre que vive en la Gracia consiste en esto (Mt
7:12): busca primero el Reino de Dios y Su Justicia, y lo demás te será dado
por añadidura, pues, si solo haces el bien a quienes te lo hacen a ti, ¿qué
Gracia esperas? El Pan de Dios es el que baja del Cielo y da vida al mundo”,
y no al revés (Mt 6:33, Lc 6:33, Jn 6:33). El mundo es “la ayuda
semejante” o gimnasio en el que el Espíritu en el hombre puede fortalecerse en
la Gracia, no su alimento[4].
Cuando el alimento no es el
que viene del mundo, sino el que viene del Cielo; cuando todo mi Aliento Vital es
el Espíritu Santo que viene de Dios Altísimo para dar Vida hasta la última
célula de mi cuerpo, cumpliendo Su Misión en el mundo y volviendo a Él con
Alegría (Ecl 12:7, Is 55:6-12), entonces, “el Padre es mayor que yo, pero
Él es en mí y yo en Él, pues ambos somos una misma cosa” (Jn 14:28,
14:11, 10:30).
Y, entonces, veo que no soy
yo quien ayuda, sino que ésa es mi “ayuda semejante”, de la que Dios se
vale para formarme en la Imagen y Semejanza de Su Gracia y entiendo con toda
claridad porqué es Jesucristo quien lava los pies de Sus discípulos y no al
contrario (Jn 13:3-5, 17:26).
[1] Ver
capítulo “2
(II) La Verdad os hará Libres”
[2] Ignacio
de Loyola: “Ejercicios Espirituales” [235-236]
[3] Ver
capítulo “La
Fe es el Fundamento y la Prueba”
[4] Ver
capítulo “12.3
(II) El Fin y los Medios”