La Fe es el Fundamento y la Prueba
A UN HOMBRE LO HACE SU FE. LO QUE ES SU FE, LO ES TAMBIÉN ÉL (BG 17:3)
“La Fe es el
fundamento de lo que se espera y la prueba de lo que no se ve. Por
ella obtuvieron buen testimonio los antiguos. La Fe es la que nos hace
comprender que el mundo ha sido formado por la Palabra de Dios, de modo
que lo visible proviene de lo invisible” (Hb 1:1-3).
En la Fe reside la Causa
Divina de la Causalidad Divina o Poder de Dios por
el que los elementos se combinan desplegando sus propiedades puras de
manera que reine la armonía sobre el caos, tal y como ocurre con los
armónicos que despliega la nota correcta dentro de las infinitas combinaciones
posibles de notas sucesivas y simultáneas en una interpretación musical (1Sam
16:23, Sab 19:18), o como ocurre con la orientación de los espines en el
entrelazamiento cuántico.
El hombre siempre ha sabido que las cosas
no se mueven por su apariencia exterior, sino que, a través de lo
visible, “vemos” el movimiento de lo invisible. Y también ha sabido
siempre el hombre que todo lo que ha ido descubriendo a lo largo de la historia
de la humanidad, ya sea el electromagnetismo o la moderna mecánica cuántica, no
descubre “cosas nuevas”, sino cosas que han existido siempre. El hecho de que
el descubrimiento sea nuevo, no significa que lo descubierto no haya existido
siempre.
Y así ha sido siempre: es la calidad y
cualidad de la Fe la que mueve las partículas del tiempo con las que éste,
agrupándolas y desagrupándolas, se hace visible y se mantiene efímero o alcanza
la dignidad de tiempo eterno [1].
Es la Fe la que hace que el
Hombre de Dios escuche a Dios (Jn 8:47) diciéndole “a ti te basta Mi Gracia” (2Cor 12:9) y a Mí me basta tu Fe
en la Bondad Absoluta en la que Yo todo lo puedo (Lc 6/Mt 6) y, entonces,
pueda ver “cómo resplandecen las obras de Dios ante sus ojos” (Jn 9:3).
Es la Fe la que hace que el
Verbo sea Acción y Efecto de la Palabra (1Jn 1:1-4) que, sin
la Fe, permanece muerta e inerte y sin desplegar ningún efecto.
Por eso, la única prueba de Su
Existencia es la Consciencia de Unión con Él (Mandukya Upanishad), de
que “Dios desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina”[2],
pues nadie puede dar lo que no tiene y, justamente para darlo, es
para lo que lo recibimos.
Por eso, la Fe que es Fundamento y Prueba
de la Existencia de Dios y de Su Poder sobre todas las cosas, no es aquélla que
pide para sí, sino que pide lo que no tiene para poder darlo: “no me habéis
elegido vosotros, sino que Yo os elegí, y os he puesto para que vayáis y
deis fruto, y que vuestro fruto sea permanente, para que
todo lo que pidáis al Padre en Mi Nombre, Él os lo dé. Esto os mando, que
os améis los unos a los otros” (Jn 15:16-17).
Sólo porque pedimos para poder
dar aquello de lo que carecemos, recibimos todo lo que pedimos.
Porque sabemos que, quien no tiene, no puede dar alegría,
seguridad, pan, paz, bien, armonía, austeridad, pureza, amor, rectitud, bondad,
visión, sabiduría, fe …, por eso la necesitamos nosotros mismos para poder
darla.
Por eso necesitamos “estar
siempre alegres, no permitiendo que nuestro Espíritu se apague y dando gracias
a Dios en toda ocasión, examinándolo todo y quedándonos solamente con lo bueno
y alejándonos de todo mal” (1Tesal 5:16-22).
Por eso, la Fe por la que recibimos
de Dios lo que de Él queremos dar a los demás es “el fundamento de lo
que se espera y la prueba de lo que no se ve” y sólo por ella podemos dar
testimonio nosotros para todo aquél que la quiera. Así es como, depositando
nuestra Fe en Kristo, alcanzamos la Fe de Kristo y podemos ofrecerla
(Jn 17: 20).
“Brillad como astros luminosos, a
imitación de Dios, como Hijos Amados” (Filip 2:15-16, Ef 5:1). “Mi
Padre es glorificado en que deis mucho fruto y así manifestéis ser mis
discípulos” (Jn 15:8), pues sólo así damos testimonio de la Fe
(Jn 15:25-27).