(III) Los Signos de los Tiempos
(Capítulo
completo en pdf descargable gratuitamente pinchando en este enlace: “Los
Signos de los Tiempos” )
III
Si aún “vives” en un cuerpo pesado
cuyo corazón permanece turbado por la carga del pasado y por el temor a la
incertidumbre del futuro, es única y exclusivamente porque no has sido
redimido. Y si no has sido redimido es porque tú no has perdonado (Mt 6:14-15)
y, por lo tanto, no has olvidado y, por eso, tu Ser está (el Estado soy
yo) bajo un yugo duro (dirección o condiciones de hoy que determinan la
prosperabilidad del mañana) que soporta una carga pesada (atadura en el Cielo
de lo no desatado en la Tierra) que te impide vivir (sinvivir) el presente
libremente y gozarte en todo lo que Dios ha creado para tu alegría y la Suya (Jn
17:3, 4:31-38, BG 18:68-69, Is 55 y 65).
En los mundos sin el Único Dios de
Bondad Absoluta la redención sólo puede ser kármica (ley/talión), pagando
hasta el último céntimo (Mt 18:21-35) en una cadena de sacrificios
imposibles de cumplir para el hombre durante el tiempo dado a su existencia
terrenal (Mc 10:27), mientras que en Kristo la redención no es kármica, sino
por Gracia (Ef 2), pues no es el sacrificio lo que complace a Dios, sino el
reconocimiento de la propia iniquidad y el deseo sincero de alcanzar la pureza
o regeneración en Él (Sal 51, Ef 1 y 2).
Nadie puede ir al Padre si no es por
Kristo, con Él y en Él -la naturaleza que es Consciencia Krística
perfeccionadora de quien es perfeccionado como su Maestro- (Jn 14:6 y 4:25-26)
y nadie puede ir a Kristo si no es enviado por el Padre (Jn 6:44). Sólo cuando
ese ejercicio del libre albedrío es sincero y no fingido, entonces “no me
habéis elegido vosotros a Mí, sino Yo a vosotros, para que deis fruto y vuestro
fruto permanezca a fin de que todo lo que pidáis al Padre en Mi Nombre, os lo
conceda” (Jn 15:16)[1]
como resultado de la sinceridad del deseo de conversión que se manifiesta en la
Verdad en lo Íntimo del Ser y que no puede ser falseada para engañar al
Espíritu que escruta los corazones (Rom 8:27).
Y nadie tiene capacidad para
autorredimirse kármicamente enmendando, uno a uno, todos y cada uno de sus
pecados (Rom 7), por lo que, sin Kristo, permanecerá encerrado en su propia
prisión durante todo el tiempo dado para la redención y hasta que éste se agote
irremediablemente en aquello que llamamos muerte[2].
Por eso Kristo -Su Padre, Su Espíritu y Su Doctrina en el interior del Hombre/Hijo
(1Jn 5:10 y 20, 2Cor 13:5,)- es la Única Realidad (1Cor 8:6, 1Jn
1:1-4) que es imagen visible de Dios invisible (Col 1:15), de
la que testifican todas las Escrituras (Jn 5:39) y en la que el
yugo es suave y la carga ligera (Mt 11:28-30).
El Fin que buscamos en Dios para nuestro futuro (Reino de los
Cielos) y para nuestro pasado (Redención de todos nuestros pecados) ha de
ser buscado para Hoy: para nuestro presente. Sólo cuando el Fin
Supremo buscado en Dios es buscado para el presente, “hoy estarás conmigo en
el paraíso” (Lc 23:43) y, por lo tanto, sólo así el signo del
tiempo de ayer (memoria) estará libre de malos recuerdos (Is 65:16-17) y el de
mañana estará lleno de alegría en la esperanza y libre de preocupaciones (Is
65:18-19, Rom 12:12). Primero en este mundo y, luego, en el venidero (Mc
10:29-30).
Hoy, con base en los principios de
superposición de historias, incertidumbre, entrelazamiento, onda-partícula,
espacio-tiempo, … la reciente mecánica
cuántica -pero veloz en la evolución de su corta existencia- ya no tiene
reparos en admitir que el presente tiene la capacidad de modificar el
pasado y el futuro. Pero, aunque el descubrimiento científico resulte
novedoso, lo descubierto no lo es, pues sólo se descubre lo que ha existido
siempre (Ezq 18:19-32).
De cualquier otra manera en que las
condiciones finales de tu universo no sean buscadas para Hoy, te ocurrirá como
al protagonista de la magistral parábola en la que Jesucristo explica lo que le
aconteció al rico que llenaba sus graneros esperando un día en que poder
disfrutar de su abundancia y fue sorprendido por la muerte mientras preocupaba
sus pensamientos con el futuro y el paado (Lc 12:15-21), llevándoselo en el
estado del Ser de ese preciso momento.
En relación a esta última parábola
me gustaría recordar un testimonio más reciente que, quizás, por su “realidad”
y su cercanía te convenza aún más de la importancia de que la voluntad de Dios
es el ahora: el archifamoso campeón de artes marciales, actor, cineasta y
filósofo Bruce Lee, hombre carismático en sus entrevistas televisivas, creador
de la combinación de su innovadora concepción de las artes marciales y de su
propia y profundísima escuela de pensamiento de raíz taoísta, Jeet Kune Do
(merece la pena estudiar su biografía, siquiera sea en la reseña de su sección
en Wikipedia) y que popularizó la célebre frase “be water, my friend”,
expresión de la libertad absoluta y del estado sublime de la unión con Dios, en
el año 1969, a la edad de 28 años, escribió en su diario “Mi principal
objetivo definitivo: Yo, Bruce Lee, seré la primera súper-estrella oriental
mejor pagada en los Estados Unidos. A cambio yo les daré las actuaciones más
emocionantes y haré la mejor calidad, en capacidad de actor. Comenzando en
1970, iniciaré la ruta para ser famoso mundialmente y de allí en adelante,
hasta el final de 1980, tendré en mi posesión la suma de diez millones de
dólares. Seguiré el camino que me plazca y, alcanzaré la armonía interior y
felicidad.” Tan sólo cuatro años después de escribir esto en su diario, en
1973, y mientras aún vivía agobiado por un pasado y un futuro que convertían el
presente en un sinvivir de codicias, planes y resentimientos, Bruce Lee
fallecía a la temprana edad de treinta y dos años por causa de una reacción
alérgica a un medicamento. ¿Entiendes qué significa conocer los signos de los
tiempos?
Pasado, presente y futuro comparten
siempre el mismo signo, y cambiando uno solo de ellos, cambian los tres “al
mismo tiempo”, pero ha de ser HOY.
¿Aún no reconoces a tu Dios? "Dios
es el que obra en vosotros tanto el querer como el hacer, según Su
beneplácito" (Filip 2:13): ése es tu Dios. Incluso para los que creen
ser ateos, ése es su Dios[3],
Quien gobierna el tiempo pasado, el tiempo presente y el tiempo futuro en todas
las cosas de “tu mundo” (BG 18:61) eterno o perecedero.