12.3 (y III) El Fin y los Medios

 


   III. Las prisiones de un reino son parte del reino, pero están muy lejos de la corte y están “confeccionadas a la medida” de sus habitantes, que han de vivir en ellas bajo la ley/karma/talión que obliga a pagar “hasta pagar el último céntimo” (Mt 18:21-35) o ser liberados por la Gracia (Mt 6:33), viendo acortada su estancia por la redención por el trabajo (progreso interior del hombre) y la buena conducta (manifestación de ese progreso en la calidad de sus acciones).

   “Dios trabaja y labora en mí en todas las cosas creadas sobre la faz de la Tierra”: Él ha puesto ese piano que es el mundo a mi disposición y se hace Maestro que enseña todos los misterios (Mc 4:11) que llevan al intérprete a ser capaz de arrancar de ese piano las melodías más sublimes. Y el libre albedrío para el ser o no-ser del alma consiste en elegir, consciente o inconscientemente, frustrar los planes de Dios para con el discípulo (Lc 7:30) o, conscientemente, escuchar y hacer lo que nos dice (Lc 6:46-49) sin cuestionarlo ni tan siquiera en todas aquellas cosas que aún no podemos entender como discípulos de la Gracia, de modo que “el discípulo no es superior a su Maestro, pero el que fuere perfeccionado, será como su Maestro” (Lc 6:40).

   Y quien se deja perfeccionar en Dios Altísimo puede decir en voz alta: “El Padre es mayor que Yo, pero YOSOY en el Padre, y el Padre en Mí, pues el Padre y Yo somos una misma cosa” (Jn 14:28, 14:11 y 10:30). Porque así es la consumación en la Unidad (Jn 14:12 y 17:22-23, BG 11:13): “como los ríos que fluyen hacia el océano hallan su descanso al final y pierden su nombre y su forma, del mismo modo los sabios se liberan de su nombre y forma, y se adentran en el fulgor del Espíritu Supremo, el cual es más grande que cualquier grandeza. En verdad, aquél que conoce a Dios, se vuelve Dios” (final de Mund Up).

   No existe contradicción alguna en que “el hombre es justificado por la Fe, y no por las obras” (Rom 3:28) y que “la Fe sin obras es estéril” (Stg 2:20), sino correspondencia perfecta entre conocimiento de Dios y acción que se manifiesta en esta resolución: “en todas tus acciones ten presente tu Fin, y así no pecarás nunca” (Eclo 7:36).

   Y exactamente lo mismo ocurre en la correspondencia perfecta entre trascendencia e inmanencia que se manifiesta en esta resolución: “abrigad sobre el Señor solamente pensamientos de Bondad, buscándole con sencillez de corazón” (Sab 1:1), y así no errarás nunca. “En esta vía ningún paso es en falso y no hay peligros que acechen. Aun el más pequeño de los avances supone una liberación frente al miedo” (BG 2:40), porque, a diferencia de la trascendencia errada, cuya inmanencia se presenta en forma de “regiones de abisal oscuridad pobladas por demonios” en las que el hombre, aun creyendo en Dios “se estremece” (Stg 2:19), temiendo por su vestido, calzado y las pre-ocupaciones de mañana y hasta “del sonido del viento entre las hojas de los árboles” (Sab 17:17), en la trascendencia correcta de quienes buscan creer A Dios Altísimo (Jn 6:29 y 17:3), la inmanencia se presenta libre de temores y preocupaciones por “qué comeremos, qué beberemos, con qué nos vestiremos y las inquietudes del mañana” (Mt 6:33-34), pues, en esa búsqueda, “para los santos, brilla una espléndida Luz” (Sab 18:1), que dice: “la Paz os dejo, Mi Paz os doy. No como la da el mundo la doy Yo. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Jn 14:27).

   Así pues, “Alegraos en la misericordia del Señor, no os avergoncéis de Su alabanza. Haced vuestra obra antes del tiempo dado, y, a su hora, Él os dará la recompensa” (Eclo 51:29-30). “YOSOY el tiempo interminable en el que prosperan el conocimiento del alma, la razón que conduce a la verdad, la palabra, la memoria, la inteligencia, la constancia y la paciente indulgencia; la muerte que todo se lleva y el origen de todo cuanto llega” (BG 10:32-34). “Mirad diligentemente cómo os portáis, no como necios, sino como sabios, sacando partido del tiempo, pues nuestros días son malos. Por eso, no seáis insensatos, sino entended más bien cuál es la voluntad del Señor” (Ef 5:15-17).




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