11 (II) Que debes Estar en el Cielo para Ser en la Tierra como en el Cielo
II. Ya hemos expuesto con
detenimiento en los capítulos 5, 6 y 7, cuál es la causalidad de la causa de lo
perecedero (Ley), de lo existenciable en lo eterno (Libertad) y de lo
existenciado en lo eterno (Gracia).
Veamos ahora la necesaria sucesión de
estados del Ser (progreso del hombre interior) cuyo único propósito de
existencia es “Yo voy al Padre”, y que, trascendiendo su condición
animal (gobierno de la Ley/karma/talión, que es la fuerza del pecado), es
liberado de ella y amparado por la Gracia (redención de los pecados y de la
vida pasada que ya no pesan sobre él y condicionaban su existencia) para ser
formado en la Gracia (santidad que es la única naturaleza de lo eterno):
-
El hombre se halla en cualquiera de las
regiones o capas de Dios que se encuentran por debajo de la capa del Cielo
(Dios Altísimo) y, sabiéndose muy lejos de la Dicha Suprema (Jn 12:25), se
enamora de los atributos de la Gracia o Amor Puro Universal (Lc 6:27-45, Sab
11:23-26, 1Cor 13), reconociendo que su naturaleza humana le impide alcanzarla
por sí mismo y que sólo a Dios le es posible obrar esa perfección en el hombre
(Sal 51, Mc 10:27 y 12:24): potencialidad de la causa para existir conforme
al propósito divino.
-
Ejercicio del libre albedrío que no elige
frustrar los planes de Dios para con él (Lc 7:30), sino llegar a Ser conforme a
la complacencia y predestinación Divina y, por tanto, desea conocer a Dios
Altísimo, no como aliado para sus propios propósitos particulares, sino para
aliarse con los propósitos Universales de Dios. “Lo alcanzan los escogidos
por Él, porque ellos lo escogen. Y a ellos Él revela Su Gloria” (Sal 51,
Katha Up 2, Mund Up 2, Ef 1). “Desde las profundidades Te invoco …” (Sal
130) pidiendo Espíritu de Santidad (Sal 51, Lc 11:13): nacimiento a la causa,
que ha existido siempre[1] (el plan
de Dios para el Hombre), aunque como simple potencialidad del ejercicio del
libre albedrío (“la causa está causada por aquello de lo que ella es la
causa”[2]).
-
Nadie puede ir al Padre si no es por el Kristo
(la naturaleza que es Consciencia Krística perfeccionadora de quien es
perfeccionado como su Maestro) (Jn 14:6 y 4:25-26) y nadie puede ir al Kristo
si no es enviado por el Padre (Jn 6:44). Sólo cuando ese ejercicio del libre
albedrío es sincero y no fingido, entonces “no me habéis elegido vosotros a
Mí, sino Yo a vosotros, para que deis fruto y vuestro fruto permanezca a fin de
que todo lo que pidáis al Padre en Mi Nombre, os lo conceda” (Jn 15:16).
Comienza la fase de enseñanza y aprendizaje (el Verbo ES Dios) de todo
lo que una Vida Krística conlleva en cuanto a entrega y renunciamiento (BG
18:2), qué es y qué no es complacencia de Dios (Jn 8:28-29), el entendimiento
de los frutos de la carne y los frutos del Espíritu (Gal 5:17-25) y qué supone
andar el Camino que lleva a alcanzar la dignidad de ser Hijos del Altísimo
(Jn 6, Lc 13), al tiempo que, por acción de la Gracia que lo libera temporalmente de la Ley/karma/talión, es
redimido de los pecados (Jn 15:2-3) que condicionaban su existencia (Ezq
18:30-32, BG 18:64-66): causalidad o determinación del estado de
prosperabilidad de esa potencialidad de la causa.
-
“Si permanecéis en Mi doctrina, sois
verdaderamente discípulos míos, conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará
Libres” (Jn 8:31-32):
o
“Si permanecéis en mi doctrina”. El
hombre conserva su libre albedrío para (1) permanecer = estar = estado de
conservación y de prosperabilidad de la causa primera, aceptando las
directrices de una vida Krística sin cuestionar al Maestro aun en aquello que
aún no puede entender (Lc 9:51-62) y haciendo lo que nos dice (Lc 6:46-49)
amparados por la Gracia que no lleva la cuenta de los pecados que han sido
temporalmente redimidos ni de los errores cometidos durante nuestra formación
en la Gracia (2Cor 12, Sal 91, Lc 9:51-56, HA 10:26-29), o (2) para vivir de
manera distinta al propósito Divino de existencia (Jn 6:66, 5:14) y, por lo
tanto, vivir el resto del tiempo dado de vuelta en los mundos de la
Ley/karma/talión (que es causalidad de la causa de lo perecedero) y
condicionado por el peso de los pecados que le fueron temporalmente redimidos
(Mt 18:21-35): desvanecimiento de la causa primera y continuación del
proceso de “privación del bien hasta lo que, de todo punto, no es”[3]
por el que, en la sucesión de estados del Ser, “el último estado de ese
hombre viene a ser peor que el primero” (Lc 11:26), hasta llegar a perecer
(Jn 8:21-24) .
o
“sois verdaderamente discípulos míos”.
Mientras continúa liberado del peso de sus pecados, el hombre que dice “Yo
voy al Padre” continúa su aprendizaje (siempre como discípulo de la Gracia
y nunca como doctor de la Ley), andando el Camino “hoy, mañana y al día
siguiente” (Lc 13:33) y Dios propicia (Divina Providencia) todo lo que sabe
que necesitamos para perseverar en el Camino de perfeccionamiento (Jrm 3:19, Mt
6:33). El hombre vive en Libertad bajo la Gracia, no bajo la Ley (Col 2:20-23,
Gal 5:1, Tao 34, BG 3:17-18, 2:40-41 y 18:66, Mt 17:24-27, Jrm 7:22-23, Tobías
5:22, Sab 4:15, Is 65:16), para poder ser formado como instrumento de la Gracia
(Lc 6, BG 11:44): causalidad que favorece el estado de conservación y de
prosperabilidad de la causa primera.
o
“conoceréis la Verdad”. Al
ritmo que necesita la semilla (alma viviente) hasta llegar a Ser Árbol
de la Vida (Espíritu Vivificante) (sucesión de estados de la causa
que crece y es perfeccionada en el conocimiento de Dios Altísimo), el
hombre, a medida que es elevado hacia la capa del Cielo (causalidad continua
del tiempo dado que es empleado para “que sólo haya una ocupación: el
prestarle servicio a la Suprema Personalidad de Dios”),
atravesando las capas inferiores (Sab 4:10-15), puede ver con sus propios ojos “cómo
resplandecen las obras de Dios” (Jn 9:3, 1Jn 1:1-4), que “Tu Palabra es
Verdad” (Jn 17:17), que el Verbo ES Dios y que cuanto es hecho en Él es
Luz, Verdad que disipa las tinieblas del engaño en el que ha vivido antes y
Vida que conduce a la inmortalidad (Jn 1:1-5, Brhad Up 1:3:28).
o
“y
la Verdad os hará Libres”. Perseverando hasta el final (Mt 24:13), “el
discípulo no es superior a su Maestro, pero el que es perfeccionado, será como
su Maestro”, “Uno, como nosotros somos Uno: Yo en ellos, y Tú en Mí,
para que sean consumados en la Unidad” (Lc 6:40, Jn 14:12 y 17:22-23, BG
11:13): causalidad de la causa de lo eternamente eterno, no
temporalmente libre ni sometido a la contención del riesgo moral que es el
proceso de perfeccionamiento, “de suerte que ya no eres siervo, sino Hijo;
Hijo y, por tanto, heredero por la Gracia de Dios” (Gal 4:1-7)