4.3 El Secreto de la Perpetuidad

 


   El Cielo es eterno, la Tierra permanece. ¿Por qué duran para siempre el Cielo y la Tierra? Porque no viven sólo para sí mismos. Éste es el secreto de la perpetuidad. Por eso el sabio se sitúa en último lugar y, por ende, se antepone. Se mantiene como testigo de la vida, ajeno a sí mismo, y por eso subsiste. ¿No es así porque olvida su propio interés? De esta manera alcanza su objetivo.[1]. Así, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos[2]. Por eso, todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos, porque esto es la Ley y los Profetas[3]. Sirve a los demás y todas tus necesidades serán colmadas, pues es la acción desinteresada la que hace que nos realicemos[4]. Practicar la virtud es ofrecer desinteresadamente ayuda a los demás, dar sin limitación alguna el propio tiempo, capacidades y posesiones, en cualquier ocasión y lugar en que se necesiten, sin prejuicio alguno relativo a la necesidad de la persona que los necesita[5]. Busca primero el Reino de Dios y Su justicia, y eso otro se os dará por añadidura[6].

   Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra; y a quien te quite el manto, ofrécele también la túnica. Da a quien te pida, y a quien se lleve lo tuyo no se lo reclames. Como quisierais que los hombres os trataran, tratadlos a ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia merecéis? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacéis bien a quienes os lo hacen a vosotros ¿qué gracia merecéis? También los pecadores hacen eso. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia merecéis? También los pecadores se prestan entre ellos para recibir lo equivalente. Vosotros, amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada a cambio; así vuestra recompensa será grande, y seréis Hijos del Altísimo. Porque Él es bueno para los ingratos y los malos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; absolved, y seréis absueltos. Dad, y se os dará; una buena medida, apretada, rellena, rebosante se os echará en el seno; porque con la medida que midáis se os medirá a vosotros[7].


[1] Tao 7

[2] Mt 20:16

[3] Mt 7:12

[4] Tao 7

[5] HH 4

[6] Mt 6:33

[7] Lc 6:27-38





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