
El Cielo es eterno, la Tierra permanece.
¿Por qué duran para siempre el Cielo y la Tierra? Porque no viven sólo para sí
mismos. Éste es el secreto de la perpetuidad. Por eso el sabio se sitúa en
último lugar y, por ende, se antepone. Se mantiene como testigo de la vida,
ajeno a sí mismo, y por eso subsiste. ¿No es así porque olvida su propio
interés? De esta manera alcanza su objetivo.[1].
Así, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos[2]. Por eso,
todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también
vosotros con ellos, porque esto es la Ley y los Profetas[3].
Sirve a los demás y todas tus necesidades serán colmadas, pues es la acción
desinteresada la que hace que nos realicemos[4].
Practicar la virtud es ofrecer desinteresadamente ayuda a los demás, dar sin
limitación alguna el propio tiempo, capacidades y posesiones, en cualquier
ocasión y lugar en que se necesiten, sin prejuicio alguno relativo a la
necesidad de la persona que los necesita[5].
Busca primero el Reino de Dios y Su justicia, y eso otro se os dará por
añadidura[6].
Amad a vuestros enemigos, haced el bien a
los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os
calumnian. Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra; y a quien
te quite el manto, ofrécele también la túnica. Da a quien te pida, y a quien se
lleve lo tuyo no se lo reclames. Como quisierais que los hombres os trataran,
tratadlos a ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia merecéis? También
los pecadores aman a quienes los aman. Si hacéis bien a quienes os lo hacen a
vosotros ¿qué gracia merecéis? También los pecadores hacen eso. Y si prestáis a
aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia merecéis? También los
pecadores se prestan entre ellos para recibir lo equivalente. Vosotros, amad a
vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada a cambio; así vuestra
recompensa será grande, y seréis Hijos del Altísimo. Porque Él es bueno para
los ingratos y los malos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es
misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; absolved, y seréis absueltos. Dad, y se os dará; una buena medida,
apretada, rellena, rebosante se os echará en el seno; porque con la medida que
midáis se os medirá a vosotros[7].
