Si no te haces necesario, no eres necesario
El Ser o No-ser en
cualquier aspecto de la vida consiste en que, si no te haces útil y necesario,
no-eres útil ni necesario.
En el Curso Infinito de
la Vida Eterna, el Árbol de la Vida jamás da fruto para sí mismo,
sino que recogemos el fruto de lo que otros han trabajado antes que
nosotros (Jn 4:31-42, Mc 4:1-20, Mt 5 a 7, Jn 17:33, 12:25, Lc 13:6-9)
y, del mismo modo, Dios siembra en nosotros para el fruto que otros
recogerán en el futuro (Lc 10:38-42, 9:58-62, BG 13:26, 18:61-63)[1].
Es así como la Rueda de la Ley
Universal de la Vida de lo Eterno y de lo Perecedero se puso en movimiento; y
todo hombre que, mediante una vida egoísta, de placer impuro y de pecado, no la
ayude a girar, vive en vano (BG 3:16).
Para este entendimiento
contaba Jesucristo esta parábola:
“Tenía uno plantada una
higuera en su viña; vino a buscar fruto de ella y no lo encontró. Y dijo al
viñador: ‘hace ya tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no
lo hallo. Córtala. ¿Para qué ha de agotar la tierra?’ Él le respondió:
‘Señor, déjala todavía este año, que yo la cave toda y le eche abono, a
ver si da fruto en lo sucesivo; si no, la cortarás’” (Lc 13:6-9).
“Al día siguiente, cuando
salieron de Betania, sintió hambre. Y, al ver de lejos una higuera que tenía
hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; llegó y sólo encontró en
ella hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces le dijo: ‘jamás
coma nadie fruto de ti’. Y Sus discípulos lo oyeron” (Mc
11:12-14).
Dios ha dado al Hombre
la capacidad de poder ser consciente de sí mismo y libre
albedrío para querer o no querer ser consciente de sí mismo
y, así, trascender su condición animal y alcanzar la dignidad de servir
(ser útil) al Reino de los Fines: la preservación y evolución eterna del Todo
Perfecto[2].
Quien no se hace útil y
necesario a tal Fin, no es útil ni necesario en ese Fin y no
puede trascender la condición de lo que, como las pesas inertes y sin vida de
un gimnasio, sólo reviste una utilidad temporal para que, lo que
se hace necesario para la Preservación Eterna de la Vida, pueda fortalecerse
mientras es formado en la Gracia (Lc 6, Mt 5 a 7): lo que no nace de
nuevo para la Vida Eterna, está muerto desde que nace, y Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos en el Espíritu Santo (Jn 3:33, Mt 22:32, Lc
11:13, Ezq 18:19-32, Mlq 3:6-7, Sal 51, Eclo 51).
Lo que no se hace útil
y necesario en lo Eterno, constituye únicamente la adversidad efímera,
perecedera y temporalmente necesaria (lo que Dios llama “la ayuda
semejante”[3]), para que,
quienes no siendo del mundo, pero estando aún en el mundo hasta su Consumación
en la Unidad (Jn 17), puedan ser formados en la Bondad Absoluta Universal
(Lc 6:40) que, como el sol y la lluvia, derrama sus bendiciones sobre
buenos, malos, justos, injustos, gratos e ingratos (Mt 5:43-48).
Este proceso de formación
hasta la Consumación en la Unidad no se produce con espectacularidad (Lc
17:20), sino que toma forma en el hombre al ritmo que necesita la semilla hasta
ser árbol de la misma especie y calidad de Aquél que le dio la Vida (Mc
4:30-32, Lc 6).
Hasta que Kristo, la
Pureza de la única vida que llega a alcanzar valor eterno en el Reino de los
Fines, sea formado en vosotros (Gal 4:19, 5:22-25), el
alma precisa alimentarse en el Espíritu Santo de la Bondad Absoluta de la
Palabra de Dios (Jn 8:47, 4:32) y fortalecerse en su andadura en
el mundo (Jn 17:18).
Hazte necesario para el
Bien Universal que es Causa Única de la Preservación Eterna
de la Vida, porque, si sólo piensas en ti, en los pequeños asuntos de tus
ocios y negocios y en tu pequeña camada y no muestras utilidad para el
Todo en esta vida, la necesidad de tu existencia es sólo temporal,
pero no eterna (Lc 13:6-9, Mc 11:12-14, BG 3:16).
Cuando entiendas que “la
causa está causada por aquello de lo que ella es la causa”, que
el Alma es fracción indivisible de Dios en el interior del hombre, que crece o
mengua según se alimente de lo que la alegra y no de lo que la perturba y que estar
siempre alegre no es un derecho, sino el cumplimiento de un deber para con los
demás, entonces tu derecho será recoger el fruto de lo que otros han trabajado
antes que tú (Jn 4:31-42, Ibn Arabí, Santa Teresa, San Agustín, Sal
131, Jn 16:20:22, 1Tesal 5:12-22).
Por eso, orad sin cesar,
porque es la única forma de renovar permanente-mente nuestra Presencia de/en
Dios. Y ésta no es otra cosa que la capacidad de estar siempre
alegres, que es el único propósito de la Bondad Absoluta Universal de
la que emana la Belleza de la Creación para la Preservación Eterna de la Vida. Éste
es el trabajo de la Digna Colonia de Hijos de Dios en la Tierra (1Tesal
5:12-22, Eclo 51:8-12, Is 55 y 65, Jn 16:20-22, Sab 11:23-26, 12:7, Sal 16)
“Os digo estas cosas
para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis adversidades; pero confiad: Yo
he vencido al mundo” (Jn 16:33).