(IV) Los Signos de los Tiempos
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completo en pdf descargable gratuitamente pinchando en este enlace: “Los
Signos de los Tiempos” )
IV
“Por la tarde decís: ‘Va a hacer
buen tiempo, porque el cielo está rojo’; y por la mañana decís: ‘Hoy va a hacer
mal tiempo, porque el cielo está rojo y nublado.’ Pues si sabéis interpretar
tan bien el aspecto del cielo,¿Cómo es que no sabéis interpretar los
signos de los tiempos?” (Mt 16:2-3).
Ese color que ves Hoy es lo que permanece de tu pasado y
la esperanza de tu futuro; lo atado o desatado en la Tierra que permanece atado
o desatado en el Cielo. Ése es el signo de tus tiempos. Y ese signo, de
ese presente, será con el que la muerte te sorprenda en el momento más
inesperado y el que determinará tu destino. Por eso, de nada valen los buenos
propósitos para el mañana si no son buscados para que tomen vida hoy.
La sabia elección de Espíritu para
la vida puede cambiarlo todo (pasado, presente y futuro): en la elección del
Espíritu Santo que es Señor de la Gracia (Lc 6:27-49) y Único Dios de
Bondad Absoluta, Él será el Señor de un pasado limpio, un presente perfecto y un
futuro glorioso, blanco e inmaculado.
Del mismo modo que “donde se
halla el cadáver, ahí se reúnen los buitres” (Mt 24:28), “cuando la luz
de Dios se enciende en el corazón, los pies de los ladrones desaparecen”[1].
Y así es como pasado, presente y futuro comparten el mismo signo en el hombre.
Sólo podemos tener un pensamiento al
mismo “tiempo” significa
que sólo podemos tener Presencia de una sola cosa en el pensamiento. No
pueden coexistir muchas cosas en el pensamiento pero sí muchos pensamientos que
se suceden a una velocidad tan vertiginosa que pueden dar la falsa sensación de
que son simultáneos. Pero, la verdad es que sólo podemos tener un
pensamiento al mismo “tiempo”, “mirad diligentemente cómo os portáis, no
como necios, sino como sabios, sacando partido del tiempo, pues nuestros días
son malos. Por eso, no seáis insensatos, sino entended más bien cuál es la
voluntad del Señor” (Ef 5:15-17).
El olvido no es extinción de las
experiencias pasadas en la memoria, sino sepultura de esos malos recuerdos, de
manera que no afloren en el pensamiento (Is 65:16-17), pero que pueden volver a
tener presencia en cualquier momento. Lo que eliges primero, determina
todo lo demás por añadidura, y un mal pensamiento desentierra los malos
recuerdos del pasado y las preocupaciones de futuro que permanecían “archivadas”
en el olvido. Elige sabiamente tu primer pensamiento (Mt 6:33), porque
ése es el signo de tus tiempos, de manera que “donde esté tu tesoro,
ahí estará tu corazón” (Mt 6:21) y, por lo tanto, todo tu Ser.
“Hay dos tipos de Espíritus en este
Universo: el perecedero y el imperecedero. El perecedero conforma todas las
cosas de la Creación. El imperecedero es lo que no se mueve” (BG 15:16).
El hombre que reconoce los signos de
los tiempos, entrando en sí mismo, dice: yo voy al Padre, en el tiempo
dado, en Espíritu y en Verdad[2].
“En esta vía ningún paso es en falso y no hay peligros que acechen. Aun el
más pequeño de los avances supone una liberación frente al miedo. Quien sigue
esta vía tiene un único pensamiento y ése es el fin de su determinación. Muchas
e interminables, por el contrario, son las ramificaciones en los pensamientos
del hombre falto de determinación” (BG 2:40-41). “Marta, Marta, que
andas inquieta y acelerada por demasiadas cosas, cuando bien poco, sólo una es
necesaria. María, en efecto, ha escogido la parte mejor, que no le será
arrebatada” (Lc 10:42). Así: “con los deseos apaciguados, y
la mente, retirándose adentro, reúna a los múltiples sentidos errantes
en la armonía del recuerdo, entonces, con la razón armada
de resolución, guíe el devoto su mente sosegada hacia el interior
del Espíritu, silenciando así todos sus pensamientos. Y cada vez
que la mente inestable e inquieta se extravíe alejándose del Espíritu, tráigala
de nuevo una y otra vez hacia éste” (BG 6:24-26, Mc 4:13-20, Tao 37
y cada meticuloso detalle de Jn 8:1-11).
Nuestra ventaja es precisamente ésa:
que solo podemos tener un pensamiento; y esa presencia de pensamiento determina
la Presencia del mismo signo en pasado, presente y futuro y la ausencia de todo
lo demás.
De los pensamientos tormentosos
vienen las tormentas, y en el pensamiento de Kristo tenemos una paz que
el mundo no puede dar, que no turba el corazón con las cargas del pasado ni
tiene miedo de las eventualidades del futuro[3].
El Cielo es descanso del pasado y
del futuro: es capacidad de mantener un solo pensamiento constante que permite
vivir cada segundo del presente en plenitud y gozarse en la obra de sus manos (Is 65). “Dioses sois” (Jn
10:34, Sal 82:6, Ex 7:1), significa que tenemos esta capacidad de ejercer
sabiamente nuestro libre albedrío a diferencia de cualquier otra criatura sobre
la faz de la Tierra.
Quien halla perfección y gozo en su actividad
ha hallado a Dios en un presente continuo y perfecto (BG 18:41-45, Gal 5:22-25), libre
de preocupación por el futuro y de lamentación por el pasado. Y esto no
viene de nosotros, es un Don de Dios, que es otorgado a quien lo ha buscado con
todas sus fuerzas, toda su alma, toda su mente y todo su corazón, esto es, con
todo su Ser centrado en ese único pensamiento de Bondad Absoluta (Dt 4:29, HA
17:24-28, Sab 1:1).
Tu Dios, hayas querido conocerlo o
no, obra en ti el querer y el hacer. Ese espíritu que actúa como centro de
gravedad, ejerciendo una fuerza de atracción irresistible sobre todo tu Ser
(cuya manifestación es pensamiento, palabra, acción y omisión) y que, “al mismo
tiempo”, te aleja de cualquier otro centro de gravedad, es tu Dios. Aquello
que buscan tus ojos y tus oídos y en lo que tu lengua encuentra satisfacción y
regocijo a través del habla es tu Dios, que obra en ti el querer y el hacer[4].
Dios Altísimo, Señor del los Cielos
y de la Tierra, de lo visible y de lo invisible y de todas las Fuerzas de la
Naturaleza, no necesita de tus “grandes obras” (Sal 131)[5].
Eres tú quien necesita de Su Obra en ti (Jn 6:28-29) para que todas tus obras,
por pequeñas que fueren, sean puras en el pensamiento, la palabra, la acción y
la omisión.
[1]
Ibn Arabí: “El Núcleo del Núcleo”, Cap. 8
[2]
Ir a https://causalidaddelacausa.blogspot.com/p/libros-en-pdf.html
para descarga gratuita de los libros “Yo voy al Padre”, “El tiempo
dado” y “En Espíritu y en Verdad”
[4]
Ver Capítulo “¿No
reconoces a tu Dios?”
[5]
Ver Capítulo “12.3
(I) El Fin y los Medios”