3. Hijo
Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco[1], quien
sabe y dice al mundo que:
El que cree en el Hijo de Dios, tiene el
testimonio en sí mismo[2]. Cuando
hayáis levantado al Hijo del hombre, sabréis que YOSOY, y que nada hago por mi
cuenta, sino que digo lo que me ha enseñado el Padre. El que me ha enviado está
conmigo, y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él[3]. YOSOY me
envía a vosotros[4]. Si me
conocierais a mí, conoceríais también al Padre[5].
El Padre me ama porque yo doy mi vida y la tomo de nuevo. Nadie me la quita,
sino que la doy yo por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de volver a
tomarla. Tal es el mandato que recibí de mi Padre[6].
Escudriñad la Escrituras, ya que en ellas
creéis tener vida eterna: ellas testifican de mí[7].
El hombre que rechaza la palabra de las Escrituras y sigue el impulso del
deseo, no alcanza ni su perfección ni la dicha, ni la Vía suprema. Que las
Escrituras sean, pues, tu autoridad para decidir acerca de lo que es correcto y
lo que no lo es. Conoce la palabra de las Escrituras y cumple en esta vida con
la labor que has de realizar[8].
Entregarse al estudio es crecer día a día[9].
El estudiante que busca y estudia estas enseñanzas fomenta la evolución de la
humanidad, así como su propio desarrollo espiritual. El estudiante que las
ignora, obstaculiza el desarrollo de todos los seres[10];
y la salvación del mundo está en los muchos sabios”[11].
Examinadlo todo y quedaos con lo bueno[12]: las
páginas purificadas que contienen los Libros Verdaderos[13];
pues, toda Escritura, divinamente inspirada, es útil para enseñar, para
persuadir, para reprender, para educar en la justicia, a fin de que el hombre
de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena[14].
Vengo a este mundo edad tras edad[15]. En
verdad os digo que antes que naciera Abraham existo yo[16],
pero los necios no reconocen mi Espíritu en mi forma humana[17].
YOSOY el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí[18]. El que
recibe al que yo envíe, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que
me ha enviado a mí[19].
El Padre es mayor que yo[20],
pero YOSOY en el Padre y el Padre en mí[21],
pues, el Padre y yo somos una misma cosa[22]
y el que cree en mí, hará las obras que yo hago y las hará aún mayores que
éstas[23]. Ruego
por los que crean en mí, para que todos sean una sola cosa, como Tú, Padre, en
mí y yo en Ti, que también ellos sean una sola cosa en nosotros[24], pues,
del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un cuerpo, así
también el Hijo de Dios[25], y en
ellos no se oirá más palabra que “paz”[26].
Así pues, al que me confiese delante de los
hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; y el
que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios[27]. Por eso
el sabio va a aquél que permanece en la unidad. Afluye a Él sin sufrir daño, ya
que en Él encuentra paz, seguridad y felicidad[28].
[1] Mt 3:17
[2] 1Jn 5:10
[3] Jn 8: 28-29
[4] Ex 3:14
[5] Jn 8: 19
[6] Jn 10:
17-18
[7] Jn 5:39
[8] BG
16:23-24
[9] Tao 48
[10] HH 54
[11] Sab 6:24
[12] 1Tesal 5:21
[13] Cor 98:2
[14] 2Tim 3:16-17
[15] BG 4:8
[16] Jn 8:57
[17] BG 9:11
[18] Jn 14:6
[19] Jn 13:20
[20] Jn 14:28
[21] Jn 14:11
[22] Jn 10:30
[23] Jn 14:12
[24] Jn 17:21
[25] 1Cor
12:12
[26] Cor
19:63
[27] Lc
12:8-9
[28] Tao 35
[29] Jn
16:33
[30] Jn
8:31-32