El Verbo es Acción y Efecto de la Palabra



Vosotros, los que vibráis con las Palabras de Pureza y de Bondad Absoluta Universal, “examinadlo todo y quedaos con lo bueno; huid hasta de la apariencia del mal” (1Tesal 5:22), “que ni siquiera se nombre entre vosotros” (Ef 5:3), porque “la fascinación por el mal anubla el bien” (Sab 4:12).

Recitando las páginas purificadas que contienen los Libros Verdaderos para la evidencia de la rectitud” (Cor 98:1-3), el sonido se hace vibración. Y esa vibración se hace luz para el mundo.

Las Escrituras tienen ese Poder de Dios que sale del interior del hombre que vive conforme a Su Enseñanza (Mc 12:24, 16:15-20, Lc 6:17-19, 12:12). Por eso dice Jesucristo “nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que me ha enseñado el Padre”, de manera que sea Su voluntad Perfecta, y no la mía, la que, como es en el Cielo, se haga en la Tierra y, así, todo lo que tengo viene de Dios y no de los dictados y deseos del mundo ni de los hombres (Jn 8:28-29, 17:7, Mt 4:1-11).

 

"En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por Él y sin Él nada se hizo. Cuanto ha sido hecho en Él es Vida, y la Vida es la Luz de los hombres, y la Luz luce en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron" (Jn 1:1-5).

“Vosotros sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial, porque el Reino de Dios está dentro de vosotros. ¿No habéis oído <<vosotros, dioses sois; todos vosotros; Hijos del Altísimo?>>. Acerca, pues, el Universo al poder de Dios y el mal no tendrá poder alguno. Aunque el mal sea poderoso, su poder no se usará para hacer mal a los demás. No sólo no hará daño a los demás, sino que el mismo sabio estará protegido” (Mt 5:48, Lc 17:21, Sal 82:6, Jn 10:34, Tao 60, Jn 8:1-11).

 

El Verbo es el Principio de todo lo que le sigue:  acción y efecto de la palabra. Fijaos en cómo habláis y en cómo escucháis, porque al que tiene se le dará y al que no tiene, hasta lo poco que cree tener, se le quitará. Jamás permitáis que un pensamiento destructivo o impuro llegue a verbalizarse, pues, lo mismo que toda palabra de bendición es Bienaventuranza, toda palabra soez es maledicencia que tiene su propia vibración, tono y frecuencia para la preservación o destrucción de la vida (Mt 5:33-37, 12:35-37, Lc 6 :28, 8:18, Ezq 20:9, 14 y 22).

 

"Es cosa admirable que quien llenara mil mundos se encierre en una cosa tan pequeña como el alma[1]. Y el alma se apacienta de aquello que se alegra[2] ¿Sabes qué es amarme con verdad? entender que todo es mentira lo que no es agradable a Mí[3]”.

 

Decía Pablo de Tarso que “escribiros las mismas cosas una y otra vez no es molesto para mí, y a vosotros os da seguridad” (Filip 3:1). Y es de este mismo modo como acometemos nosotros nuestro trabajo. Resulta de vital importancia que los conceptos que van siendo puestos de manifiesto no se desvanezcan en el olvido a medida que avanzamos, ya que los unos no pueden progresar sin los otros, o, por expresarlo de manera gráfica, dejar que los cimientos se desmoronen en el olvido, hace imposible que el progreso de la edificación se sostenga.

Incansablemente difundimos la misma Consciencia Krística en el Hombre que es hecho Hijo del Único Dios de Bondad Absoluta Universal, con el mismo mensaje y la misma Verdad, a fin de que quienes buscan puedan encontrarlo, aunque no está lejos de cada uno de nosotros: en Él vivimos, nos movemos y existimos y Su Reino está dentro y fuera de nosotros (Jn 1:12, Mt 5:43-48, HA 17:24-28, Lc 17:29-21, Ef 3:14-19, 1Jn 5:10 y 20, 2Cor 13:5, BG 18).

Disciplinaos en entender la relación entre vuestra forma de percibir y vuestros pensamientos, palabras, obras y omisiones a medida que Kristo es formado dentro de vosotros al ritmo que necesita la semilla hasta ser árbol que da Su fruto (Gal 4:19, Mc 4:26-32).

Aceptad la responsabilidad de la energía que sale de dentro de vosotros, afrontando las dificultades con calma y alegría durante vuestra formación en el Camino Integral, pues refinada con el tiempo, la percepción interna se hace pura, constante e inalterable (HH 35-37, Mt6/Lc6, Jn 8:1-11).

 

Dios da Espíritu Santo a quien se lo pide y devuelve, así, la Razón a su pureza original (Lc 11:13).



[1] Teresa de Jesús: “Camino de Perfección” 28:11 y Svet Up

[2] Agustín: “Confesiones” – Libro XIII, cap. 27

[3] Teresa de Jesús. “El Libro de la Vida” 40:1, v. gr. Jn 8:44




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