HÁGASE TU VOLUNTAD, Y NO LA MÍA



El mejor, más suave, ligero, sencillo y gratificante trabajo del Universo, del que proviene toda ganancia espiritual para la Dicha Suprema (Jn 5:17, Mt 11:25-30), consiste, precisamente, en no actuar hacia el exterior por nuestra propia cuenta, sino hacia el interior (Jn 8:1-11, 4:24, Lc 15:17-20, Eclo 51:30), en la permanencia y preservación de la Quietud de la Suficiencia Inmutable del Alma[1], que es fracción indivisible de Dios OMnipotente, OMnipresente y OMnisciente y que todo lo hace en la Perfección de la Bondad Absoluta Universal. Ese trabajo es el único que corresponde a la Fe Verdadera (Rom 8:26-31, Lc 12:12, BG 12:12, Hb 11:1, Mt 6:24-34).

Sin embargo, ese trabajo tan fácil se hace el más difícil para el hombre que vive según los dictados de un mundo que le lleva a priorizar sus deseos terrenales y su temor a las pérdidas materiales y personales sobre las ganancias espirituales y, en consecuencia, su Fe no puede estar en la Divina Providencia, sino en el mundo.

Y a cambio de esa falta de Fe en el Único Dios de Bondad Absoluta Universal de Quien proviene la Incesante Creación de Belleza para la Alegría, el hombre que ha depositado su Fe en los dictados del mundo se ve abocado a la mayor de las paradojas, que consiste en tratar de "fabricarse" inútilmente un propio paraíso que nunca llega (Lc 12:15-21), desempeñando a tal propósito trabajos en los que, actuando por su cuenta y hacia el exterior, ha de ganarse el pan con el sudor de su frente y a costa del más alto precio: el sufrimiento innecesario propio y ajeno que es propiciado por los constantes estados volubles del Ser (Gn 3:17-19), la pérdida de un Alma (Mt 16:26) que sólo habita en la Quietud de la Paz de Dios (Jn 14:27), y el alejamiento de un Paraíso Real (Gn 2:15, Sal 23) en el que, cuando el único trabajo consiste en buscar primero el Reino de Dios y Su Justicia -y no la nuestra-, dejando actuar a Dios, todo lo demás nos es dado por añadidura (Mt 6:33).

Por el contrario, el Hijo, que conoce el Espíritu Santo del Padre (Jn 17:25), dice: "No emprendo camino de grandezas ni de cosas que me vienen anchas. En calma y Paz guardo mi Alma para Ti. Sí; como un niño en el regazo de su madre, así Tu Alma en mí " (Sal 131). "Mi Padre aún trabaja y yo también trabajo. Antes de hablar y actuar, que mi aliento se torne al Padre en el Tiempo Dado, en Espíritu y en Verdad. Así es como nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que el Padre me enseña, pues, el Verbo (Acción y Efecto de la Palabra) ES Dios. Así pues, Hágase Tu Voluntad, como en el Cielo, así en la Tierra" (Jn 5:17, Jn 8:1-11, Ecl 12:7, Eclo 51:30, Jn 4:24, 8:28-29, 1Jn 1:1-4, Mt 6:10, Lc 22:42).



[1] “La Extinción en la Contemplación” (Ibn Arabí), pg. 32.



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