Las Regiones del llanto y el crujir de dientes por cualquier cosa
En los mundos sin Dios todo es
efímero: el sufrimiento es efímero, la felicidad es efímera y la vida, que es el
tiempo dado para alcanzar la dignidad de lo Eterno, es quitada y se acaba (Mt
13:12).
En ellos, la ilusoria "sociedad
del bienestar" no tarda en convertirse en "sociedad del
malestar": lo que hoy reporta felicidad, no tarda en convertirse en hastío
y en una carga que lleva a la quejumbre en las regiones de “el llanto y el
crujir de dientes” (Mt 8:12) por cualquier cosa[1].
Desde el cónyuge con quien
"vivimos" o el pago de la hipoteca de la casa en que
"vivimos", hasta las condiciones del trabajo del que
"vivimos" o los gobernantes del país en el que "vivimos",
todo se hace motivo de queja, que es el estado natural de los mundos sin Dios.
Porque en los mundos sin Dios no
vivimos, sino que morimos lentamente y si tan siquiera tener consciencia de ese
proceso de paulatina descomposición y privación del único bien del que somos
titulares: La Vida.
Por eso, “antes de que el polvo
vuelva a la tierra como vino, que el aliento se torne a Dios que lo dio” (Ecl
12:7), porque quien busca conservar su vida para sí mismo, la aborrecerá y la perderá,
pero quien toma consciencia de que aborrece su vida sin Dios y comienza a
buscarla en Él “con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con
todas sus fuerzas” (Dt 4:29, Mc 12:30), la encontrará en el Único Dios de
Bondad Absoluta que es Amor al Bien Universal[2]
desprovisto de ego (Mt 16:23-28, Jn 12:25).
Y, entonces, Él hará esto: “porque
era agradable a Dios, fue amado de Él, y como vivía entre pecadores fue
trasladado. Se lo llevó para que la maldad no trastornara su inteligencia ni la
perfidia extraviara su alma. Pues la fascinación por el mal anubla el bien, y
el vértigo de la pasión pervierte a un alma limpia. Llegado a la perfección en
poco tiempo, llenó el espacio de una larga carrera. Y pues su alma era
agradable al Señor, por eso se apresuró a sacarle de un ambiente corrompido. La
gente lo ve, pero no lo comprende ni se da cuenta de esto: que para los
elegidos del Señor hay Gracia y Misericordia, y para Sus santos, protección” (Sab
4:10-15).