4.2 Libre albedrío y existencia en la Tierra como en el Cielo o en la tierra como en el infierno
Mas los necios del mundo no me reconocen al
verme en la forma humana que me es propia. No reconocen mi Espíritu supremo,
Dios infinito de todo esto. Vana es su esperanza, vanos son sus actos, vano su
aprendizaje y vanos sus pensamientos. Descienden a la naturaleza de los
demonios, a la oscuridad y al engaño del infierno[1].
Por eso, no deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de
los puercos, no sea que las pisoteen y, revolviéndose, os destrocen[2], pues,
estas cosas nunca han de referirse a quien carece de autodisciplina, o carece
de amor, o prefiere no oír, o discute contra mí[3];
así pues, si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de esa
casa o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de vuestros pies[4].
La luz del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está
sano, todo tu cuerpo estará alumbrado, pero si tu ojo está enfermo, todo tu
cuerpo estará oscuro. Y si la luz que hay en ti es tiniebla ¿cuánta será la
oscuridad?[5]. Muchos
serán probados, purificados y blanqueados; los malos harán el mal: ninguno de
ellos comprenderá; los sabios, sin embargo, comprenderán[6].
No temáis a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma; temed, más bien, al que puede perder alma y cuerpo en el
infierno[7], pues
existen mundos habitados por demonios, regiones de abisal oscuridad. Todo aquél
que en la vida reniega del Espíritu se precipita en esa oscuridad de muerte,
pues ese Espíritu que albergas en tu interior no es sino mi propio Espíritu
recóndito y quien ve a todos los seres en su propio Ser y su propio Ser en
todos los seres, pierde el temor por completo[8].
En verdad os digo que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis. Y cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos
pequeñuelos, también conmigo dejasteis de hacerlo. E irán éstos al castigo
eterno y los justos a la vida eterna[9].
