4.1. El Espíritu de Dios o Pureza de la Sabiduría
Señor de misericordia, que con tu palabra
hiciste el Universo y con tu Sabiduría formaste al hombre para que dominase en
las criaturas salidas de tus manos, para que gobernase el mundo con santidad y
justicia. ¿Quién conocería tu designio si Tú no le dieras la Sabiduría y tu
Santo Espíritu desde los cielos enviaras? Así se han enderezado las sendas de
los que viven en la Tierra; los hombres que han aprendido qué es lo que te
agrada y por la Sabiduría se han salvado[1].
Yo, la Sabiduría, con la prudencia habito y
poseo la ciencia de la sensatez. Dios me creó como primicias de Sus caminos,
antes de Sus obras desde siempre. Fundada fui desde la eternidad, desde el
principio, antes de los orígenes de la tierra, cuando aún no existían los
océanos fui engendrada. Cuando echó los cimientos de la tierra a su lado estaba
yo, como arquitecto, y era día a día Sus delicias, recreándome sin cesar en Su
presencia, recreándome en Su orbe terrestre y teniendo mis delicias en los hijos
de los hombres[2].
Con poco que incliné mi oído, la Sabiduría
logré y me encontré mucha doctrina. Gracias a ella he progresado mucho. Al que
me ha dado la Sabiduría glorificaré. He enderezado hacia ella mi alma y en la
pureza la he encontrado[3]: cuando se
ve la eternidad en cosas efímeras y el infinito en cosas finitas, entonces se
posee un conocimiento puro. Pero si simplemente se ve la diversidad de las
cosas, con sus divisiones y limitaciones, entonces el conocimiento que se posee
es impuro. Y si, egoístamente, se ve una cosa como si fuera el todo,
independiente del Uno y de los muchos, entonces uno se halla en la oscuridad de
la ignorancia[4].
Quien me halla ha alcanzado la vida y el
favor de Dios, pero el que me ofende, a sí mismo se daña, pues todos los que me
odian a mí, aman la muerte[5], porque si
vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, también os las perdonará a
vosotros vuestro Padre celestial; pero, si no perdonáis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre celestial perdonará las vuestras[6].