1 (3) Introducción a "Reino de Dios"

 


   III. Porque sabemos que todas las cosas cooperan al bien de los que aman a Dios, de los que Él ha llamado según Sus designios. Porque a los que de antemano distinguió, los predestinó a reproducir la imagen de Su Hijo, para que Éste sea el primogénito entre la multitud de hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó[1].

   Despierta, pues, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Kristo te iluminará[2]. Si estáis muertos con Kristo a los elementos del mundo, ¿por qué sujetaros a las prescripciones como si vivieseis en el mundo? “No tomes, no gustes, no toques …” Todo esto está destinado a perecer con el uso; son “prescripciones y enseñanzas de hombres”, que tienen cierta apariencia de sabiduría con su piedad afectada, con su humildad y mortificación corporal, pero no sirven más que para satisfacción de la carne. Si, pues, habéis resucitado con Kristo, buscad las cosas de arriba, donde está Kristo sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la Tierra[3], que los elementos intercambian sus propiedades como en los instrumentos de cuerda cambia su ritmo el sonido aun sin perder su tonalidad. Y esto es lo que se deja claramente ver en el examen de los hechos[4].

   Así pues, la existencia de las cosas es Su existencia. Las cosas no son …/…El que ha alcanzado el grado espiritual necesario para comprender, sabe positivamente que nada existe fuera de Dios. Nosotros nos dirigimos a los que se mantienen, con sinceridad perfecta, en el firme propósito de obtener el conocimiento de sí mismos, es decir, el conocimiento de Dios, ¡alabado sea!, manteniendo constantemente en su corazón el modelo que les motiva y empuja en la búsqueda de Dios. Nosotros no hablamos a los que carecen de finalidad[5], pues, el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la faz de la Tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas en cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de ellas en cuanto para ello le impiden. Por lo cual …/… en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío …/… solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados[6].


[1] Rom 8:28-30

[2] Ef: 5:14

[3] Col 2:20-23 y 3:1-2

[4] Sab 19:18

[5] Ibn Arabí: “Tratado de la Unidad” – cap. 9.

[6] Ignacio de Loyola: “Ejercicios Espirituales” [23]





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