13.3 (IV) En Espíritu y en Verdad

 


         IV. Y por ser Verdades Absolutas e Inmutables, “considerar cualquier método como el método es crear una dualidad que solo puede retrasar tu comprensión de la Verdad sutil” (HH18). En el Camino angosto que lleva a la puerta estrecha, pero en cuya andadura el yugo es suave y la carga ligera, no hay método científico, sino perfecta disciplina en la alimentación consciente que sólo puede proporcionar la Palabra de Dios: “no pienses que puedes alcanzar la conciencia total y la completa iluminación sin una disciplina y prácticas apropiadas” (HH 29). Y no nos cansaremos de insistir en aquello que no nos cansamos de escuchar: que así es el milagro que obra en la causa la causalidad que es la Palabra de Dios contenida en los Libros Sagrados. Y ése es el Poder de las Escrituras (Mc 12:24). “Entregarse al estudio es crecer día a día” (Tao 48),  porque el Verbo Es Dios mismo (Jn 1:1) y el Poder de las Escrituras (Mc 12:24) es hacer que el tiempo dado se haga tiempo interminable al prosperar en él “el conocimiento del alma, la razón que conduce a la verdad, la palabra, la memoria, la inteligencia, la constancia y la paciente indulgencia” (BG 10:32-34). Así pues, “mirad diligentemente cómo os portáis, no como necios, sino como sabios, sacando partido del tiempo, pues nuestros días son malos. Por eso, no seáis insensatos, sino entended más bien cuál es la voluntad del Señor” (Ef 5:15-17).

         Certeza es que a quien busca primero el Reino de Dios y su Justicia, lo demás le es dado por añadidura (Mt 6:33) para favorecer (causalidad) el progreso de esa causa, de modo que nada lo entorpezca con pre-ocupaciones mundanas. E, igualmente, certeza es que, si puedes ver que las pre-ocupaciones mundanas te desvían de esa única ocupación que es “servir a la Suprema Personalidad de Dios” en nosotros, debes corregir el rumbo y tu fuente de Sabiduría, porque te estás equivocando en el Camino, ya sea en la fuente de conocimiento o en la falta de disciplina adecuada, pues en Dios “mi yugo es suave y mi carga ligera”.

         Nosotros no hacemos proselitismo y, por lo tanto, ni mercantilizamos la Sabiduría de Dios de la que somos beneficiarios ni, mucho menos, pretendemos alimentar a la fuerza a nadie tratando de introducir el alimento por el gaznate como se hace con las ocas para sacar provecho de ellas. Simplemente nos hacemos portavoces de esta Verdad para quien, libremente, desea convertirla en su alimento. Nosotros ya recibimos “el pan nuestro de cada día” (Mt 6, Mc 6, Lc 6, Jn 6) y contemplamos los inmensos beneficios del hombre nuevo nacido en Dios Altísimo. Y ningún otro deseo nos mueve, mas que el que tú también, si quieres, puedas vivir en la Dicha Suprema de en una existencia “en la Tierra como en el Cielo”. Y por eso, este trabajo que hacemos en estas publicaciones, en realidad, sólo lo hacemos “por Kristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre Omnipotente, todo honor y toda gloria”, como pequeño gesto de gratitud, pues, a nosotros nos basta Su Gracia. Porque hemos creído con certeza indubitada, hemos visto que “todo lo que Dios ha creado es bueno y nada hay despreciable si se toma con acción de Gracias, pues se santifica con la Palabra de Dios y la oración” (1Tim 4:4-5).

         Es fácil ser ateo, agnóstico o creyente “de medio pelo” sin haber conocido a Dios Altísimo y sin haber sido alimentado por Su Palabra Sagrada. También es fácil tachar de enajenados o “iluminados” en tono burlesco o despectivo a quienes creen A Dios y viven según Su Sabiduría para el Hombre. Pero no sólo es difícil, sino imposible, seguir siéndolo después de haber sido conocidos por Él, pues, “quien cree ser algo, no siendo nada (pero pudiendo serlo todo), a sí mismo se engaña” y “quien cree saber algo, aún no sabe cómo hay que saber, pero quien ama a Dios, es conocido por Él” (Gal 6:3 y 1Cor 8:2-3), y, entonces, Dios le dice: “quiero contarte entre mis Hijos, agraciarte con una tierra de delicias, la heredad más preciosa entre las naciones. Me llamarás Padre y no te separarás más de Mí” (Jrm 3:19). Y. como decíamos al inicio de este capítulo, esto no es una creencia, sino una certeza, pero el hecho de no creerlo, no descubrirlo o no conocerlo, te impide ser beneficiario de la grandeza de Sus infinitas bendiciones. Así pues, conoce “lo que debemos cultivar, escuchar, meditar y atender. Cultívalo, contémplalo, escúchalo, medítalo, y llegarás a comprenderlo todo” (Brhad Up 2, Gn 2:15) “en Espíritu y en Verdad”.





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