13.3 (III) En Espíritu y en Verdad

 


         III. Sin embargo, del mismo modo que la “certeza relativa” que proporcionan las verdades mutables ganadas por la ciencia humana en su “provisionalidad eficiente” favorecen el progreso de la vida en lo eternamente efímero (el cuerpo físico), haciéndola más confortable, sólo la certeza absoluta que proporcionan las Verdades Inmutables provenientes de la Sabiduría de Dios para el Hombre que “escucha mis Palabras y las pone en práctica”, lo hace “semejante a un hombre que, al edificar una casa, cava, profundiza y pone el cimiento sobre roca firme: al producirse una inundación, el río irrumpe contra la casa, pero no puede moverla, porque está bien construida” (Lc 6:47-48), de modo que, pase lo que pase, el progreso del hombre interior que dice “Yo voy al Padre” jamás se ve interrumpido ni desconcertado por un nuevo descubrimiento que deslegitime al anterior, sino que cada nuevo descubrimiento es edificación que no altera en lo más mínimo la certeza absoluta previa a la nueva revelación, de modo que “no hay nada oculto que no haya de ser revelado, ni escondido que no haya de salir a la luz” (Mt 4:22) en la andadura del Camino de Perfección espiritual que lleva a la Vida Eterna: “Camina en Mi Presencia y sé perfecto” (Gn 17:1).

         La Fe, por su naturaleza de certeza absoluta (no creencia ni intuición) que es manifestación de las Verdades Inmutables de la Sabiduría de Dios para el Hombre, no crece ni progresa conforme a “método científico” alguno (ensayo y error), sino “en Espíritu y en Verdad” que se alimenta diariamente, “desayunando, almorzando, merendando y cenando” la Palabra de Dios. No creemos porque vemos o intuimos, sino que podemos ver y sabemos porque hemos creído con certeza, no como creencia (Jn 20:29). Y porque creemos con certeza, sabemos, vemos y hablamos de lo que hemos visto y sabido por la Fe (1Jn 1:1-4, 2Cor 4:13) sin avergonzarnos de nuestra certeza ni buscando absolutamente nada más que gratitud infinita a Dios y que vosotros “podáis perseverar en la perfección y en el cumplimiento de la Voluntad de Dios” (Col 4:12), pues, yo “lo puedo todo en Aquél que me fortalece y tengo ya todo lo que puedo necesitar, y más todavía” (Filip 4:13 y 18). Sin necesidad de método empírico de “ensayo y error”, sin nada que demostrar a nadie, pero todo por mostrar a quien busca: “venid y veréis” (Jn 2:39); “ved con vuestros propios ojos qué poco he trabajado y yo y qué gran descanso he encontrado” (Eclo 51:27); “sí; Dicha y Gracia me envuelven todos los días de mi vida. Moraré en la casa de mi Padre por todo el curso de los días” (Sal 23:6); “descríbeme de nuevo en detalle Tu Poder y Tu Gloria, pues nunca, nunca me canso de escuchar Tu Palabra de Vida” (BG 10:18); “por Tu Gracia he recordado mi luz, desapareciendo con ello mi engaño. Ya no tengo dudas; firme es mi Fe, y bien puedo decir ahora: hágase Tu Voluntad” (BG 18:73).

         “Existen dos clases de bendiciones. La primera consiste en las bendiciones mundanas que se ganan haciendo buenas obras. Éstas tienen relación con la mente y, por tanto, están confinadas al tiempo y al espacio. La segunda consiste en la bendición integral que recae sobre quienes realizan la conciencia de la Gran Unidad. Esta consciencia te libera de los vínculos de la mente, el tiempo y el espacio para volar libremente a través de la armonía ilimitada del Tao.

         Existen, igualmente, dos clases de sabiduría. La primera es la sabiduría mundana, que consiste en una comprensión conceptual de tus experiencias. Como es posterior a los mismos acontecimientos, necesariamente te impide tu comprensión directa de la Verdad. La segunda, la Sabiduría integral, implica una participación directa en cada momento: el observador y lo observado se disuelven en la luz de la conciencia pura y no existen conceptos ni actitudes mentales para disminuir esa luz.

         Las bendiciones y la Sabiduría que corresponden a quienes practican el Camino Integral y conducen a él son mil millones de veces más grandes que todas las bendiciones y sabidurías mundanas combinadas” (HH26).





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