13.2 (I) En Espíritu y en Verdad

 


         I. Debes entender esto con claridad meridiana, “en Espíritu y en Verdad”: el Espíritu de Dios Altísimo que se prodiga en llamar al hombre para que encuentre la Dicha Suprema para la que fue creado (Ap 3:20-22, Tao 6), dice: “venid a Mí todos los fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 8:28-30). Cualquier otro estado y dirección del Ser en el progreso del hombre interior es sólo la forma en que la razón manifiesta, a través del pensamiento, palabra, obra y omisión, los dictados del espíritu que la gobierna, distinto del Espíritu Santo, y que no le da descanso porque, al no ser el Espíritu que Dios ha designado para el Hombre, se hace malo en él. Pero cuando está al servicio del Espíritu Santo de Dios Altísimo, éste forma en la razón humana el entendimiento de su utilidad pura, que no es otro que “que sólo haya una ocupación: el prestarle servicio a la Suprema Personalidad de Dios”[1] en nosotros hasta que “el alma viviente se hace Espíritu Vivificante” (1Cor 15:45).

         Veamos bien esto: de la misma manera que “Dios da Espíritu Santo a quienes se lo piden” (Lc 11:13), y, por añadidura, todo lo demás que necesitamos para vivir conforme al Reino de Dios y Su Justicia (Mt 6:32-33), también “a quienes eligen sus propios caminos y se regodean en sus horrores, les daré lo que ellos mismos han elegido” (Is 66:3-4). Todos los espíritus son de Dios y es Dios quien los da de conformidad con el ejercicio del libre albedrío, del que sólo el hombre es beneficiario para su propio bien o para su propio mal, según su elección sea sabia y consciente o necia por dolo (conscientemente elegida) o culpa (inconscientemente elegida) (Lc 12:47-48).

         Y a cada espíritu le corresponde una Sabiduría de Dios específica y común a todos los que cohabitan en esa capa o región de Sí Mismo (de ahí el dicho “Dios los cría/crea y ellos se juntan”), de manera que hay una Sabiduría de Dios impresa en el núcleo de todos los seres y cosas de Su Creación, según sea la naturaleza originaria de éstos en el propósito que Él ha dado a cada cosa para el cumplimiento de una función perfecta dentro de Sí Mismo[2], pues, “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (HA 17:28). Pero sólo al hombre ha otorgado Dios la facultad de elegir su propio destino a través del regalo del libre albedrío, esto es, libre elección de espíritu que ha gobernar a la razón y, por ende, al Ser total. Y el hombre sólo podrá ser liberado del destino natural de todas las cosas de la Creación, que es la muerte, si ejerce conscientemente su libre albedrío eligiendo sabiamente Espíritu Santo, que es el único que da Sabiduría de Dios para el Hombre para el cumplimiento del fin al que está predestinada su existencia a través de una vida Krística de Una Razón Pura: “antes de que el polvo vuelva a la tierra como vino, que el aliento se torne a Dios que lo dio” (Ecl 12:7).



[1] A.C. Bhaktivedanta Swami Prahbupada en “Bhagavad Gita tal como es” (final de la Introducción).

[2] Lo que en las Escrituras se conoce como Verdad en lo íntimo del Ser y Kant denomina “razón pura” en la que residen la “originaria unidad sintética de apercepción” y el “imperativo categórico de la ley moral”, según pudimos exponer en Lib 1, Cap 1:II.





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