9 (y IV) Paradoja del Siglo XXI
IV. Pero mañana es otra cosa; será
lunes y habrás de enfrentar esas “terribles” treinta y seis horas de trabajo
semanal en la oficina, teniendo que lidiar con los “insufribles” problemas
laborales, reivindicar tus derechos frente a un jefe que ahora te parece tan
opresor y cruel como el capataz de la cantera. Ahora sólo te pre-ocupa el pago
de la hipoteca, de la tarjeta de crédito, de las miles de facturas que has ido
acumulando innecesariamente y lo único que ves es a un jefe que tiene más
recursos financieros que tú y que te explota, que vive en un chalet en la mejor
zona de la ciudad, que tiene un barco y una casa de vacaciones en la zona más
selecta de la playa, que se hospeda en hoteles de cinco estrellas cuando sale
de viaje con su familia, sus hijos en los mejores colegios y universidades,
coche de lujo a lo “Rockefeller”, esposa vestida en las mejores boutiques, club
de golf, … y la vida te parece injusta.
Ya no te saben las copiosas comidas en
buffets por unos pocos euros que antes te parecían manjares dignos de la mesa
un rey, tus “modestos” viajes al extranjero en compañía “low cost”, tu coche
utilitario, tus ropas, tus comodidades, los ejércitos de sirvientes que
atienden tus necesidades (taxistas, enfermeros, médicos, …), sin darte cuenta
de que tu jefe, a pesar de toda esa apariencia exterior y esa sobreabundancia
de bienes materiales, vive con la mirada perdida en un océano de
pre-ocupaciones en sus relaciones con la competencia, las demandas de los
empleados como tú, los problemas con la seguridad social, su asesor fiscal, sus
abogados, los asuntos judiciales de la empresa, los proveedores, los clientes,
el pago de los salarios, los problemas traídos por unos miembros familiares y
personal laboral siempre insatisfechos y reivindicativos, … el entrecejo
fruncido y el rictus torcido. Esto es así; puedes creerme. Los he visto por
docenas perdiendo lenta e inconscientemente el tiempo dado sentados al otro
lado de la mesa de sus abogados; grandes empresarios con pre-ocupaciones más
grandes que ellos por haberse entregado libremente a la “sociedad del
bienestar” a cambio del mayor regalo que jamás nos ha hecho Dios: la opción del
ejercicio del libre albedrío para que el tiempo dado pueda ser ocupado en
conocerlo y, así, vivir conforme al propósito que Él ha dado a nuestra
existencia: alcanzar la dignidad del tiempo eterno.
Y ello porque, insistimos, en los mundos sin
Dios todo es efímero: el sufrimiento es efímero, la felicidad es efímera y la
vida es efímera porque la vida es el tiempo dado. Lo que hoy reporta felicidad,
no tarda en convertirse en hastío y en una carga que lleva a la quejumbre, que
es el estado natural de los mundos sin Dios. Y ya hemos dicho que no es Dios
quien se oculta del hombre, sino el hombre quien se oculta de Dios en esas
regiones de “el llanto y el crujir de dientes” (Mt 8:12) por cualquier
cosa (fenómeno o forma en que las cosas afectan a los sentidos para su
entendimiento como causa del mundo), sea como sea el siglo. Simplemente
porque continúa ignorando la llamada de Su Sabiduría, que jamás deja de decirle
¿por qué te escondes? (Gn 3:8-10).