12.2 (y III) Conocimiento y Acción
III. Y así se manifiesta la
correspondencia entre conocimiento y acción para que en todo momento sepamos en
qué dirección y estado se encuentra el progreso de la causa de nuestro Ser:
Conocimiento: “cuando se ve la eternidad
en cosas efímeras y el infinito en cosas finitas, entonces se posee un
conocimiento puro. Pero si simplemente se ve la diversidad de las cosas, con
sus divisiones y limitaciones, entonces el conocimiento que se posee es impuro.
Y si, egoístamente, se ve una cosa como si fuera el todo, independiente del Uno
y de los muchos, entonces uno se halla en la oscuridad de la ignorancia”
(BG 18:20-22).
Acción: “Cuando la acción se realiza como
acción sagrada, sin egoísmo, con la mente en paz, sin odio o codicia, sin deseo
de recompensa, entonces la acción es pura. Sin embargo, cuando la acción se
realiza con deseo egoísta, o sintiéndola como un esfuerzo, o pensando que es un
sacrificio, entonces la acción es impura. Y la acción que se realiza con mente
confusa, sin tener en consideración las posibles consecuencias, o la propia
capacidad, o el daño infligido a otros, o las propias pérdidas, ésa es una acción
de oscuridad” (BG 18:23-25).
Porque es el Espíritu el que vivifica
(o mortifica); lo que sale de dentro, y no lo que viene de fuera, lo que
determina que el sonido que sale de ese piano que es el mundo sea música
celestial o ruido infernal. Y esa música o ruido existen para que podamos
entender la cualidad y calidad del Espíritu que obra en nosotros el querer y
el hacer (Filip 2:13), pues, sin ese sonido, podemos perdernos en esos “mundos
habitados por demonios; regiones de abisal oscuridad” que hacen de nuestra
existencia terrenal una vida en la Tierra como en el infierno y privan
paulatinamente al Ser del Bien hasta perecer. Y por eso Dios, sabiendo que
necesitamos todas estas cosas, se hace todo en todo (1Cor 15:28) en quien dice “Yo
voy al Padre”: “Escucha Su voz. Oye cómo resuena en el Universo. Sin
excepción, revela Su Presencia. Sin excepción, nos lleva a la perfección.
Aunque es invisible, es permanente y no tiene fin” (Tao 6). “Yo he
venido a hacer lo que está abajo como lo que está arriba, y lo que está fuera
como lo que está dentro, con el fin de reunirlos” (Flp 69a), para la
consumación en la Unidad (Jn 17).