10 (III) Que debes Ser en la Tierra como en el Cielo para Ser en el Cielo

 


   III. Hoy tienes a tu disposición un siglo en el que la austeridad ya ofrece condiciones suficientemente cómodas sin necesidad de sofisticar el concepto del confort y que se ocupa de tus necesidades sanitarias, condiciones laborales, familiares, habitacionales, alimenticias, urbanas, de seguridad ciudadana, de carreteras, transportes, tecnología, … como jamás lo había hecho antes y que, con unas pocas horas de trabajo digno a la semana, te proporciona ingresos suficientes que te permiten ocupar el tiempo dado al conocimiento de Dios como jamás lo había hecho antes, siempre que no seas tú quien se acomoda al siglo, sino que entiendas que “las cosas … son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado ... el hombre tanto ha de usar de ellas en cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de ellas en cuanto para ello le impiden … en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío … solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados”[1].

   La paradoja del Siglo XXI no es que el siglo sea malo y que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sino que, muy al contrario, mientras mejor es el siglo, más se aparta el hombre de Dios, porque “los cinco colores ciegan los ojos; los cinco sonidos ensordecen los oídos; los cinco sabores estragan el paladar; las carreras y las cacerías enloquecen la mente. Gastar energía en obtener objetos preciosos impide nuestro propio crecimiento” (Tao 12). Sin embargo, cuando se entiende que es el siglo el que se hace para el hombre, “el maestro observa el mundo, pero confía en su visión interior. Permite el ir y venir de las cosas y prefiere lo que ve en su interior a lo que está en el exterior” (Tao 12), no vendiendo su alma a una “sociedad del bienestar” que la conduce a una sucesión de estados de in-quietud, in-satisfacción, des-asosiego, mal-estar, des-gracia y al “llanto y crujir de dientes” o permanente quejumbre por cualquier cosa, sino aprovechando lo que el siglo le proporciona para el bien-estar del alma y conducirla a la quietud, la satisfacción, el sosiego, la Gracia y la Dicha Suprema que sólo el conocimiento de Dios puede proporcionarle.

   En este siglo hemos recibido más tiempo dado que en ningún otro siglo anterior, tanto en cada uno de nuestros días como en la longevidad de nuestras vidas. Por lo tanto, no es el siglo el que te roba el tiempo dado, sino el hombre quien lo vende a esa ficción de la “sociedad del bienestar” mal entendida, hasta quedarse sin aliento vital al final de sus días. Por eso, entiende bien que “a quien tiene, se le dará, y a quien no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará” (Mc 4:25, Mt 13:12) y se le dará a quien ya tiene mucho (Lc 19:24-26), porque, es “a aquéllos que me adoran con unidad pura de alma, a aquéllos que se hallan en constante armonía, a quienes aumento lo que tienen y les doy lo que no tienen” (BG 9:22) y que no es el siglo quien te lo quita, sino tú quien lo malvende. “Para la salvación de quienes son buenos, para la destrucción de la maldad en el hombre, para la realización del Reino de la Justicia, vengo a este mundo edad tras edad, pero los necios no me reconocen al verme en la forma humana que me es propia. No reconocen mi Espíritu Supremo, Dios infinito de todo esto” (BG 4:8 y 9:11). “Cuántas veces he querido recogeros como la gallina a sus polluelos y no habéis querido” (Mt 23:37), porque siempre encontráis “algo mejor” que hacer (Mt 22:1-14).

   Pero “nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios gratuitamente nos ha dado” (1Cor 2:12), y por eso bendecimos un siglo que nos ha proporcionado el acceso a todas las Escrituras habidas en la historia de la humanidad a un solo click, las obras completas de todo autor que hace vibrar la “caja de resonancia” de la Verdad en lo íntimo de nuestro Ser, luz eléctrica para leerlos, subrayarlos, marcarlos en amarillo, … sin destrozarnos la vista, comunicaciones para compartir nuestro aprendizaje, ong’s con las que colaborar desde cualquier forma imaginable, blogs, vídeos, transportes, carreteras, hospitales, pensiones de jubilación a edades en las que el hombre aún dispone de mucho tiempo dado para dedicar al conocimiento de Dios después de su etapa laboral, padres longevos, hijos sanos y educación gratuita, ashrams, posibilidad de recorrer el mundo por muy poco dinero a través de plataformas para participar en misiones o encontrar hospedaje a cambio de algún servicio, … y todo ello siempre disponible con independencia de que la opción de vida de tu libre elección para que el tiempo dado sea ocupado en el conocimiento de Dios sea la del eremita que hace de su pequeña casa un ashram abierto a todo aquél que busca o la del viajero itinerante que recorre el mundo con su familia en una autocaravana anunciando el Reino de Dios y, así, un infinito abanico de modalidades de ser VIVIDO POR DIOS.



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