10 (II) Que debes Ser en la Tierra como en el Cielo para Ser en el Cielo

 


   II. La paradoja del Siglo XXI no es mayor obstáculo que cualquier otro siglo: simplemente “no os acomodéis al siglo, sino renovad la mente para conocer la voluntad de Dios: lo perfecto” (Rom 12:2): “escudriñad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener vida eterna: ellas testifican de Mí” (Jn 5:39). “El hombre que rechaza la palabra de las Escrituras y sigue el impulso del deseo, no alcanza ni su perfección ni la dicha ni la Vía suprema. Que las Escrituras sean, pues, tu autoridad para decidir acerca de lo que es correcto y lo que no lo es. Conoce la palabra de las Escrituras y cumple en esta vida con la labor que has de realizar” (BG 16:23-24). “Entregarse al estudio es crecer día a día” (Tao 48). “El estudiante que busca y estudia estas enseñanzas, fomenta la evolución de la humanidad, así como su propio desarrollo espiritual. El estudiante que las ignora, obstaculiza el desarrollo de todos los seres” (HH 54); y la salvación del mundo está en los muchos sabios” (Sab 6:24).

   “YOSOY el aliento de vida y YOSOY la consciencia de vida. Adórame y piensa en Mí como vida e inmortalidad. El aliento de vida es uno: cuando hablamos, la vida habla; cuando vemos, la vida ve; cuando pensamos, la vida piensa; cuando respiramos, la vida respira. Y hay algo más grande que el aliento de vida, pues, se puede vivir sin habla: ahí están los mudos; se puede vivir sin vista: ahí están los ciegos; se puede vivir sin oído: ahí están los sordos; se puede vivir sin una mente cuerda: ahí están los locos. Mas es la consciencia de vida la que se convierte en el aliento de vida y otorga vida al cuerpo. El aliento de vida es la consciencia de vida y la consciencia de vida es el aliento de vida” (Kau Up 3:2-3).

   Sólo en la Sabiduría de Dios para el Hombre y una vida Krística de Una Razón Pura “el alma viviente se hace Espíritu Vivificante”, pues “es la consciencia de vida la que se convierte en el aliento de vida y otorga vida al cuerpo”.  Y “¿cómo os invocará el que no os conoce? Pues, no conociéndoos, podrá invocar una cosa por otra”[1] y, desde luego, quien no ha querido conocer a Dios Altísimo, que es Bondad Infinita, Inmutable, Alegre, Universal y Libre, no podrá “prestarle servicio a la Suprema Personalidad de Dios” en el progreso del hombre interior.

   El tiempo “se viste” para hacerse visible en todas las cosas que nos rodean porque Dios sabe que las necesitamos todas (Mt 6:32) para entender en qué estado y dirección se encuentra nuestra existencia dentro de Él (“la anchura, la longitud, la altura y la profundidad”), pues “en Él vivimos, nos movemos y existimos”, con independencia de lo que tenga que decir el siglo para que el hombre se acomode a un concepto cada vez más complejo del confort que únicamente puede distraerlo del propósito divino de su existencia.

   Cuando hablábamos de la Ley, decíamos que ya es perfecta cumpliéndose a sí misma en la Naturaleza sin necesidad de que nosotros la cumplamos, y que, del mismo modo que Jesucristo afirmaba que “el sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2:27)  o Hillel que “la Torá ha sido hecha para el hombre, y no el hombre para la Torá”, el hombre no está hecho para la Ley, sino la Ley para el hombre: para que las condiciones propiciadas por el perfecto buen hacer de la Ley, cumpliéndose a sí misma en la Naturaleza, permitan al hombre vivir conforme al propósito divino de su existencia.

   Y esto mismo es lo que sucede con el siglo: el hombre no ha sido hecho para el siglo (para acomodarse a él), sino el siglo para el hombre. “No os acomodéis al siglo, sino renovad la mente para conocer la voluntad de Dios: lo perfecto”. “No insultéis al siglo, porque es Dios”[2] mismo dando al hombre una y otra oportunidad para ejercer su libre albedrío conforme al propósito de su existencia, eligiendo sabiamente y deja que Dios te enseñe a saber cómo se estudian los Libros Sagrados desde el Espíritu:

   “Toda Escritura, divinamente inspirada, es útil para enseñar, para persuadir, para reprender, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena” (2Tim 3:16-17). “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1Tesal 5:21); “las páginas purificadas que contienen los Libros Verdaderos recitados para la evidencia de la rectitud” (Cor 98:1-3). “Desecha las fábulas impías y propias de viejas y ejercítate en la piedad. Los ejercicios corporales no sirven para gran cosa, mientras que la piedad es útil para todo, pues tiene promesa de la vida presente y de la futura” (1Tim 4:7-8).

   Cuando así se estudian los Libros Sagrados, se entiende que no se ha hecho el hombre para el siglo, sino el siglo para el hombre. Y, entonces: ¿qué otro siglo ha ofrecido jamás mejores condiciones para ser perfeccionado en Dios que el Siglo XXI? ¿Cuándo, antes, ha tenido el hombre a su disposición todo lo que jamás pudieron soñar Platón, Kant o Pascal para ser formados en el conocimiento de Dios y que no pasaba de unos pocos manuscritos para estudiar a la luz de una vela en condiciones que al hombre del Siglo XXI le parecerían infrahumanas?


[1] Conf: Libro I, Cap. 1 (1)

[2] TU: Cap. 4





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