3 (I) Arqueología, Geometría y Metafísica del Ser
I. Arqueología del Ser: en
esta triple dimensión de nuestro Ser que nos es posible conocer durante nuestra
existencia terrenal (el “hombre interior”, “su dimensión exterior”
y “el poder de Dios que actúa dentro y fuera de nosotros por Su infinito
Amor, llenándonos de Su Plenitud”), sólo una de ellas exige nuestro trabajo
personal (Jn 5:17): la búsqueda de la Verdad en lo íntimo del Ser en la que
Dios nos enseña Su Sabiduría para el hombre, mientras que las otras dos
dimensiones del Ser nos son dadas por añadidura, sin que nada tengamos que
hacer nosotros (Mt 6:33-34).
Reiterando en este capítulo lo adelantado en
la sección “Acerca de”, llamo Arqueología del Ser a ese trabajo
interior que corresponde al hombre acometer mediante el estudio de
los Libros Sagrados y de testimonios de quienes han llegado a conocer
verdaderamente a Dios, así como en el ejercicio auténtico de la oración y meditación
vivificante de esa Palabra Santa, porque se trata de una labor de
desescombro y búsqueda de una Verdad que se encuentra en lo íntimo del Ser,
pero que ha sido crucificada, muerta y sepultada bajo “conocimientos” impuestos
desde el mundo exterior, esperando a ser resucitada (renacida). Éste es el
único trabajo que corresponde al hombre: querer entender y conocer a Dios en su
interior o, lo que es lo mismo, cambiar una simple preposición en la
vida, que nos permitirá pasar de creer en Dios a CREER A DIOS.
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el
testimonio en sí mismo” (1Jn 5:10). “Sólo en ti se halla Dios; no hay
ningún otro, no, no hay otro Dios. Sí, en ti hay un Dios escondido” (Is
45:14-15). “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17:21).
“Buscad primero el Reino de Dios y Su Justicia, y lo demás se os dará por
añadidura” (Mt 6:33). Dios está en la Verdad en lo íntimo del Ser, y “es
cosa admirable que quien llenara mil mundos se encierre en una cosa tan pequeña
como el alma”[1],
pero es ahí donde “lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón, con toda tu
alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Dt 4:29, Mc 12:30), esto
es, si éste es tu único trabajo; lo único que ocupa la totalidad de tu continuo
espacio-tiempo y no permites que ninguna otra cosa lo “pre-ocupe”, pues “es
necesario mantener el corazón puro de cosas que no sirven para satisfacer a Dios.
Hay que purificarlo de malos recuerdos. El corazón del siervo es el tesoro de
la biblioteca de Dios; el Hombre es su guardián. Cualquier otra reflexión que
no sea Dios es un robo y un pillaje. Es necesario cerrarle el camino del
corazón”[2].
Y es por eso que Jesús dice “nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que
me ha enseñado el Padre. El que me ha enviado está conmigo y no me ha dejado
solo, porque yo siempre hago lo que le agrada a Él” (Jn 8:28-29).
“Mi Padre aún trabaja y Yo también
trabajo” (Jn 5:17). Uno es el trabajo del Padre y otro distinto es el
trabajo del Hijo, de modo que, mientras el Hijo hace su trabajo en la
Arqueología del Ser, el Padre, Señor de los Cielos y de la Tierra, de todo lo
visible y lo invisible, perfecto optimizador de todos los recursos de Sí mismo,
hace el Suyo en la Geometría y en la Metafísica del Ser que es consciente de
este Entrelazamiento o Unidad Trinitaria. Y porque el Hijo sabe que esto es
así, puede decir en la Paz de Dios que no turba el corazón ni tiene miedo (Jn 14:27):
“hágase Tu Voluntad y no la mía” (Lc 22:42). Porque el Hijo no cree en
Dios (“hasta lo demonios creen en Dios y se estremecen” -Santiago
2:19-), sino que CREE A DIOS en su interior. Y así es la Fe de Kristo y la de
quienes han depositado su Fe en Kristo para alcanzar LA FE DE KRISTO: quienes
saben que “el discípulo no es superior a su Maestro, pero el que fuere
perfeccionado, será como su Maestro” (Lc 6:40). “El Padre es mayor que
Yo, pero YOSOY en el Padre, y el Padre en Mí, pues el Padre y Yo somos una
misma cosa” (Jn 14:28, 14:11 y 10:30).