3 (I) Arqueología, Geometría y Metafísica del Ser


    “No hay nada oculto que no haya de ser revelado, ni nada escondido que no haya de salir a la luz” (Mc 4:22). “Por eso yo doblo mi rodilla ante el Padre, de quien procede toda familia en los Cielos y en la Tierra, para que os conceda, según las riquezas de Su Gloria, el que seáis corroborados por Su Espíritu, en orden al progreso del hombre interior; que Kristo habite por la Fe en vuestros corazones, cada día más arraigados y fundamentados en el amor, a fin de que podáis comprender, con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Kristo, inmensamente mayor de cuanto nosotros podamos imaginar, para que seáis llenos de la plenitud de Dios. Aquél que es poderoso sobre todas las cosas para hacer mucho más de lo que nosotros podemos pedir o pensar en virtud del poder que actúa en nosotros” (Ef 3:14-20).

   I. Arqueología del Ser: en esta triple dimensión de nuestro Ser que nos es posible conocer durante nuestra existencia terrenal (el “hombre interior”, “su dimensión exterior” y “el poder de Dios que actúa dentro y fuera de nosotros por Su infinito Amor, llenándonos de Su Plenitud”), sólo una de ellas exige nuestro trabajo personal (Jn 5:17): la búsqueda de la Verdad en lo íntimo del Ser en la que Dios nos enseña Su Sabiduría para el hombre, mientras que las otras dos dimensiones del Ser nos son dadas por añadidura, sin que nada tengamos que hacer nosotros (Mt 6:33-34).

   Reiterando en este capítulo lo adelantado en la sección “Acerca de”, llamo Arqueología del Ser a ese trabajo interior que corresponde al hombre acometer mediante el estudio de los Libros Sagrados y de testimonios de quienes han llegado a conocer verdaderamente a Dios, así como en el ejercicio auténtico de la oración y meditación vivificante de esa Palabra Santa, porque se trata de una labor de desescombro y búsqueda de una Verdad que se encuentra en lo íntimo del Ser, pero que ha sido crucificada, muerta y sepultada bajo “conocimientos” impuestos desde el mundo exterior, esperando a ser resucitada (renacida). Éste es el único trabajo que corresponde al hombre: querer entender y conocer a Dios en su interior o, lo que es lo mismo, cambiar una simple preposición en la vida, que nos permitirá pasar de creer en Dios a CREER A DIOS.

   “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo” (1Jn 5:10). “Sólo en ti se halla Dios; no hay ningún otro, no, no hay otro Dios. Sí, en ti hay un Dios escondido” (Is 45:14-15). “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17:21). “Buscad primero el Reino de Dios y Su Justicia, y lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6:33). Dios está en la Verdad en lo íntimo del Ser, y “es cosa admirable que quien llenara mil mundos se encierre en una cosa tan pequeña como el alma”[1], pero es ahí donde “lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Dt 4:29, Mc 12:30), esto es, si éste es tu único trabajo; lo único que ocupa la totalidad de tu continuo espacio-tiempo y no permites que ninguna otra cosa lo “pre-ocupe”, pues “es necesario mantener el corazón puro de cosas que no sirven para satisfacer a Dios. Hay que purificarlo de malos recuerdos. El corazón del siervo es el tesoro de la biblioteca de Dios; el Hombre es su guardián. Cualquier otra reflexión que no sea Dios es un robo y un pillaje. Es necesario cerrarle el camino del corazón”[2]. Y es por eso que Jesús dice “nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que me ha enseñado el Padre. El que me ha enviado está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que le agrada a Él” (Jn 8:28-29).

   “Mi Padre aún trabaja y Yo también trabajo” (Jn 5:17). Uno es el trabajo del Padre y otro distinto es el trabajo del Hijo, de modo que, mientras el Hijo hace su trabajo en la Arqueología del Ser, el Padre, Señor de los Cielos y de la Tierra, de todo lo visible y lo invisible, perfecto optimizador de todos los recursos de Sí mismo, hace el Suyo en la Geometría y en la Metafísica del Ser que es consciente de este Entrelazamiento o Unidad Trinitaria. Y porque el Hijo sabe que esto es así, puede decir en la Paz de Dios que no turba el corazón ni tiene miedo (Jn 14:27): “hágase Tu Voluntad y no la mía” (Lc 22:42). Porque el Hijo no cree en Dios (“hasta lo demonios creen en Dios y se estremecen” -Santiago 2:19-), sino que CREE A DIOS en su interior. Y así es la Fe de Kristo y la de quienes han depositado su Fe en Kristo para alcanzar LA FE DE KRISTO: quienes saben que “el discípulo no es superior a su Maestro, pero el que fuere perfeccionado, será como su Maestro” (Lc 6:40). “El Padre es mayor que Yo, pero YOSOY en el Padre, y el Padre en Mí, pues el Padre y Yo somos una misma cosa” (Jn 14:28, 14:11 y 10:30).



[1] CP 28:11 y Svet Up

[2] NN 8



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