DIGNIDAD = CUALIDAD DE DIGNO



“Dignidad: Cualidad de digno. Sinónimos: honradez, respetabilidad, nobleza, honestidad, honorabilidad, integridad, probidad, rectitud, decencia, seriedad, decoro” (Diccionario RAE).

La Dignidad es aquello que nos hace ser aptos para algo y nada tiene que ver con el orgullo ni la soberbia: la cualidad de ser dignos.

Quien permite que la Dignidad le sea arrebatada, no puede esperar ser digno de nada. Y, si quiere recuperarla por su cuenta y sin Presencia de Dios, habrá de seguir su rastro a través de la alcantarilla por la que dejó que se perdiera y ver si, buscándola a tientas, puede volver a encontrarla.

Recuperar la Dignidad requiere un trabajo monumentalmente mayor que el pequeño esfuerzo diario que se necesita para preservarla.

En la preservación de la Dignidad de una Vida en la Tierra como en el Cielo (1Jn 1:1-4) en la que reinen la Paz, la Armonía, la Austeridad material y de pensamiento, la Pureza, la Bondad, la Rectitud, la Visión, la Sabiduría y la Fe (BG 18:42, Gal 5 :22-23), "mi Padre aún trabaja y Yo también trabajo' (Jn 5:17).

Porque lo que haya de ser en el mundo venidero, ha de llegar a ser primero en este mundo (Mc 10:30)

Y esto no es distinto en la preservación del Alma. El Alma es fracción indivisible de Dios Altísimo, Presencia de Dios en el hombre. Y a Dios ha de volver una vez agotado el tiempo dado al hombre que la alberga durante su existencia terrenal. Quien la cuida como a un niño en el regazo de su madre, llevándola a donde es confortada y apartándola de todo lo que la perturba (Sal 23 y 131), se hace digno de seguir conservándola una vez agotado el tiempo dado en este mundo. Y quien no la cuida y permite que sea perturbada una y otra vez por los sin-paz, los amantes de la confrontación, de la ansiedad, de la codicia, de la competitividad, del desasosiego, de la lujuria, de la naturaleza engañosa, de la dureza, del odio, del resentimiento, de la ira, de la cólera, ..., la perderá irremediablemente (Mt 16:26).

Y, del mismo modo que la Dignidad para preservar el Alma se perfecciona y se gana poco a poco, a lo largo de toda una vida en este mundo, su pérdida tampoco se produce de un plumazo, sino que también tiene lugar a lo largo de toda una vida en este mundo, poco a poco, a través de un proceso paulatino de “privación del Bien hasta lo que de todo punto no es”[1], por ausencia de la cualidad de digno.



[1] “Confesiones” (San Agustín): Libro III, Cap. 7 (12)




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