1 (1) Introducción a "Reino de Dios"
Retomamos nuestras publicaciones con el
contenido del libro “Reino de Dios en la Tierra como en el Cielo – ¡Estad Siempre
Alegres!”.
I. El conocimiento sensible no
representa nunca las cosas tal como son, sino sólo el modo como afectan a
nuestros sentidos, (pues) mediante este conocimiento no le son dadas al
entendimiento, para la reflexión, las cosas mismas, sino que sólo le son dados
fenómenos[1]. El
entendimiento no extrae sus leyes (a priori) de la naturaleza, sino que se las
prescribe a ésta[2]; leyes
según las cuales un entendimiento es causa del mundo. Cuando esa determinación
de su causalidad se refiere a un efecto en el mundo, que encierra un propósito
moralmente necesario, pero inejecutable para seres de sentidos, entonces es
posible un conocimiento de Dios y de Su existencia [3].
Dos cosas colman el ánimo con una admiración
y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y
continuadamente reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la
ley moral dentro de mí …/… La primera comienza por el sitio que ocupo dentro
del mundo exterior de los sentidos y amplía la conexión en que me hallo con una
inconmensurable vastedad de mundos, metamundos y sistemas, en los ilimitados
tiempos de su movimiento periódico, de su comienzo y perdurabilidad. La segunda
parte de mi propio yo invisible, de mi personalidad y me escenifica en un mundo
que posee auténtica infinitud, pero que sólo es perceptible por el
entendimiento, y con el cual (más bien a través de él con todos aquellos mundos
visibles) me reconozco, no como allí en una conexión simplemente azarosa, sino
con una vinculación universal y necesaria[4]:
la propia perfección como fin que es a la vez deber y la felicidad ajena como
fin que es a la vez deber[5]. Un
conocimiento tal es el conocimiento por analogía, que no significa, como se
entiende ordinariamente la palabra, una semejanza imperfecta de dos relaciones
entre cosas, sino una semejanza perfecta de dos relaciones entre cosas
completamente desemejantes. Gracias a esta analogía nos queda un concepto,
suficientemente determinado para nosotros, del Ser Supremo, aunque hayamos
quitado todo lo que pudiese determinarlo lisa y llanamente a Él, y en sí mismo;
pues lo determinamos con respecto al mundo y, por tanto, con respecto a
nosotros, y no necesitamos más[6].
Tú cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará[7]. ¿No habéis oído “vosotros, Dioses sois, todos vosotros, Hijos del Altísimo”?[8]. Sed, pues, perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial[9], porque el Reino de Dios está dentro de vosotros[10]. Buscad primero el Reino de Dios y Su Justicia y eso otro se os dará por añadidura[11].
[1]
Immanuel Kant: “Prolegómenos a toda metafísica futura que haya de poder
presentarse como ciencia” – Primera Parte de la Principal Cuestión
Trascendental: ¿Cómo es posible la matemática pura?; Observación III.
[2]
Immanuel Kant: “Prolegómenos” (Ob. Cit.) – “Segunda Parte de la
Principal Cuestión Trascendental: ¿Cómo es posible la ciencia pura de la
naturaleza?; ¿Cómo es posible la naturaleza misma?” en relación a la “Deducción
trascendental del uso empírico universalmente posible de los conceptos puros
del entendimiento” y los fundamentos de la originaria unidad sintética
de apercepción y el imperativo categórico de la ley moral que
conforman los cimientos de la “Crítica de la Razón Pura”.
[3] Immanuel
Kant: “Crítica del Juicio – Nota General a la Teología”.
[4]
Immanuel Kant: “Crítica de la Razón Práctica – Colofón”.
[5]
Immanuel Kant: “Metafísica de las Costumbres – Principios Metafísicos de la
Doctrina de la Virtud”.
[6]
Immanuel Kant: “Prolegómenos (Ob. Cit.) – Conclusión: de la
Determinación de los Límites de la Razón Pura”.
[7]
Mt 6:6
[8] Jn 10:34
y Sal 82:6
[9] Mt 5:48
[10] Lc
17:21
[11] Mt 6:33