13.4 (IV) En Espíritu y en Verdad
IV. Por eso, en el Camino de
Perfección en la Gracia, la adversidad no es nada parecido a una lucha entre el
bien y el mal, sino la simple puesta de manifiesto de aquello que le es adverso
a la Perfección del Ser por una sencilla cuestión de desorden o caos (Gn 1):
que no hay nada malo, sino en el orden equivocado en nuestro Ser. Y esta nueva
vía de conocimiento se abre al Ser cuando la razón humana adquiere consciencia
del Espíritu que la gobierna de manera que pueda y sepa elegir consciente y
sabiamente lo que ha de estar por encima de ella y lo que ha de estar por
debajo de ella.
Y esto, queridos amigos, es ese signo
de vuestro Padre en vosotros que es un movimiento y un reposo. El primer
reposo que, tras el primer movimiento, proporciona el Espíritu Santo: “Ved
con vuestros propios ojos qué poco he trabajado yo y qué gran descanso he
encontrado”. Tan sólo desde que le entregamos el gobierno de nuestra razón,
comienza a poner orden en el caos (Gn 1) que es el puzle de nuestro Ser, y el
alma comienza a aquietarse y a abandonar las regiones de la quejumbre o “el
llanto y el crujir de dientes” por cualquier cosa.
Cuando la razón cree estar a cargo del
gobierno del Ser, procesa su pensamiento “mirando hacia abajo”, pues no percibe
nada por encima de ella, ignorando al Espíritu que sobrevuela ausentemente (Gn
1:1-2) al hombre que no camina en Su Presencia, mientras los espíritus
que no están designados para el gobierno del Ser en el Hombre conviven dentro
de él “dándose de bofetadas entre ellos” (Lc 11:24-28) en una existencia
caótica y repleta de volubilidades y estados de ánimo/ánima que no le dan descanso
ni reposo. Pero cuando se la pone al servicio consciente del Espíritu Santo, le
damos la vuelta para que su pensamiento “mire hacia arriba” para recibir
instrucciones, de modo que “nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que me
ha enseñado el Padre. El que me ha enviado está conmigo y no me ha dejado solo,
porque yo siempre hago lo que le agrada a Él” (Jn 8:28-29). “Así pues,
si habéis resucitado con Kristo, buscad las cosas de arriba, donde está Kristo
sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba y no en las de la
Tierra“ (Col 3:1-2). “Camina en Mi Presencia y sé perfecto” (Gn
17:1).
Aunque será inmediatamente después de
entender cómo discurren los caminos de la razón en “el hombre frenético” cuando
veremos y entenderemos lo que es la adversidad, valga adelantar ahora que es
definida por la RAE como “cualidad de adverso”, su etimología viene del latín adversitas
y significa "cualidad de contrario". Sus componentes léxicos son: el
prefijo ad- (hacia), versus (dado vuelta), más el sufijo -dad
(cualidad)[1].
¿Puede existir mayor bendición que el
adquirir consciencia de aquello que nos es adverso o contrario para alcanzar la
Dicha Suprema de la Perfección en el Ser y saber así qué cosas necesitan de
nuestro trabajo consciente para “darles la vuelta”?