13.4 (I) En Espíritu y en Verdad

 


         I. Porque no hemos buscado a Dios como aliado para nuestros propios propósitos, sino para aliarnos con los Suyos en la Bondad Infinita e Inmutable, Siempre Alegre, Universal y Libre que es la Gracia que, como el sol y la lluvia, derrama sus  bendiciones sobre buenos o malos, gratos o ingratos, amigos o enemigos, sin distinción y sin esperar de ellos nada a cambio, sino llegar a Ser manifestación/gloria del Amor Puro Universal de Dios Altísimo (Lc 6:35, Jn 15:12, Tao 49, BG 12:13-20) hasta el punto de llegar a desear perder nuestro propio nombre y forma en la consumación de la Unidad en el Altísimo (Mt 16:24-26, Mund Up 3:2, Jn 17, BG 18:54-55, Tao 1, Zz 6:9), encontramos Maestro que nos muestra lo que ha sido nuestra gran adversidad: que “el corazón tiene razones que la razón ignora”, pero que también el mundo tiene razones que la razón ignora.

         Y ya hemos dicho que, cuando esto ocurre, el significado y el sentido de las palabras que usamos en el lenguaje del mundo, es sustituido por el del lenguaje del alma, de la Eternidad, de Dios Altísimo, de modo que, no sólo “personalidad, corazón, espíritu, inteligencia, misterio, todo significa lo mismo, siendo sólo nombres diferentes que se aplican a una misma cosa que toma formas diferentes en momentos diferentes … creación, producción, invención fabricación y emanación son palabras que indican un mismo significado, (porque), aunque tengan una pequeña diferencia semántica, todas vienen a ser lo mismo, (pues) lo que se quiere dar a entender con ellas es la manifestación de la revelación de Dios … hay que saber que la Verdad que lo abarca todo es uno de los muchos nombres que se refieren a lo nombrado (que) algunos gnósticos lo han interpretado como Amor, otros lo han hecho como Fuerza y Palabra Eterna”[1], sino que, además, cuando el “río de agua viva”, el Kristo interior que es el Don de Dios (Jn 4:10, 1Jn 5:10, 2Cor 13:5), desde que fuera llovido en la Verdad en lo íntimo del Ser, ha ido discurriendo “como manantial que salta hasta la Vida Eterna” (Jn 4:14) en Espíritu y en Verdad, “preparando en el desierto el camino de Dios Altísimo, allanando en la estepa la senda para Dios, realzando todo valle, rebajando todo monte y colina, convirtiendo el suelo ondulado en llano y lo escarpado en valle” (Is 10:3-5) hasta volver al océano que es su origen porque ha perseverado en su obra durante el tiempo dado, Dios le hace saber que tiempo, alma y vida son exactamente la misma cosa, ya sea en su forma efímera o eterna, y que es por eso por lo que Jesucristo nos dice “¿de qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿qué se puede dar a cambio del alma?” (Mt 16:26), pues, el tiempo dado se agota (es quitado) en el Ser que lo alberga si no alcanza la dignidad de Ser en el Eterno: y esto es a lo que llamamos muerte.

         Es en ese ejercicio sincero y no fingido del libre albedrío que Dios nos otorga este descanso: después de entender que “mis ojos buscaban un socorro humano (en la razón humana) y no lo había. Entonces me acordé, Señor, de Tu misericordia y de Tus obras desde siempre: de que Tú libras a los que en Ti esperan … invoqué al Señor, Padre de mi Señor … busqué francamente la Sabiduría en la oración … con poco que incliné mi oído, la logré, y me encontré mucha doctrina; y gracias a ella he progresado mucho; al que me ha dado la Sabiduría glorificaré … he enderezado hacia ella mi alma y en la pureza la he encontrado”, dice el autor del Eclesiástico “ved con vuestro propios ojos qué poco he trabajado yo y qué gran descanso he encontrado” (Eclo 51).


[1] NN: cap. 2, 8 y 7





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